Las esperanzas pequeñas traen gratas sorpresas

Proust se interesaba por el buen aprovechamiento del dolor en lugar de tratar de convertir nuestras vidas en una suma de aspiraciones realizadas, más nos vale buscar maneras de ser productivamente infelices. Parece que el dolor siempre nos sorprenda cuando tal vez no debiera. Muchos de los personajes de la obra de Proust son enfermos que no saben sufrir y que usan mecanismos de defensa para no enfrentarse a sus problemas lo que les convierte en personas insufribles. El arte de vivir no significa llevar un estilo de vida fabuloso sino que consiste en encontrarle valor y el sentido de nuestra vida a pesar de las circunstancias y no a través de ellas.
Según Proust, para mantener una amistad y disfrutar de su personalidad al máximo había que dejar hablar a las amistades. A Proust se le quería por saber escuchar tan bien. También pensaba que las amistades debían ser alegres y no intelectuales ya que la conversación era la ocasión de divertir a la otra persona y hacerla sentir especial. Proust indica que no hay que esperar tanto de nuestros amigos y que, en general, no es bueno depender de los demás para ser felices.
En cierto modo, la obra de Proust investiga cómo vivir plenamente el momento presente y todos los pequeños detalles de la vida. Él deseaba hacernos notar el lujo que representa el tiempo y que nos deleitáramos con él. Su famoso estilo refleja esta obsesión.
Alain de BOTTON en «Cómo cambiar tu vida con Proust».

 

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¿Qué harías si supieras que vas a morir torturado?

Boecio estaba condenado a morir torturado. Mientras esperó su muerte escribió un libro. Aunque Boecio no sea popular hoy en día su libro Consolación de la filosofía fue durante más de un milenio el más conocido después de la Biblia. El libro empieza cuando un prisionero (se supone que él mismo) recibe la visita en su celda de una aparición: Doña Filosofía. Ésta al saber que el prisionero se queja amargamente de la injusticia de su situación empieza a explicarle con argumentos razonados por qué no debería culpar a la Fortuna. La Fortuna va y viene a su antojo por lo que nunca deberíamos depender de ella. Doña Fortuna logra que el prisionero convenga que el mayor bien que podamos buscar es Dios y que nuestra búsqueda de cosas externas incluyendo la fama, la riqueza o el poder es en realidad un intento enmascarado de alcanzar la misma fuente de felicidad verdadera. Contrariamente a la Fortuna, Dios es constante y se llega a él mediante la mirada interior. Paradójicamente, la persona que busca a Dios consigue el autoconocimiento.
El libro se enfrenta con cuestiones aún más importantes relativas a la Providencia y a la libre voluntad. Cuando se le comenta al prisionero que no hay casualidad en el universo y que la Providencia todo lo organiza a la perfección éste se pregunta con razón: ¿cuándo, entonces, tienen los humanos la libertad de ejercer su voluntad? Doña Filosofía le explica que Dios ve en el presente los acontecimientos futuros que resultan de la libre elección. Dios ya sabe lo que ocurrirá si tú haces una determinada elección pero no interfiere en tu elección a menos que se le pida consejo.
Doña Filosofía intenta hacerle ver a Boecio que no hay mejor persona que aquella que habiendo disfrutado de la riqueza, del poder, de la celebridad y de todas las ventajas de su alto rango se ve finalmente forzado a reconocer que, en última instancia, las cosas materiales tienen muy poco valor. No solamente no le han protegido de la adversidad sino que, en efecto, han labrado su propio destino. Al final de su vida, escribiendo bajo el nombre del prisionero, Boecio alcanza una perspectiva que abarca su vida entera. Realza que todos sus logros mundanos no son tan importantes como el autoconocimiento que ahora está adquiriendo. Boecio cae en la cuenta de que su vida, hasta entonces, ha estado basada en el poder de la maestría o de la autocreación deliberada. Durante el año que estuvo en prisión aprendió a sustituir la fijación del adolescente – adulto por el control. Con la apreciación de la unidad y de la unicidad del universo se transformó por completo. Del político codicioso que había sido pasó a ser un anciano sabio. Confortado por la Filosofía, incluso con una muerte tan horrible como la suya por tortura, puede ser contemplada con cierto desapego.
BOECIO en «Consolación de la filosofía».

 

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Como un chamán

Bly hace una gran distinción entre el hombre salvaje y el bruto. Este último destroza su entorno, abusa de las mujeres y vuelca sobre el mundo su desesperación interior llena de desconfianza y de odio hacia los demás. El hombre salvaje, en cambio, ha sido preparado y sabe cuáles son los puntos que más hieren por este motivo, se parece más a un sacerdote zen o a un chamán que a un salvaje. El hombre salvaje es la mejor expresión de la masculinidad mientras que el bruto representa la peor. Bly piensa que la moderna manera de pensar acerca de la armonía y de una mayor concienciación representa una peligrosa atracción para los hombres más ingenuos. La mitología nos llama a vivir la vida plenamente, con sangre y lágrimas. La manera de realizarnos plenamente consiste en centrarnos en una sola cosa preciosa ya sea una idea, una persona, una historia o una pregunta y tomar la decisión de seguirla a toda costa es la señal de la madurez. Cuando tomamos una decisión clara el rey que tenemos dentro despierta y por fin sacamos a la luz todos nuestros poderes.
Si la energía del guerrero no es honorada y encauzada acaba expresándose mediante peleas de pandillas, violencia de género, pedofilia y sentimientos de vergüenza. Bien utilizada, en cambio, puede convertirse en una fuente de deleite para todos.
Hasta los veinte y los treinta años un hombre puede mariposear ya que en su imaginación nada le puede retener. Pero, para que un hombre se vuelva cabal tiene que haber algo que le desgarre, una herida que le permita el acceso a su alma. Bly dice que el contacto con el dolor y la pena es tan vital para la potencialidad del hombre como lo sería la capacidad de volar en el aire.
En Iron John, el príncipe disfrazado de caballero monta un caballo rojo, luego uno blanco y al final uno negro. Estos colores tienen una progresión simbólica y lógica con relación a la vida de un hombre. El color rojo de las emociones y la sexualidad desenfrenadas típicas de la adolescencia, el blanco del trabajo y el vivir dentro de la ley, y el color negro de la madurez en la que la compasión y la humanidad tienen la posibilidad de florecer. Bly cuenta que Lincoln en los últimos años de su mandato presidencial iba siempre vestido de negro. Había vivido muchas cosas. Ya no estaba dominado por sus emociones (rojo) ni por los principios externos o las leyes (blanco) así que dejó de hacer reproches y desarrolló un sentido del humor brillante y filosófico. Podemos reconocer a un hombre que ha empezado a dirigirse hacia el color negro porque nos inspira verdadera confianza. Ya no muestra rincones oscuros porque ha incorporado plenamente a su sombra.
Robert BLY en «Iron John».

 

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