Bly hace una gran distinción entre el hombre salvaje y el bruto. Este último destroza su entorno, abusa de las mujeres y vuelca sobre el mundo su desesperación interior llena de desconfianza y de odio hacia los demás. El hombre salvaje, en cambio, ha sido preparado y sabe cuáles son los puntos que más hieren por este motivo, se parece más a un sacerdote zen o a un chamán que a un salvaje. El hombre salvaje es la mejor expresión de la masculinidad mientras que el bruto representa la peor. Bly piensa que la moderna manera de pensar acerca de la armonía y de una mayor concienciación representa una peligrosa atracción para los hombres más ingenuos. La mitología nos llama a vivir la vida plenamente, con sangre y lágrimas. La manera de realizarnos plenamente consiste en centrarnos en una sola cosa preciosa ya sea una idea, una persona, una historia o una pregunta y tomar la decisión de seguirla a toda costa es la señal de la madurez. Cuando tomamos una decisión clara el rey que tenemos dentro despierta y por fin sacamos a la luz todos nuestros poderes.
Si la energía del guerrero no es honorada y encauzada acaba expresándose mediante peleas de pandillas, violencia de género, pedofilia y sentimientos de vergüenza. Bien utilizada, en cambio, puede convertirse en una fuente de deleite para todos.
Hasta los veinte y los treinta años un hombre puede mariposear ya que en su imaginación nada le puede retener. Pero, para que un hombre se vuelva cabal tiene que haber algo que le desgarre, una herida que le permita el acceso a su alma. Bly dice que el contacto con el dolor y la pena es tan vital para la potencialidad del hombre como lo sería la capacidad de volar en el aire.
En Iron John, el príncipe disfrazado de caballero monta un caballo rojo, luego uno blanco y al final uno negro. Estos colores tienen una progresión simbólica y lógica con relación a la vida de un hombre. El color rojo de las emociones y la sexualidad desenfrenadas típicas de la adolescencia, el blanco del trabajo y el vivir dentro de la ley, y el color negro de la madurez en la que la compasión y la humanidad tienen la posibilidad de florecer. Bly cuenta que Lincoln en los últimos años de su mandato presidencial iba siempre vestido de negro. Había vivido muchas cosas. Ya no estaba dominado por sus emociones (rojo) ni por los principios externos o las leyes (blanco) así que dejó de hacer reproches y desarrolló un sentido del humor brillante y filosófico. Podemos reconocer a un hombre que ha empezado a dirigirse hacia el color negro porque nos inspira verdadera confianza. Ya no muestra rincones oscuros porque ha incorporado plenamente a su sombra.
Robert BLY en «Iron John».