Campamento Taga XV: agua constantemente (y II)

Una excursión realizada el 20 de julio de 1978.
Miércoles día 19 de julio de 1.978.
Como es natural después del esfuerzo de ayer [verlo en la crónica de la excursión del Aneto por Coronas] nos levantamos tarde a eso de las diez con un precioso día por delante. Una vez desayunados es importante la tarea de reparar las tiendas, de la cocina, ir a buscar leña, lavar los platos, enderezar el mástil y cualquier otra actividad que pueda empezar con la erre o con cualquier otra pero que nos producen una satisfacción especial. Y para no acabar con la tónica impuesta por la erre recibimos numerosas visitas internacionales de alemanes, ingleses y yugoslavos que van todos buscando la «estrada» o «camino internacional» o como sea que va al Hospital de Benasque y alguna que otra más familiar como es la de nuestro amigo Pito G. que por lo visto no ha perdido la locura de subir montañas y se ha acordado de visitar nuestro campamento que ya lleva 15 años de vida. Después del café para pasar el rato nos embarcamos a explicar aventuras de miedo psicológico preparado, de escalada del Braxman y chistes dodecafónicos del Pedro P.
Jueves día 20 de julio de 1.978.
Nos levantamos a las cinco. Hace un viento fresco y sano. Nos equipamos debidamente y emprendemos el camino hacia el Hospital unos a pie por la carretera asfaltada en algunos tramos y otros en coche por la pista de Los Baños. La cascada de Remuñe sigue presidiendo el valle homónimo y todo el valle del Ésera mensajero insaciable de la virginal frescura de las cumbres. Unos sombreros de vapor matinal, ahora que los sombreros ya sólo los llevan los mexicanos y de vapor (al menos lo parece) son los vestidos de moda de este año, cubren los pequeños estanques del llano de este mismo nombre difuminando amablemente por el polvo inmerecido causado por nuestros vehículos al cruzar este bello paraje. Los coches los dejamos delante de una puerta que pone con letras muy grandes prohibido aparcar a las siete menos cuarto. En el complejo refugístico de La Renclusa encontramos unos perros con unos ladridos afónicos y un hombre grande con igual afonía que dice «Anetu?» y que nosotros afortunadamente le podemos contestar con un clarito «Alba».
Empezamos a pisar la nieve a los 2200 metros. Los ibones de Paderna duermen en paz a la sombra del espigado y pétreo pico que lleva su nombre. El fuet, el queso y la leche nos ponen en condiciones de superar con el sudor que el día prevee la dura subida que vamos a emprender. Superando la depresión en la que estamos inmersos un espectáculo alucinante de nieblas tranquilas aparecen tras el Puerto de Benasque. El camino que lo sube en unas ingeniosas curvas y el glaciar de la Maladeta nos dejan maravillados. Mientras saltamos por el canchal y Jaume C. (mi profesor de gimnasia) se entretiene a perseguir perdices nivales (tiene la «pájara»), aunque no se atreven a levantar el vuelo, PK va sufriendo por los cinco que hoy han decidido subir al Puerto de Benasque.
El acceso a la cresta norte del Pico de Alba por el glaciar se presenta muy empinado y no muy claro debido a la presencia de una rimaya. Por eso hacemos reunión en unas piedras, comemos un poco y sale una primera avanzadilla de dos personas a inspeccionar la vía a seguir. Cuando llegan a una ancha brecha que forma la cresta avisan que suba una cordada de cuatro con crampones. Una vez en la cresta y superada una corta subida de piedras sueltas que hay después de la nieve el grupo se desata y va flanqueando por el lado oeste de la cresta cogiéndose en las piedras más seguras y animando a un PK que está afectado por otro «mal de muntanya» que le produce amnesia. Siguiendo con la tónica de encuentros fortuitos Robert se encuentra con un cordino dejado por algún aficionado a los rápeles. El altímetro del Gerald va dando cifras bastante razonables pero que según como se mire pueden dar falsas esperanzas como es el caso de que marca un 30 queriendo decir 3030 y algunos lo interpretan como que faltan 30 metros para la cumbre. Una canal de piedras bastante seguras y grandes nos conduce de nuevo a la cresta y a partir de aquí ésta ya no presenta grandes dificultades hasta la cumbre. Llegamos a la una.
Un trago corto, unas fotos, las nieblas inamovibles de la zona francesa, los tres compañeros que han llegado hasta el final del glaciar, la cresta afilada y clapeada de nieve, la nieve hasta el pie del Diente de Alba y las Maladetas, el Posets difuminado por las nubes, las cabezas pétreas peladas y colgadas de los temibles Crabioules, Maupás y Boom, las paredes claras y lisas de la Aguja Blanca y los Ibones de Alba y de Villamuerta perdidos y casi ignorados en medio de tanto monte tresmilero.
La bajada no tiene más alicientes que los propios del piolet ramage y otros estilos más espectaculares y desafortunados pero que son entretenidos y hasta algo amables para el que se lo ve de lejos. En La Renclusa unas mulas poco simpáticas nos miran con una cara de extrañeza que las vacas nunca la pondrían y unas cervezas a diez duros nos hacen rascar un bolsillo bastante roto. La bajada hasta el refugio la liquidamos en hora y media y el trozo que nos falta hasta los coches se ve amenizada por las nieblas tranquilizadoras que se dejan caer calmosas por el lado español del Puerto de Benasque. Después la luz roja de la gasolina mantiene intrigados a los ocupantes del 127 y al final hasta Alfonso nos tiene que dar un golpe con el pie. Las dos expediciones llegan al campamento a la misma hora y nos encontramos con la agradable sorpresa de que los tres que se han quedado han tenido la amabilidad de ordenarlo todo, lavar los platos e incluso nos han preparado la comida. El baño, la comida y un pródigo partido de fútbol en goles nos ponen a tono.
El fuego nocturno tiene una primera parte muy emotiva de despedida a Gerald con vino, la dedicatoria de Pedro P. con un canto de «cuando un amigo se va» y unas poesías montañeras de este chico que se cansa tanto subiendo a las montañas pero que siempre quiere regresar. Y una segunda con relatos de excursiones pasadas y próximas junto con la trágica notícia de la muerte de uno de nuestros vecinos corazonistas en un accidente ocurrido hoy en la montaña.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

La continuidad y superación de una obra

Año tras año el afán de vivir y convivir con la montaña ha conducido a PK, Pep V., Alfonso S. y a otros cuyos nombres no se dar en estos momentos la debida continuidad un espíritu de superación a esta obra de arte y de vida que es el campamento Taga (o también S.A.M.). Éste ha hecho y hace diferente y mejor los veranos de muchos chicos amantes de la montaña y de la lucha. Aquello de que la unión hace la fuerza queda en este caso muy patente y más cuando se trata de una unión física y espiritual. Todos juntos llevamos nuestras penas hacia las cumbres imponentes, pero estas penas también estan presentes en sus pies, al lado de las tiendas y que se materializan en un mástil que todos juntos levantamos con un gran vigor ya que amamos a nuestras banderas. Todo ello nos hace más unidos y menos débiles en la conquista de nuestros ideales.
Por esto, aquellos que dicen que el montañismo de hoy día ya no tiene mérito, al ser los medios actuales muy superiores a los de hace cien años, creo que no conocen lo que es la montaña. El sacrificio y la fatiga quedarán patentes en las líneas que siguen. Esta crónica no deja de ser más que tosca descripción de los hechos más significativos de la vida del campamento.
Sábado día 17 de julio de 1976.
Ayer viernes, después de algunas esperas normales, llevamos con los coches el material de Girona a Terrassa con el objeto de cargarlo en el camión de Pep V. una herramienta que siempre ayuda al éxito del campamento.
Esta mañana el teléfono ya ha funcionado:
– «Jordi, ves a buscar los piolets del Bofill a la casa tal de la calle tal».
Paco y Joan han llegado tarde a la cita con Lidón para recoger la tienda-refugio. ¡Menos mal que él tampoco se ha presentado! Después Paco ha ido al almacén y le han dicho que estaban en Bescanó. Más llamadas inútiles, impaciencia … Poco antes de partir llamo por última vez y su padre dice que ya estaba la tienda comprometida a unos parientes.
Los señores Forn no llegan. Llamamos. Ya han salido.
Después de bromas y comentarios, llantos y bendiciones, salimos del taller de Josep M. G. a las dos menos cuarto sin tienda ni piolets. Pasamos por Barcelona y en las primeras rampas del port dels Brucs la lluvia empieza a remojar la cosa. El cielo se pone negro. En La Panadella parece que nos quieren refrescar de verdad: no tenemos más remedio que pararnos y poner las puertas al Mehari. Antes ya nos habíamos parado en el Hotel América a llenar un poco el estómago y examinado el mapa del tiempo que también estaba lleno de nubes. Todavía volverá a salir el Sol y nosotros volveremos a sacarle las puertas al coche. Las secas y quemadas tierras de Aragón contrastarán pronto con los variados tonos verdes de los bosques que se encuentran entre Benabarre y Graus.
En Graus todo parece que está de fiesta y es que mañana tendrá lugar la bajada del Ésera en piraguas. Coches con sus respectivos remolques, banderas y una gran pancarta que cruza la carretera. Incluso hay algunos que la estrenan por anticipado. No hay que olvidar que esta prueba deportiva inspiró el lema del campamento del año pasado: «contra corriente y naturaleza». Nosotros seguimos aguas arriba del Ésera y parece ya que los nombres y las tonalidades se refrescan en el agua. El agua del Ésera y la de sus afluentes juegan un papel muy importante en la vida del campamento: lavar platos y cazuelas, caras sucias y ropa sudada, malas ganas y calor, fruta y vino, y por añadidura aquello de «dar agua al que tiene sed».
Pasado Campo, y por uno de aquellos movimientos instintivos, el Mehari se va un poco hacia la derecha, toca algo, y como consecuencia, se pincha una rueda y se le rompe el protector de una luz. Tocamos el cláxon pero los de delante ya no nos oyen. Diez minutos y a continuar.
Llegando a Benasque no vemos a nadie por lo que continuamos. Ahora como el coche no quiere tirar lo tenemos que apretar. Llegando al Plan de Baños encontramos a los de Barcelona montando las tiendas pero los de Girona aún no han llegado. Esperamos un poco. Montamos las tiendas que faltan. Vamos a sentarnos alrededor del fuego mientras Pepe Luis baja a Benasque a ver si los encuentra. Y sí que los encuentra. Pero cenando ¡y bien a gustito! Los de la Fonda Sayó ¡qué vida de dedicación a los montañeros! Dan posada y lecho a la familia Forn. Mientras, en el campamento el hambre aprieta y acogemos gozosos el pan recién hecho y bien tostadito en el fuego. El vino va moviéndose y el sueño también pero, en realidad, siempre en la primera noche se suele dormir poco. A las dos se acuestan los últimos.
Domingo día 18 de julio de 1976.
A las siete treinta se oyen los primeros gritos. Poco a poco la gente va dejando el sueño en el saco y sale a ver qué pasa. Unos primeros avisos ya resuenan en las asustadas orejas. Antes de las tres de la tarde tiene que estar todo instalado y preparado: el mástil, la mesa, la tienda-cocina, el almacén, el hoyo para las basuras, … y, caso de no ser así, el campamento va a ir mal.
Expedición de leñadores al bosque. Los árboles muertos todavía van a realizar su último trabajo y realmente lo hacen. Las primeras mulas hacen su aparición. Y ahora que digo mulas pienso en el viaje de Unamuno con uno de estos animales al Puerto de Benasque: qué grande le parecía todo esto a aquél hombre preocupado por la existencia y qué poca cosa le parecían aquellos hombres que trabajaban por estos valles rodeados de gigantes. La verdad es que aquí parecen pequeños, sí, pero los árboles también lo son y todos juntos, en poco rato, es impresionante el trabajo que se ha hecho. Estos árboles muertos cobran vida y la dan. ¡Qué pródiga es la Naturaleza!
Los matorrales que nos rodean también nos ayudan ya que con ellos haremos la mesa e incluso servirá para quitar el Sol de las catimploras. La tierra también hace su trabajo ya que gracias a ella cubrimos las basuras. El agua también se ofrece para refrescar la lechuga, los tomates, la fruta, el vino y, en general, toda la vida. Las piedras son un magnífico elemento para fijar las patas de la mesa. E, incluso, los vecinos corazonistas se muestran amables y nos alegran la jornada con sus cánticos. Esperemos que no llueva esta tarde …
Para desayunar leche, café, galletas, mermelada, chocolate y poca cosa más. Con ello cojeremos las fuerzas suficientes para llevar el mástil y algunos troncos gruesos que los utilizaremos para hacer la mesa. De todas formas ésta hoy se quedará a medio hacer. La recompensa al trabajo realizado en el día de hoy es una buena cazuela de judías con butifarra; una ensalada a base de tomate, cebolla, pepino, lechuga y aceitunas; y, para postres, melocotones y ciruelas del señor Frigola. Como algunos no tienen paciencia para esperar al café se van a jugar a fútbol.
Una vez digerida la comida lavamos los platos y preparamos las cosas para la excursión de mañana: el Russell (3212 m). Algunos ya se rinden hoy. Como se nos ha hecho tarde para salir hoy tenemos que plantar las tiendas otra vez. Decidimos salir mañana bien temprano. Los acampados hoy no se hacen rogar para ir a dormir puesto que el sueño aprieta. Como no hace mucho frío un pobre desgraciado propone hacer un vivac pero al poco piensa que la experiencia se puede hacer bien otro día.
Lunes día 19 de julio de 1976.
Nos levantamos pronto. El cielo está oscuro y sólo algunas estrellas lo iluminan. Medio dormidos subimos al camión y bajamos hasta el Plan de Senarta para remontar todo seguido por la pista de Vallhivierna. Con el traqueteo del vehículo y los cánticos espontáneos de los que en él viajan nos vamos despertando poco a poco. Salimos del lugar donde acaba la pista a las seis y media de la mañana y muy pronto vemos que hay poca nieve aunque la Pleta de Llosás está más verde que nunca. Llegamos al Ibón de Llosás a las ocho de la mañana y ya se empiezan a establecer diferencias de tiempos entre unos y otros. Comemos un poco y continuamos. A partir de aquí los dos Gómez se van distanciando del grupo delantero y me comunican su abandono a las nueve y media. Luego, apretando el paso, puedo establecer contacto con el grupo delantero y me anuncian dos abandonos más. Ya estamos en el inicio del glaciar. Es muy pequeño y helado. Nos ponemos los crampones y así llegamos hasta el pie de la canal que conduce a la cumbre del Russell. Los más jóvenes e inexpertos se rinden satisfechos de haber llegado donde han llegado. Los demás continuamos por la canal de piedras, más o menos descompuesta, y sin muchas más dificultades llegamos a la cumbre justo al mediodía. El día es claro, pero no en demasía, y las montañas cercanas se ven muy peladas. Da la impresión que el Pirineo se ha convertido en un gran pedregal faltado de ibones y de la luminosidad que le da la nieve de las cumbres. Entre lo que destaca se ve la cresta que nos conduce por el Margalida y el Tempestades a la Espalda del Aneto. Derivando del Margalida destaca la aérea e impresionante cresta de Salenques, la cumbre del Salenques y los valles de Llauset y Salenques. Se ve también el Mulleres y el valle con su nombre. En el horizonte se distinguen los Besiberris, el Montardo d’Aran, la Pica d’Estats, el Monteixo, las Culebras y el Posets.
No hay libro para firmar. Bajamos a las doce y media. En el ibón de Llosás ponemos los pies en el agua. A las cuatro y media salimos del Plan de Senarta unos hacia su casa y los otros hacia el campamento. Antes hemos tenido otro pinchazo con el Mehari y hemos de correr un kilómetro para avisar a los del camión. La vida del campamento continúa …

Nota del traductor:
Veinticinco años después todavía recuerdo una anédota de este último pinchazo … Era por aquel entonces un valle absolutamente solitario. Con los nervios de cambiar la rueda llegan los del Mehari corriendo al camión en busca de ayuda. Pero el caso es que dicen … ¡qué les han robado la rueda de recambio mientras la cambiaban! PK, con clara serenidad, afirma y rotundo desde el camión … ¡esto es imposible! Ante la insistencia de los del Mehari se realiza una búsqueda detallada y exahustiva de la susodicha rueda. Al cabo de un tiempo, rendidos, hay que acabar concluyendo que como mucho debe haber caído rodando al río pero nunca que la han robado. Simplemente es que no pasa nadie, absolutamente nadie. Y, si ha pasado alguien, para qué robar una rueda de recambio si casi es mejor robar un piolet, por poner un ejemplo lógico. Nada que no hay rueda. Después de mucho tiempo … a la que se levanta el capó del Mehari para volverlo a poner en su sitio … ¡aparece la rueda! Estaba escondida entre el capó y la parte delantera del coche …
El campamento estuvo lleno de «problemillas» como éste continuamente pero la verdad es que salió muy pero que muy bien en cuanto a la actividad montañera. Yo me fui a casa con cinco tresmiles al bolsillo: el Russell, la Maladeta Sur, la Maladeta Central, la Punta de Royo Literola inferior y el Gías. En las Maladetas la victoria fue para mí gracias a la intuición de PK que supo dar con el camino. Éste circula justo por el medio de la pared y sólo después de darle la vuelta a toda la montaña se consigue vencerla. Es como un juego. Es un acecho envolvente … El Royo fue reservado a los cuatro más expertos del campamento ya que sin la cuerda no se podía conquistar. El camino pasa por una pendiente muy helada. Lo del Gías fue como en las películas. Nos encontramos cerrados, a primera hora de la mañana, en el refugio de Estós sin poder salir por la puerta. Tuvimos que salir descolgándonos por una ventana …
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.001.

Aventuras en Semana Santa

Acordamos en la segunda reunión oficial del SAM celebrada el 7 de abril de 1976 ir, si el tiempo nos lo permite, por Semana Santa al Monteixo o al valle de Tavascan. Cumplidos correctamente los encargos dados a Paco G. y a Pedro P., después de unas previsiones más bien desfavorables del «hombre del tiempo», salimos, tal como estaba previsto, un primer grupo el miércoles al mediodía. Los demás miembros de la expedición quedan citados al día siguiente en Llavorsí.
Con la carretera de Olot arreglada y con la ganancia de tiempo que representa pasar por la Cantina llegamos, en unas dos horas, a Ribes de Freser. Allí comemos comentando las proezas de las grandes figuras del ciclismo y la vida desviada y desgraciada de alguno de ellos. No obstante, estamos tan metidos en la conversación que después de llenar la bota de vino con un caldo del Priorat nos la dejamos sobre el mostrador. La collada se hace corta y una vez tomamos la carretera vieja de la Molina sus agujeros nos recuerdan los problemas de patinaje artístico sobre ruedas y la necesidad de usar los piolets para pasar han quedado ya atrás en el tiempo. La temporada invernal actual en la Cerdanya, que ya ha empezado a rebrotar, toma de nuevo color y nueva vida. Antes de llegar a la Seu d’Urgell nos revisa la Guardia Civil. La carretera de Adrall a Sort, ahora incluso indicada, está toda asfaltada y nos permite disfrutar de los últimos rayos de Sol sobre las montañas fronterizas de Andorra. En cinco horas llegamos a Àreu. Han sido 275 kilómetros hechos a un buen ritmo.
Nos dicen que la noche anterior ha nevado y que hoy hará lo mismo. Los proyectos, las previsiones se cumplen. Después de plantar las tiendas por primera vez y de cenar viendo el partido Madrid – Bayern nos vamos a dormir. La nevada nos hace sacar la cabeza de vez en cuando por la puerta y no dormimos mucho.
Cuando nos levantamos todavía nieva pero el suelo aún no está blanco ya que el viento no deja que la nieve cuaje. Calentamos leche y café. Subimos con el coche un poco. Sigue nevando. Cruzamos el río Vallferrera y ascendemos zigzagueando por el barranc dels Crusos. Por un momento perdemos el camino y lo encontramos de nuevo. Va parando de nevar y el día se va despejando. En la primera borda bebemos la leche que aún está caliente que la acompañamos con nueces, almendras, avellanas y pasas. Llenamos la cantimplora. Pasamos por una segunda borda y una tercera avanzando ahora por un llano que nos acerca a la sierra. Una vez en el pie de la ancha y empinada canal que conduce al collado paramos para recuperar el aliento y PK nos comunica su bajo estado de ánimos aunque ya ha salido el Sol por entre las nubes y el día parece mejorar. Es su voluntad de hierro que una vez más lo hace proseguir aunque penosamente. La nieve, unas veces dura y otras blanda, está normal que con la que ha caído hoy permite andar bien. Josep Ma. G. se pone un crampón y el otro no le entra. Nos desviamos ahora hacia la derecha para conquistar la cresta que desde el pueblo sube directamente hasta la cumbre. Son poco más de las doce y ya gozamos de la visión de la altiva cresta que va hasta la cumbre. Su aspecto engaña. Fotos, sardinas, pan, atún, anchoas, almendras, un poco de leche caliente y descendemos. A nuestra izquierda la vall de Tor y el pueblo más alto de España. Detrás el port de Salòria y Andorra. Primero, el descenso es normal por la hierba ligeramente blanqueada. Después, la bajada por las piedras y por el bosque se hace un poco pesada y ya tenemos ganas de llegar abajo. Hacemos otro resoplido y alguien afirma que ya sólo nos queda un cuarto de hora. Efectivamente. Al cuarto de hora vemos de nuevo la tienda a nuestro lado con una yegua paciendo y dos barceloneses que la filman ignorando la belleza que se disfruta más arriba. Prefirieren la oscuridad del valle hundido y triste. En el grupo de casas, de la parte de arriba del pueblo, quedan los dos muros y el ábside de una sencilla iglesia románica que ha perdido el tejado. Comemos, recojemos las tiendas, recordamos la nevada de la noche anterior con un lavado de pies que nos los deja nuevos y nos encaminamos de nuevo por la estrecha carretera que paralela al río nos conducirá a Llavorsí.
Nosotros somos puntuales a las cinco. El resto del grupo hace dos horas que han llegado. Han traído consigo la bota de vino que nos dejamos en Ribes de Freser sólo que está un poco más vacía de como la dejamos. Se ejerce la democracia y cada uno vota por la cantidad de pan que hay que comprar. El resultado no será acertado. Seguimos de nuevo la carretera pero hoy seguiremos el afluente de la izquierda: el Cardós. El valle es más verde y más ancho. Paramos un momento en Tavascan para comprar vino y seguimos hacia Boavi. Hay más charcos que el verano pasado. Paramos en el refugi d’Artamon. No hay magrebíes ni gente del país: sólo un grupo de excursionistas. Acampamos en la parte de abajo de la carretera y justo al acabar empieza de nuevo a nevar. Dejamos la comida en el refugio de arriba y nos vamos al local abierto que está todavía más arriba. Pronto surge un corto, espontáneo y natural coloquio sobre el «día del amor». Calentado el corazón ahora conviene llenar el estómago con unas buenas butifarras cocidas en la estufa que parecen querer explotar y huevos, tortillas, carne, salchichas y otros complementos. El pan se acaba pronto. Después le sigue el vino, el té, el coñac y los chistes de Pedro P. acompañados de risas y voces onomatopéyicas. Cuando salimos afuera ya hay un palmo de nieve y los coches están blancos.
Viernes. Subimos un poco más con los coches hasta el Planell dels Castellassos. Nos adentramos entre las matas y por el lado derecho del río Certescan por el valle que nos conducirá a su lago. Hay mucha nieve caída reciente y te hundes en ella como si nada. Después encontramos el camino y la subida se hace menos dura. Nieva fuerte. Un servidor se pone la capucha del impermeable y se me añaden de golpe sesenta años. En un primer instante mirando a Miquel con el impermeable por encima de la mochila alguien recuerda un chiste de ayer y exclama «primero los excursionistas …». También se incrementan las escaramuzas de arma blanca y se detienen un momento para contemplar la belleza del paisaje: una cascada de agua entre la nieve y el río helado. Seguimos la marcha y continúan las escaramuzas. A medida que sale el Sol va parando de nevar y se puede disfrutar de un blanco panorama.
Otra bocanada de aire y vemos a nuestra espalda el valle de Sotllo y de Sallente con la serra de Montarenyo. Emprendemos de nuevo la subida que va adquiriendo la magnitud de belleza. Lástima de nieve blanda. Ahora avanzamos penosamente por una hondonada con el objeto de cruzarla en dirección a la carretera de Romedo. Las bolas de nieve que bajan por la pendiente dejan un camino recto y bien hecho. El nuestro es más torcido. Llegamos a la carretera medio tapada por la nieve. No podemos avanzar más. Casi son las doce y hemos de regresar. El regreso es más agobiante puesto que la nieve es muy blanda y te hundes fácilmente. En unas piedras secas nos paramos a desayunar un poco. Jordi P. hace el sacrificio de ir a llenar la cantimplora un poco más abajo. Pedro P. y yo hacemos la limonada y los otros comen. Delante nuestro podemos contemplar el valle y arista del Sotllo de pendientes muy acentuadas, el Pic d’Estanys, el Pic de Baborte, el Pic de Basiero y la serra del Montarenyo todo blanco y con escasos contrastes. Con poco tiempo deshacemos el camino hecho no sin antes habernos tropezado con los arbustos y mojado un poco. Un tirón hace sufrir por un momento a Paco G. Pero todos los males se pasan en el baño que hacemos una vez llegamos al lugar donde tenemos las tiendas. Recojemos todo y bajamos hacia Tavascan. La gente de los bares están desbordados con la llegada de la gente de Barcelona y hemos de marchar habiendo comido una simple bolsa de patatas y una bebida. Bajamos de nuevo a Llavorsí. Comemos en el bar Els Esports: pan, anchoas, cavalla, atún, sardinas, uvas pasas, higos, avellanas, almendras, cacahuetes, etc.
Hace poco llovía pero ahora ya ha parado. Unos de Girona nos dicen que el port de la Bonaigua está cerrado y parece que ellos querían pasarlo y no han podido: ¡de Girona tenían que ser! En la Noguera Pallaresa hay algunos pescadores. Si el miércoles cantábamos Jordi P. y yo hoy muestran su voz PK y Pedro P. En la Pobla de Segur cojemos la carretera vieja de Pont de Suert: nada aconsejable. Después del coll de Perves nos hemos de esperar porque el Mehari se retrasa y en el coll de Viu casi nos pisa los talones. Bajando recordamos aventuras pasadas por estos lugares con autocares en noches de tempestad y el milquinientos que hacía explosiones. En Vilaller hemos de esperar un poco a Jaume D. Después de sus siempre cordiales y animados saludos nos hace saber que el refugio del túnel de Viella está lleno puesto que hacen el Rally de esquí y que los demás están esperándonos en Benasque. Nos dirijimos hacia allá mientras una sensacional nevada a la altura de Las Paúles dificulta en gran manera la conducción. Hacemos un intercambio de opiniones y de actividades realizadas que han sido intensas por las dos partes. En el pont de Sant Jaume ya salen a nuestra búsqueda los otros acampados. También llega la Guardia Civil que por fortuna hoy están amables. Caras conocidas y algunas que no lo son tanto. Tanto Alfonso y Pep V., con su voz siempre afable, nos abrazan amigablemente. Plantamos de nuevo las tiendas, cenamos cuatro tostadas que entran muy bien untadas con aceite y acompañadas con cuatro puñetas y nos vamos a dormir: las montañas y el sueño pesan sobre nosotros.
Un día estrellado y claro como pocos. Hace un poco de fresco pero se está bien. Entre equiparnos y arreglar las cosas pasa todavía un buen rato. Podemos subir por la carretera de la izquierda, abierta estos días para el Rally de esquí, aunque en un túnel nos hemos de parar y apretar. Una cascada cae sobre la pista y parece que nos quiere duchar gratis. Encontramos a Jaume y a Albert P. que bajan a buscar a los que faltan. El R-5 ha tenido el primer rebentón. Unas piedras grandes cortan la carretera nueva y hemos de dejar el coche. Más arriba hay otros que se han quedado cortados por el desprendimiento. Seguimos hasta el final a pie y bajamos para ir a encontrar el río continuando por el camino hacia el Pla d’Estanys. La nieve está bastante dura y el Sol se hace sentir.
En el Pla d’Estanys mordisqueamos alguna cosa. Mientras unos buscan petróleo, otros traen agua o hacen limonada y los demás comen lo que pueden: una naranja, pan, queso, galletas, chocolate, etc. Hay quien tiene prisa y se lo coje con un ritmo acelerado distanciándose pronto del grupo. La nieve es buena. Van distinguiéndose el Perdiguero, el Posets, el Gourgs Blancs, los Picos de Alba, las Maladetas, el Aneto, la Forcanada, el Tempestades, el puerto de la Picada y el Salvaguardia con el puerto de Benasque debajo. Si este era el primer objetivo ahora lo hemos cambiado por el de la Picada. Caminando a grandes zancadas nos adelantamos algunos para avisar al grupo de delante que hemos de bajar. Ellos ven que el tiempo les permite todavía subir un poco más seguramente porque no llevan ni jerseys ni comida ni piolets ni máquinas de fotografiar. Jaume C. sube hasta el collado mientras nosotros ya bajamos. Encontramos unos esquiadores del Rally y de vez en cuando miramos si bajan. Es inútil. Los vemos llegar cuando nosotros ya estamos en el Pla d’Estanys.
Con un tono expresivo, mientras bajábamos, PK le dice al otro Pep mirando al Perdiguero.
– «¿Ves qué quiere decir cuando se dice que esta montaña es una butifarra?».
Es que realmente lo es. No por ello dejamos de parar un momento pensando cómo comérnosla y disfrutarla.
Antes de llegar a los coches se ha puesto a llover, más bien dicho, a nevar. Poco después llegan los otros. Yo llevo las llaves del coche en mi mochila por lo que hemos de esperar a que vengan a por ellas. Mientras, pasan los de la Cruz Roja y nos informan que hay dos accidentes: uno de congelación y otro de heridas en la cabeza. Es el riesgo de la montaña muy bonita pero gigante que a menudo queremos desafiar y lo pagamos con la vida o en el mejor de los casos con un buen susto.
En el campamento llueve. Tenemos trabajo para encender el fuego. De vez en cuando lo logramos y podemos calentar agua y verduras. Mientras en la cocina, Paco, que se ha quedado al no tener las chirucas secas a la hora de salir, y Jordi cuecen las patatas y la panceta. Entre todo sale una comida bastante fuerte pero buena. No todo el mundo la digerirá bien. Desmontamos las tiendas, ordenamos un poco los coches y bajamos hacia abajo. En el bar La Renclusa no tienen cafés. Vamos hasta Graus lugar en el que cenaremos y dormiremos en los alrededores.
En el regreso pasamos por Barbastro, Monzón donde el viento sopla muy fuerte, Lleida, Montblanc, Valls, Vilarodona, El Vendrell y Calafell. PK nació en Vilarodona y recuerda el lugar en el que vivía, la columnata romana, el campanario (el segundo más alto de la província), el vino (el más bueno de la província), el campo deportivo. En la salida hay un abrevadero que debe ser el mayor de la província puestos a decirlo todo y es que los hay que quieren a su patria chica y la quieren alabar en todo lo que se pueda. En Calafell encontramos a sus padres que no saben como compaginárselas para atender a tanta gente de visita ya que no se lo esperaban. Comemos en el bar Naves y acabamos con todo lo que nos quedaba. Bien faltaba algo por decir: un reventón en Mollet del Vallès. Eso en realidad fue poca cosa puesto que antes las habíamos pasado canutas para sacar las llaves del R-5 que se habían quedado dentro.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.000.