Campamento Taga XV: agua constantemente (y II)

Una excursión realizada el 20 de julio de 1978.
Miércoles día 19 de julio de 1.978.
Como es natural después del esfuerzo de ayer [verlo en la crónica de la excursión del Aneto por Coronas] nos levantamos tarde a eso de las diez con un precioso día por delante. Una vez desayunados es importante la tarea de reparar las tiendas, de la cocina, ir a buscar leña, lavar los platos, enderezar el mástil y cualquier otra actividad que pueda empezar con la erre o con cualquier otra pero que nos producen una satisfacción especial. Y para no acabar con la tónica impuesta por la erre recibimos numerosas visitas internacionales de alemanes, ingleses y yugoslavos que van todos buscando la «estrada» o «camino internacional» o como sea que va al Hospital de Benasque y alguna que otra más familiar como es la de nuestro amigo Pito G. que por lo visto no ha perdido la locura de subir montañas y se ha acordado de visitar nuestro campamento que ya lleva 15 años de vida. Después del café para pasar el rato nos embarcamos a explicar aventuras de miedo psicológico preparado, de escalada del Braxman y chistes dodecafónicos del Pedro P.
Jueves día 20 de julio de 1.978.
Nos levantamos a las cinco. Hace un viento fresco y sano. Nos equipamos debidamente y emprendemos el camino hacia el Hospital unos a pie por la carretera asfaltada en algunos tramos y otros en coche por la pista de Los Baños. La cascada de Remuñe sigue presidiendo el valle homónimo y todo el valle del Ésera mensajero insaciable de la virginal frescura de las cumbres. Unos sombreros de vapor matinal, ahora que los sombreros ya sólo los llevan los mexicanos y de vapor (al menos lo parece) son los vestidos de moda de este año, cubren los pequeños estanques del llano de este mismo nombre difuminando amablemente por el polvo inmerecido causado por nuestros vehículos al cruzar este bello paraje. Los coches los dejamos delante de una puerta que pone con letras muy grandes prohibido aparcar a las siete menos cuarto. En el complejo refugístico de La Renclusa encontramos unos perros con unos ladridos afónicos y un hombre grande con igual afonía que dice «Anetu?» y que nosotros afortunadamente le podemos contestar con un clarito «Alba».
Empezamos a pisar la nieve a los 2200 metros. Los ibones de Paderna duermen en paz a la sombra del espigado y pétreo pico que lleva su nombre. El fuet, el queso y la leche nos ponen en condiciones de superar con el sudor que el día prevee la dura subida que vamos a emprender. Superando la depresión en la que estamos inmersos un espectáculo alucinante de nieblas tranquilas aparecen tras el Puerto de Benasque. El camino que lo sube en unas ingeniosas curvas y el glaciar de la Maladeta nos dejan maravillados. Mientras saltamos por el canchal y Jaume C. (mi profesor de gimnasia) se entretiene a perseguir perdices nivales (tiene la «pájara»), aunque no se atreven a levantar el vuelo, PK va sufriendo por los cinco que hoy han decidido subir al Puerto de Benasque.
El acceso a la cresta norte del Pico de Alba por el glaciar se presenta muy empinado y no muy claro debido a la presencia de una rimaya. Por eso hacemos reunión en unas piedras, comemos un poco y sale una primera avanzadilla de dos personas a inspeccionar la vía a seguir. Cuando llegan a una ancha brecha que forma la cresta avisan que suba una cordada de cuatro con crampones. Una vez en la cresta y superada una corta subida de piedras sueltas que hay después de la nieve el grupo se desata y va flanqueando por el lado oeste de la cresta cogiéndose en las piedras más seguras y animando a un PK que está afectado por otro «mal de muntanya» que le produce amnesia. Siguiendo con la tónica de encuentros fortuitos Robert se encuentra con un cordino dejado por algún aficionado a los rápeles. El altímetro del Gerald va dando cifras bastante razonables pero que según como se mire pueden dar falsas esperanzas como es el caso de que marca un 30 queriendo decir 3030 y algunos lo interpretan como que faltan 30 metros para la cumbre. Una canal de piedras bastante seguras y grandes nos conduce de nuevo a la cresta y a partir de aquí ésta ya no presenta grandes dificultades hasta la cumbre. Llegamos a la una.
Un trago corto, unas fotos, las nieblas inamovibles de la zona francesa, los tres compañeros que han llegado hasta el final del glaciar, la cresta afilada y clapeada de nieve, la nieve hasta el pie del Diente de Alba y las Maladetas, el Posets difuminado por las nubes, las cabezas pétreas peladas y colgadas de los temibles Crabioules, Maupás y Boom, las paredes claras y lisas de la Aguja Blanca y los Ibones de Alba y de Villamuerta perdidos y casi ignorados en medio de tanto monte tresmilero.
La bajada no tiene más alicientes que los propios del piolet ramage y otros estilos más espectaculares y desafortunados pero que son entretenidos y hasta algo amables para el que se lo ve de lejos. En La Renclusa unas mulas poco simpáticas nos miran con una cara de extrañeza que las vacas nunca la pondrían y unas cervezas a diez duros nos hacen rascar un bolsillo bastante roto. La bajada hasta el refugio la liquidamos en hora y media y el trozo que nos falta hasta los coches se ve amenizada por las nieblas tranquilizadoras que se dejan caer calmosas por el lado español del Puerto de Benasque. Después la luz roja de la gasolina mantiene intrigados a los ocupantes del 127 y al final hasta Alfonso nos tiene que dar un golpe con el pie. Las dos expediciones llegan al campamento a la misma hora y nos encontramos con la agradable sorpresa de que los tres que se han quedado han tenido la amabilidad de ordenarlo todo, lavar los platos e incluso nos han preparado la comida. El baño, la comida y un pródigo partido de fútbol en goles nos ponen a tono.
El fuego nocturno tiene una primera parte muy emotiva de despedida a Gerald con vino, la dedicatoria de Pedro P. con un canto de «cuando un amigo se va» y unas poesías montañeras de este chico que se cansa tanto subiendo a las montañas pero que siempre quiere regresar. Y una segunda con relatos de excursiones pasadas y próximas junto con la trágica notícia de la muerte de uno de nuestros vecinos corazonistas en un accidente ocurrido hoy en la montaña.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

Camino a la ley universal del universo

Si está cansado de los libros de autoayuda modernos el Dhammapada es una antigua fuente de sabiduría y una de las grandes obras de espiritualidad. La difusión del Budismo fue garantizada porque el Maestro indicó unas cuantas prácticas claras que prometían la eliminación del sufrimiento para siempre. Esta era claramente una idea revolucionaria y sigue siéndolo. La promesa de una vida sin dolor sigue teniendo un extraordinario atractivo. Buda tuvo éxito porque sus enseñanzas iban más allá de un tiempo y una cultura determinados ya que se refieren a la naturaleza esencial de la condición humana y de nuestra relación con el universo.
El libro simboliza perfectamente la eternidad y la accesibilidad. Son una serie de pensamientos inspirados. Se ha sugerido que mientras el Nuevo Testamento tiene la energía de un hombre joven que quiere transformar el mundo el Dhammapada tiene la sabiduría, la serenidad y la paciencia de un hombre mayor. Abarca temáticas tan intemporales como son el placer, la felicidad y el mal con un estilo directo y que no es académico.
Es nuestro deber librarnos del odio, de la enfermedad y de la inquietud. Esto no se debe hacer rechazando el mundo sino cultivando el amor, la sabiduría y la calma interior. El estado ideal es alimentarse de alegría que puede ser autogenerada. No tenemos que depender de los acontecimientos y de las condiciones del mundo para ser felices. Haciéndonos independientes nos hacemos capaces de ver que la ambición y la posesión son vias inferiores hacia la felicidad.
El sufrimiento surge de lo que queremos igual que el miedo. Deberíamos saber que los deseos fuertes tienen un precio. Si observamos la naturaleza transitoria del mundo y si aceptamos todo lo que nos viene podemos reducir el apego y en consecuencia también el miedo y la infidelidad.
La disciplina es una pieza clave.
La idea de dejar atrás la vida normal y convertirse en ermitaño a veces puede parecer muy atractiva. Pero afirma que refugiarse en la soledad es un signo de egocentrismo o de miedo. Es mejor confrontarnos con los desafíos del trabajo y de la vida familiar y es a través de ellos que podemos alcanzar la iluminación.
Las famosas cuatro verdades son centrales en el Budismo porque son las recetas para acabar con el sufrimiento:
dot Que la felicidad y el sufrimiento son estados condicionados.
dot Que tienen una causa.
dot Que tienen un final.
dot Que la manera de acabar con ellos es por medio de la práctica del octuplo sendero hacia el nirvana.
El óctuplo sendero implica:
dot Recta percepción.
dot Recto pensamiento.
dot Rectas palabras.
dot Recta acción.
dot Rectos medios de subsistencia.
dot Recto esfuerzo.
dot Recta atención.
dot Recta meditación.
Las afirmaciones del libro quizás más importantes podrían ser las siguientes:
«Porque el odio no es vencido por el odio: el odio es vencido por el amor. Esta es una ley eterna.»
«Domina la ira con la ausencia de ira, domina el mal con el bien. Vence al avaro siendo generoso. vence al mentiroso con la verdad».
BUDA en «El Dhammapada».

 

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