Csikszentmihalyi ante la pregunta de por qué es más difícil ser feliz responde que lo es porque el universo no fue hecho para nuestra felicidad. Las religiones y las mitologías han sido creadas para proporcionarnos algo de seguridad ante este hecho pero el conocimiento de primera mano revela su verdad cruelmente una y otra vez. Afirma que es mejor concebir el universo en términos de orden y caos (entropía). El hecho de que un ser humano saludable encuentre agradable el orden nos da una pista sobre su valor intrínseco y sobre su papel en la creación de la felicidad. Llevar el orden a la consciencia, controlar la mente es entonces una llave hacia la felicidad. El autor empezó su investigación en base a la pregunta ¿cuándo está la gente más feliz? El resultado fue que los mejores momentos no acontecían por azar según el capricho de los eventos exteriores sino que podían ser razonablemente previstos en relación al desarrollo de determinadas actividades. Las actividades de valor más elevado que al ser emprendidas eliminan las preocupaciones o los pensamientos relacionados con cualquier otro asunto fueron definidas como experiencias óptimas o simplemente fluir. Tú y yo podemos reconocer nuestras experiencias de flujo por una simple característica: son aquellas que parecen parar el tiempo. Paras de actuar y simplemente actúas. La lección de la experiencia óptima es que estamos genuinamente felices mientras tenemos el control.
La investigación del autor descubrió algo fascinante sobre la experiencia del fluir y es que tras cada experiencia una persona se convierte en algo más que la persona que era anteriormente. Cada elemento que se absorbe así como cada perfeccionamiento de una habilidad ensanchan la personalidad y le otorgan un orden superior conformando un individuo cada vez más extraordinario. Eso explica por qué las experiencias del fluir pueden resultar adictivas porque la vida sin ellas parece estática, aburrida y falta de significado. La felicidad y el sentimiento de propósito pueden incrementarse sencillamente haciendo más de lo que nos gusta hacer. Resume que el sentido de la vida es todo aquello que tiene sentido para mí.
Con el incremento de la prosperidad, si una mayor parte de la población se empeña en hacer lo que más ama, toda nuestra actitud hacia el tiempo acabará cambiando. El tiempo dejaría de estar dividido por los modelos productivos de una cultura industrial con su estricta segregación entre trabajo y ocio. El tiempo sería determinado por nuestra actitud individual y subjetiva hacia la actividad concreta en la que estamos empeñados discriminando entre las actividades que inducen el fluir y las que no lo hacen.
Mihaly CSIKSZENTMIHALYI en «Fluir».