Lo que me escribe Robert el 20 de diciembre de 1981.
(…) El motivo fundamental es explicarte la última aventura de la que me parece ya sabes alguna cosa.
A lo mejor te puede ayudar más el que te incluya los horarios y que te los vaya comentando. Igual son incomprensibles, aunque no lo creo. Fuimos Joan, su primo, Miquel R. y yo.
Viernes: salida de Barcelona a las 16.00, refugio de pescadores al lado del túnel de Viella a las 21.00 (aquí pasamos la noche).
Sábado: salida del refugio a las 9.00, port de Rius 12.45, port d’Estany de Mar 16.00, refugio metálico de la bretxa Peyta 21.00.
Si coges un mapa creerás que somos unas «tortugas cojas», pues no. Te explico: al principio nos lo cogimos con calma, disfrutando del paisaje y de los estanys. Según las guías tardaríamos unas 6 horas. Pues a subir. Entonces nos pusimos a buscar un atajo. El terreno es bastante abrupto, la nieve nos llegaba a la cintura y a veces más arriba (nunca bajó de las rodillas). La piedra estaba helada totalmente y para colmo oscurece y no hay Luna. Nos turnábamos para ir abriendo paso, trabajo muy agotador (en verdad no había nunca luchado tanto como esa vez). Íbamos con una idea fija en la cabeza: llegar al refugio. Era lo único que me movía a intentar avanzar en esa sopa. Pero como ese no fue nuestro día todavía hay más: el final de la brecha no tiene nieve, es peor, piedra totalmente descompuesta y además cubierta de «verglaç» (en algunos lugares la capa de hielo tenía más de un par de centímetros). Era bastante vertical, sin Luna y sin frontales. Ya te puedes imaginar. Miquel y yo llegamos una hora antes que los demás. Yo funcionaba con el «piloto automático». Pusimos una cuerda fija para Joan y para Josep. Empezaba a hacer mucho frío. Cansados como estábamos tuvimos que fundir nieve, tardamos tres horas en poder apagar la sed. Esto sí: el metálico es una delicia. Estuvimos con dos franceses muy simpáticos que iban a escalar el Pa de Sucre. Encontré nuestras firmas en el libro del mes de septiembre de 1979.
Domingo: salida del metálico a las 9.00, pie de la pared 10.00, cima del Besiberri Nord 11.30, pie de la pared 12.45, salida 13.00, estany 14.15, pleta del riu Malo 15.15, presa de Cavallers 16.00, Caldes 16.45, Erill la Vall 18.30 y Barcelona 01.00.
El plan era ir después del Besiberri Nord al Central por la brecha Trescazes lo que implicaba una larga travesía de nieve en muy mal estado y bajar otra vez al túnel de Viella. La cresta del Besiberri Nord al Central descartada en invierno y en verano cuando quieras aunque es necesario conocer pitonar y rapelar. En la subida me puse en un diedro de III+ con un poco de nieve en medio de la progresión pero es seguro. Cuando estaba el primer pitón colocado y preparado para asegurar me dijeron que por allí nada y que no les engañaría a subir por allí. Bajé en rapel hasta abajo (la primera vez que uso un pitón). La pared es muy segura y aérea. Además hacia un día muy bueno. Era de I y de II la escalada pero no es apta para empezar. Hay lugares que impresionan mucho. A la bajada estuvimos a punto de hacer un rapel y cuando estaba montado dijeron que no se fiaban. Era extraplomado y no se veía la cuerda por abajo. Bajamos muy cerca de la arista NE.
Era muy tarde, la nieve estaba podrida, estábamos un «poco» agotados … decisión: bajaremos por riu Malo y llegaremos en auto-stop hasta el túnel. Llegamos a Caldes y todavía no habíamos visto a ningún coche. Allí uno cogió a Joan hasta el túnel y nosotros seguimos bajando mientras hasta Erill. Nos encontramos de nuevo y de regreso a casa con una ascensión más. (…)
Semana llena de trabajo y exámenes pero de días maravillosos y noches frías. Nada puede impedir algo cuando se desea de veras, cuando se quiere ir a la montaña de verdad. Así como ni MP, ni Josep Ma., ni Paco G., ni PK, ni yo mismo hemos estado nunca en el Puigmal decidimos subirlo a pesar de todas las adversidades.
Para ir a Nuria hay que coger el cremallera o las piernas. Descartada la primera posibilidad por los retrasos y producto de las numerosas curvas de las carreteras de la provincia de Girona, que son los mareos de Miguel y Josep Ma, decidimos subir andando. Dado que casi oscurece, finalmente, nos esperamos en la estación de Queralbs con el objeto de coger el último cremallera. Llega casi una hora más tarde. Mientras esperamos hacemos la sopa pasando la mano por la cara a una chica que, posiblemente por el hambre, se ha dado cuenta que el agua ya hervía y que debíamos tirar ya los polvos. Ya aquí empezaremos a ver que los «xavas» tienen mucho de «flatus vocis» y pocas obras.
Llega el primer cremallera: sólo se puede subir al primer vagón y debemos esperar al segundo. De la gente que se espera hay de todos tipos. Predominan los barbudos y, en cuanto al equipaje, hay quienes llevan esquís, esquís cortos, piolet, bastón o incluso quien no lleva nada. Eso sí: todo el mundo lleva más ganas de hablar que dormir. Llega el segundo cremallera y podemos subir los cinco, entre empujones, a un mismo vagón aunque deberemos hacer el viaje de pie. Cuando se acerca el cobrador hemos de retirar las mochilas para, una vez ha pasado al siguiente vagón, volverlas a dejar en el mismo sitio. Crece la impaciencia. Los «xavas» ven candelas de hielo y nieve y sólo miran cómo se lo pueden hacer para cogerlas. De vez en cuando una señora logra estirar una candela y luego se la pasan, de unos a otros, como si fuera un gatito (por cierto una niña llevaba uno de felpa que incluso lo acariciaba). Otro impaciente abre la puerta y se divierte pasando el pie por la nieve: parece que no deja marca. Por fin cruzamos el último túnel y aparece el valle de Nuria nevado y desnudo. Nos apresuramos a bajar del tren para ir a buscar sitio al refugio a la carrera.
Siguiendo a los que han bajado antes que yo llego al primer refugio que encuentro. Antes de dormir, o de pretenderlo, hay que pagar porque me parece que sino nadie pagaría. Imagínatelo, si pagando para dormir, y por anticipado, ya hay quien no duerme en toda la noche: si no cobran por anticipado ya seguro que nadie dormiría. En el refugio hay 25 «xavas» que piensan subir al Puigmal o al Infierno y nosotros. Hay una estufa que calienta bastante, tres pisos de literas, dos mesas con sus respectivos bancos y un par de taburetes. Extendemos los sacos y vamos al bar.
Decidido y descarado el camarero no nos hace esperar y nos apaga pronto la sed. Con cuatro gritos se acercan las bebidas volando o rodando por el mostrador. El panorama del bar tiene mucho amarillo y rojo. Quiero decir que hasta hace bien poco llevar tirantes o elásticos era pasado de moda y ahora ya resulta que no lo es y, sobretodo, si éstos forman la bandera catalana. Esto también son «flatus vocis» o apariencias puesto que de patriotas lo tienen muy poco o nada dado que para criticar ya se sabe que son muy buenos y para ensuciar con sus palabras o papeles todavía lo son más.
Volvemos al refugio. Es una delícia contemplar el valle desde el lago helado que gracias a personas que son más patriotas, que de los que criticábamos anteriormente, hoy no cubre todo lo que es la explanada del Santuario.
Antes de acostarnos preparamos las mochilas y tres catimploras con limonada, naranjada y leche que nos irán muy bien. Lo que no nos irá tan bien es lo del dormir.
Después de suplicar, buena parte de los que pretendíamos dormir, el silencio y que apagaran la luz un buen corazón la apaga, hecho que deberá repetir tres o cuatro veces más ya que una vez la luz estaba apagada al poco la volvían a encender. Aún y con la luz apagada el diálogo continuaba si bien se limitaba a unos círculos más reducidos y sin conexión. Una de las múltiples súplicas de silencio fue por una causa muy sugestiva: «¡por las barbas de San Juan!» y la carcajada conectó, de nuevo, los diálogos que se entonaron más vacíos y sensuales que hasta el momento. Los de nuestro lado izquierdo trataron, equivocadamente, de «valencianets» a los de la otra parte del refugio. Cerraron la boca pero no tardaron en repetirlo sensualizado. La respuesta no se hizo esperar con un «-¿fal.là galego?-» pero resulta que hablan catalán como ellos y más valdría que no lo hablen para ensuciarlo como lo hacen.
Entre las múltiples cosas, de todos tipos, que han pasado esta noche merece señalar que unos la han aprovechado para escalar la pared de la iglesia y los del compartimento contiguo después de hacer durante bastante rato de coro a una guitarra han hecho de coro al diálogo puesto que no han parado en toda la noche.
A las tres salía un servidor al lavabo y contemplar el cielo, más estrellado que nunca, y al cabo de dos horas estaba desvelado otra vez. A las seis menos cuarto se levantan nuestros vecinos por lo que nosotros también adelantamos nuestra salida. Con cuatro zancadas subimos, con nieve dura, hasta el Collet Verd. Allí presenciamos la salida del Sol y comemos alguna cosa. Después continuamos por la Coma de l’Embut. La nieve es dura. Cruzamos el río dos veces. Se ve el río aunque cubierto de nieve. También se ve detrás nuestro como vienen dos grupos más. Un poco más arriba nos apercatamos que hay una tienda plantada sobre la nieve. Salen cuando pasamos nosotros por allí. Llegamos hasta el pluviómetro. Aquí, una vez más, se ve la incultura y la falta de educación de mucha gente: hay un agujero bastante grande hecho con un golpe de piolet además de estar envuelto de firmas que muestran el afán de los excursionistas de dejar un rastro por allí por donde pasan. Medio cubierta por la nieve hay una cruz último recuerdo de alguna víctima anónima de la montaña. Mirando atrás ya se dominan los valles del Nou Creus, Nou Fonts, Eina y Finestrelles.
A Paco le empieza a doler una pierna debido a que ayer en la estación tropezó con un escalón. Es por ello que debemos subir muy despacio parando amenudo y descansando. Menos mal que llevamos la limonada y podemos beber un poco al mismo tiempo que hacemos algunas fotografías al Pic del Segre. Ya se empieza a vislumbrar la Cerdanya. A pesar de todo llegamos al Puigmal antes que muchos otros que han subido por lo recto y no les hace daño la pierna. Nosotros hemos seguido las marcas de los crampones de Josep Ma. que también, a veces, se enfilan por lo derecho. Unos han tardado tres horas y tres cuartos para subir y nosotros cuatro horas y cuarto contándolo todo.
La vista es maravillosa a pesar de que no se divisen las montañas de Lleida aunque sí todas las de Girona: Taga, Balandrau, Gra de Fajol, Bastiments, Costabona, Infern, Torreneules, y, Nou Creus, Nou Fonts, Pic d’Eina, Torre d’Eina, Finestrelles, Pic del Segre, es decir, toda l’olla de Nuria. A parte, el Canigó, el Carlit, el Puigpedrós, la Tossa Plana de Llés, Pic de la Muga, cercle d’En Valira, el recortado macizo del Cadí, el Pedraforca, la vall de la Molina con la carretera blanqueada, etc. Todo una ristra de preciosidades que si nos hubiéramos quedado en el refugio, como muchos, ahora no veríamos si vale la pena cansarse un poco. Incluso a Paco por unos momentos no le hace daño la pierna y podemos hacer algunas fotografías.
Es tarde y debemos bajar. Ahora la nieve está blanda y de vez en cuando te hundes. Hace un Sol que quema y hay que quitarse el jersey. Los de la tienda ya la han doblado y nos adelantan. Resbalo en una ocasión. Paco tiene sed y se queda atrás. Cuando llego al collado, desde donde hace bien poco me habían gritado mis amigos, oigo tocar las campanas. En diez minutos llego a Nuria.
PK y Paco bajan en el cremallera mientras los demás lo hacemos a pie por la vía. Los túneles son un poco oscuros pero lo más destacable que hay son las cascadas de hielo como la de Fontalba. Pero los hombres somos un poco despistados y después de preparar la máquina para la foto la cierro sin disparar. Comemos y en un poco más de una hora llegamos a Queralbs. Nos cambiamos y bajamos a comer a Capdevànol desde donde se ve el Puigmal que lo hemos subido un 29 de febrero de 1976 cosa imposible de repetir hasta el año 1980: ¡vale la pena!