Lo que me escribe Robert el 20 de diciembre de 1981.
(…) El motivo fundamental es explicarte la última aventura de la que me parece ya sabes alguna cosa.
A lo mejor te puede ayudar más el que te incluya los horarios y que te los vaya comentando. Igual son incomprensibles, aunque no lo creo. Fuimos Joan, su primo, Miquel R. y yo.
Viernes: salida de Barcelona a las 16.00, refugio de pescadores al lado del túnel de Viella a las 21.00 (aquí pasamos la noche).
Sábado: salida del refugio a las 9.00, port de Rius 12.45, port d’Estany de Mar 16.00, refugio metálico de la bretxa Peyta 21.00.
Si coges un mapa creerás que somos unas «tortugas cojas», pues no. Te explico: al principio nos lo cogimos con calma, disfrutando del paisaje y de los estanys. Según las guías tardaríamos unas 6 horas. Pues a subir. Entonces nos pusimos a buscar un atajo. El terreno es bastante abrupto, la nieve nos llegaba a la cintura y a veces más arriba (nunca bajó de las rodillas). La piedra estaba helada totalmente y para colmo oscurece y no hay Luna. Nos turnábamos para ir abriendo paso, trabajo muy agotador (en verdad no había nunca luchado tanto como esa vez). Íbamos con una idea fija en la cabeza: llegar al refugio. Era lo único que me movía a intentar avanzar en esa sopa. Pero como ese no fue nuestro día todavía hay más: el final de la brecha no tiene nieve, es peor, piedra totalmente descompuesta y además cubierta de «verglaç» (en algunos lugares la capa de hielo tenía más de un par de centímetros). Era bastante vertical, sin Luna y sin frontales. Ya te puedes imaginar. Miquel y yo llegamos una hora antes que los demás. Yo funcionaba con el «piloto automático». Pusimos una cuerda fija para Joan y para Josep. Empezaba a hacer mucho frío. Cansados como estábamos tuvimos que fundir nieve, tardamos tres horas en poder apagar la sed. Esto sí: el metálico es una delicia. Estuvimos con dos franceses muy simpáticos que iban a escalar el Pa de Sucre. Encontré nuestras firmas en el libro del mes de septiembre de 1979.
Domingo: salida del metálico a las 9.00, pie de la pared 10.00, cima del Besiberri Nord 11.30, pie de la pared 12.45, salida 13.00, estany 14.15, pleta del riu Malo 15.15, presa de Cavallers 16.00, Caldes 16.45, Erill la Vall 18.30 y Barcelona 01.00.
El plan era ir después del Besiberri Nord al Central por la brecha Trescazes lo que implicaba una larga travesía de nieve en muy mal estado y bajar otra vez al túnel de Viella. La cresta del Besiberri Nord al Central descartada en invierno y en verano cuando quieras aunque es necesario conocer pitonar y rapelar. En la subida me puse en un diedro de III+ con un poco de nieve en medio de la progresión pero es seguro. Cuando estaba el primer pitón colocado y preparado para asegurar me dijeron que por allí nada y que no les engañaría a subir por allí. Bajé en rapel hasta abajo (la primera vez que uso un pitón). La pared es muy segura y aérea. Además hacia un día muy bueno. Era de I y de II la escalada pero no es apta para empezar. Hay lugares que impresionan mucho. A la bajada estuvimos a punto de hacer un rapel y cuando estaba montado dijeron que no se fiaban. Era extraplomado y no se veía la cuerda por abajo. Bajamos muy cerca de la arista NE.
Era muy tarde, la nieve estaba podrida, estábamos un «poco» agotados … decisión: bajaremos por riu Malo y llegaremos en auto-stop hasta el túnel. Llegamos a Caldes y todavía no habíamos visto a ningún coche. Allí uno cogió a Joan hasta el túnel y nosotros seguimos bajando mientras hasta Erill. Nos encontramos de nuevo y de regreso a casa con una ascensión más. (…)
Pocas veces he salido de excursión solo y esta vez ha sido una de ellas. Según mi madre, que aún tiene humor de leer los periódicos, en el día de hoy aparece un artículo en la prensa que dice que no hay que salir sólo a la montaña. Como a lo largo de mi vida me ha gustado sistemáticamente ir a la contra de todo lo que se supone que hay que hacer yo atiendo estas sabias indicaciones haciendo lo que no hay que hacer. La verdad es que no me lo he pasado mal dejando aparte el terrible calor que se notó ya desde las nueve de la mañana y de una acidez importante en el estómago resultado de un experimento culinario poco afortunado. Sería eso de las seis de la mañana, o algo antes, que estaba exprimiendo unos limones, cuatro para ser exactos, en mi cocina. Como ya sabía que iba a pasar mucho calor y que últimamente sufro unos ataques de sed impresionantes en la montaña no se me ocurre nada mejor que prepararme una limonada natural para combatir la futura sed. El resultado del concentrado de limón junto con una buena dosis de azúcar y una pequeña cucharadita de sal lo pongo en mi cantimplora y espero a añadirle agua a que llegue al Pirineo y recojerla de cualquier fuente o riachuelo. Otra cosa que no hay que hacer porque resulta que puedes salir contaminado … Pero como a estas alturas de mi vida ya debo estar requete-contaminado disfrutaré de una refrescante y fría bebida durante todo el día. Absorto en este pensamiento acabo de preparar la mochila y, un poco antes de las siete de la mañana, salgo por el portal. Sé que es algo antes de las siete porque la panadería que tengo delante de mi casa, aún y siendo domingo, no ha abierto sus puertas al público. Aunque tiene ya la luz abierta y, según tengo entendido, puedes intentar comprar lo que puedas necesitar si tienes un poco de paciencia después de llamar a la puerta. Y es que hoy día lo primero es el trabajo y luego la diversión. Aunque suelen ser los que acaban de divertirse los primeros clientes de los primeros que empiezan a trabajar. Pienso que quizás puedo comprarme algo de pan o algún que otro bollo pero la verdad es que voy ya desayunado y con el estómago lleno dicen que se suele comprar menos. Algo de verdad debe tener este dicho puesto que yo no compro nada y me voy al coche directamente.
Salgo de Girona cruzando una ciudad desierta. En la entrada de la ciudad no están los «Mossos» haciendo soplar al personal por lo que pienso que ya voy un poco tarde pero tanto da. Hoy no funciono al ritmo del reloj. Tengo tiempo de disfrutar de un amanecer algo sombrío porque todavía queda un cielo encapotado como continuación del mal tiempo que hizo ayer. Pienso hay que tener algo de fe en las predicciones del tiempo pero la verdad es que todos los pronósticos apuntan para el día de hoy un tiempo magnífico. ¡A ver si será verdad! La carretera me la conozco de memoria y voy más absorto en mis pensamientos que en la ruta que hay que seguir. Son algo menos de dos horas lo que hay de coche desde Girona hasta el aparcamiento de las pistas de esquí de VallTer 2000 por lo que llegaré sin ningún imprevisto remarcable a eso de las nueve menos cuarto de la mañana.
La cuestión es que voy todo el trayecto algo adormilado y se me queda en la cabeza eso del trabajar de la panadera y de un pensamiento salto a otro. Me viene a la memoria la conversación que tuve el día anterior con el director de la caja por teléfono. Resulta que me dice que termina las vacacines hoy domingo y que se ha ido a trabajar anteayer viernes. Es raro, ¿no? Debo estar muy dormido pienso yo … ¿Cómo es posible que alguien que termina unas vacaciones hoy vaya a trabajar anteayer viernes? Le van a pagar lo mismo … ¿o no? ¿Y porqué lo ha hecho? Y si lo ha hecho es porque seguramente se ha pasado unas vacaciones de «perros» pensando que le han quedado cosas importantes pendientes a la caja. Pero ¿qué cosas importantes pendientes puede tener alguien que trabaja para una caja y que cobra lo mismo tanto si la caja tiene cosas importantes pendientes como si no las tiene? ¿Será lo que me ha dicho por teléfono una cosa importante pendiente de la caja motivo suficiente para que un director de una oficina disfrute de un día menos de sus preciadas vacaciones? La verdad es que sigo conduciendo muy adormilado y la cadena de pensamientos continua … Vamos a ver … Pero si a mi me ha llamado por algo que es una estupidez. Claro que es una estupidez a mi modo de ver las cosas. Supongo que al modo de ver de una caja mi tema es importante y requiere una pronta resolución caso contrario le ejecutaremos lo que tenga hasta que se quede en calzoncillos y tal y tal … ¡Oooooossstraaasssss! En definitiva: no estoy adormecido lo que estoy es soñando porque esto es metafísicamente imposible. Algo que para mí no es importante y para otro sea cuestión de vida o muerte, más de muerte que de vida, no puede ser posible en el mundo real. Pero una vez más en esta vida estoy equivocado. Analicemos la cuestión. Resulta que me ha llamado, preocupado, amenazante, agobiado y sin un día menos de vacaciones porque en una cuenta tengo unos novecientos euros en negativo desde no sé cuantos días … ¿y qué? le respondo yo algo alucinado. ¿Eso es algo novedoso o realmente importante que merezca una llamada agonizante? me pregunto yo algo idiotizado. ¿No verdad?. Pues resulta que es algo importantísimo tanto que el mundo puede llegar a una crisis económica de índoles incalculables … ¿Veis? Nunca os ireis a dormir sin saber algo más … Os lo anuncio: voy a ser yo el responsable por deber no sé cuantos días algo más de cien mil cochinas pesetas a la caja de que se vaya esta inocente entidad a la quiebra. Y como resultado de ello no habrá podido cumplir con sus acreedores y ellos a su vez a sus otros acreedores y así hasta el infinito momento en el que el mundo va a llegar a un paro económico de gravedades irreversibles. Y todo por mi culpa. Tranquil@s. No todo está perdido … Se va a poder evitar la hecatombe económica mundial. Continuando con mi simpleza telefónica le contesto al representante legal de una caja a punto de quebrar por mis pasivos … oye … ¿y por qué no traspasas el dinero que te falta de forma tan imperiosa de alguna de las otras cuentas que tengo en tu agónica entidad y la salvamos del fiasco? ¡En fin! Miserias del mundo aparte. Ahora que estoy despierto sigo sin entenderlo. Pero a lo tonto a lo tonto ya he llegado al aparcamiento de las pistas de esquí y empiezo a ver algo de normalidad a mi alrededor. Salgo del coche y a pesar de que voy sólo oigo un agradable «bon dia» que me pone en situación.
Con las botas puestas me pongo a caminar hacia las ruinas del antiguo refugi de Ull de Ter para llenar mi cantimplora de fresca y contaminada agua para terminar de preparar mi limonada. Delante mío hay un grupo de un club excursionista que ha llegado en autobús. Lo típico. Después de bajar se oyen los consabidos consejos y recomendaciones de última hora y el guía o cabeza de grupo se las pira a toda velocidad dejando a la peña distraída a su suerte. Hay una pobre chica que ha pensado al bajar del bus que necesitaba embadurnarse con la crema para protegerse del Sol y ha necesitado rescatarla del fondo de la mochila. Para ello ha tenido que deshacerla toda en medio del aparcamiento, embadurnarse y rehacer la mochila de nuevo. Mucha tarea es esta en un mundo en el que impera la velocidad puesto que al terminar esta cadena de innumerables cosas y mira en busca de los integrantes de su club resulta que ya casi no se ven el horizonte. No tardaré en verla dentro de una hora, extenuada del esfuerzo que representa poder intentar alcanzarlos, en el coll de la Marrana planificando su abandono en lugar de disfrutar del paisaje reinante.
Al poco rato y a un paso realmente lento llego a las ruinas del antiguo refugio después de subir un par de largas cuestas herbosas. Me paro. Lleno la cantimplora de agua. La agito. La cantimplora … evidentemente … Y bebo el primer sorbo de mi refrescante limonada … ¡Agggggggggggggg! ¡Más ácida imposible! ¡Esto quita la sed hasta al mismo Mahoma después de cruzar el desierto y de haber perdido todo su aliento! La relleno de nuevo de agua para rebajar la acidez todo lo que pueda y continuo por unos suaves repechos rodeado de vacas. Al final del llaneo se llega al camino que es el GR-11 y empieza la subida propiamente dicha al coll de la Marrana. La palabra camino no es lo que lo define mejor puesto que la cosa se parece más a una autopista que a un camino. Aquí ya se puede ver a más gente y se aprecia bien los diferentes tipos de aficionados a la montaña en una situación de crudeza sin igual. El Sol aplasta con su agobiante calor. La subidita de marras conduce al coll de la Marrana por lo que la pendiente de la subida es una «marranada». No es que sea lugar de paso del Tour pero en este tramo se suelen ver todas las miserias de la humanidad. Veo a una familia con el padre delante cargado con la mochila, los hijos quejándose a pesar de que no llevan mochila y allí, rezagada, a la madre que está dudando del porqué de su existencia viendo a sus seres queridos allí en la lontananza. Me adelanta un grupo de fornidos y jóvenes chicos vestidos todos con la misma kamiseta a todo «meter» y entre ellos una única chica con un paso igual de rápido que el de los machos y con la única diferencia de la kamiseta que, aparte de ser diferente, la lleva remangada al igual que los pantalones largos porque habrá pensado que hoy es una buena ocasión para rebajar alguna que otra caloría y es un buen momento para coger algo de morenez para su blanca piel. Unos minutos más tarde también me adelantará otra chica que ha perdido ya el tren de su grupo. Conozco a qué grupo pertenece por la kamiseta que lleva y entiendo que este es un buen sitio para rebajar esos molestos kilos que la sociedad se encarga de recordarnos que hay que perder y así mejoramos, de paso, la economía de los hospitales públicos. Como la subida es larga ya casi en la coronación del collado me alcanzan dos abueletes que han venido a pasar el domingo y haciendo uso de su incontestable experiencia ya van preguntándose si esas nieblas que se ven a lo lejos hoy van a derivar hacia una tremenda tempestad de consecuencias impredecibles. Aunque soy lento pero no tanto llego finalmente yo al coll de la Marrana y me los encuentro a todos retozando o recuperando el precioso aliento. No me entretengo mucho. Apunto los datos que me indica el GPS mientras muchos me miran intrigados y de reojo. Sólo un simpático y listo niño de unos cinco o seis años que sabe bien que el aparato que tengo entre las manos no es un móvil viene con toda naturalidad a preguntarme que es. Yo con la garganta algo dolorida por culpa de otro trago a mi exquisita y ácida limonada le contesto muy brevemente que es un GPS pero antes de que pueda explicarle algo más detalladamente su utilidad prefiere ir corriendo a preguntárselo a su madre que le reconoce desconocer qué aparato es un GPS. Mientras yo ya he recojido todos mis bártulos y emprendo camino hacia el coll de Tirapits siguiendo el GR-11.
Voy parando cada vez que encuentro algo que pueda ser de interés de medir con el GPS y me voy cruzando con la avanzada de otro grupo excursionista que ya van algo agobiados por la falta de agua y que van a poder saciar su sed en las fonts del Freser. En la cabaña de Tirapits aprovecho para comer aguna cosa y por uno de esos misterios que tiene la ciencia no se me queda grabado el punto en la memoria del aparato. No me doy cuenta de ello hasta que estoy ya en el coll de Tirapits y la verdad es que me da mucho palo volver a bajar para grabar el punto de nuevo. Paso de todo y me quedo analizando el paisaje. Me viene a la memoria lo mal que lo pasé aquí un mes de febrero del año 1979 haciendo la travesía Nuria – Setcases porque estábamos perdidos y también recuerdo lo que me comentaba en una carta mi primo Narcís que en este mismo sitio se perdieron aún y ser verano. No me extraña. El mapa está equivocado por lo que espero que mis datos GPS puedan servir algun día a alguien de ayuda. Me cruzo aquí con dos montañeros que aún y salir juntos de excursión cada uno va a su aire y a uno lo ves por aquí y al otro lo ves por allá pero que muy allá. No tanto como dos perdices que van muy juntitas y que no sé muy bien de qué marca son puesto que me llevan en plena coronilla una cresta de un rojo intenso que no había visto nunca. Ya se nota que no corre por esta zona mucha gente porque no huyen con mi presencia. A lo tonto a lo tonto llego a la primera cumbre del día el Pic Inferior de la Vaca (2832 m). Tiene muy buena vista hacia los Torreneules y la olla de Núria por un lado y hacia el Pic de l’Infern por el otro. En frente se empiezan a ver los lagos franceses y detrás quedan el Pastuira y el Balandrau.
Empieza aquí mi recorrido de hoy por unas cuantas cumbres de más de 2800 metros. A partir de aquí ya el camino deja el GR-11 y sigue ya siempre por la cresta cimera con pocas excepciones casi simbólicas. En la bajada al collado siguiente me encuentro de nuevo al grupo excursionista que me ha acompañado en la bajada del coll de la Marrana. Aquí la madre del niño que me preguntó qué era lo que tenía y que yo le dije que era un GPS no resiste su curiosidad. Me pregunta su utilidad y cuando comento que los datos van a ser publicados en una web ya me miran casi todos los del grupo con una cara de admiración que consigue disimular el evidente cansancio que tenían anteriormente. Más de uno dice que van a visitar mi web por lo que si leen la crónica aprovecho la ocasión para saludarlos. No sé por qué pero el jefe de este grupo que voy encontrando en estas últimas dos horas cada vez que me mira lo hace con una cara como si yo le hubiera hecho algo y estuviera dolido por ello … ¡En fin! Igual la cosa viene de mis anteriores reencarnaciones. No sé. Absorto en el pensamiento de la reencarnación dirijo mis pasos hacia el Pic de l’Infern. Me miro bien los repechones anteriores que hay antes de llegar a la cumbre para intentar descubrir el Pic dels Gorgs que aparece en el mapa de la Alpina. La verdad es que no lo se ver por ningún lado y concluyo que o es un pico fantasma o se trata de alguno de los repechones de la cresta que alguien lo debe considerar como si fuera un pico de verdad. Aún y seguir bastante por la cresta no sé resolver esta geográfica cuestión por lo que la voy a dejar como pendiente para resolverla en una próxima vez y después de estudiarme bien las fotos que he hecho hoy.
Llego al collado sur del Pic de l’Infern y me encuentro con otro grupo excusionista que llevan todos la misma kamiseta. Será que hoy va la cosa de kamisetas y yo no me he enterado. Hay un señor que se planta en el collado renunciando subir a la cumbre mientras comenta sus problemas de corazón y la cantidad de pastillas que debe tomar una y otra vez a casi todos los miembros del grupo a medida que van descendiendo de la cumbre. Otro lo consuela comentando los problemas que le ocasiona su gorda barriga. También hay una chica en el grupo que desentona de la tipología general que se la ve muy a lo suyo en plan «flipe fotográfico». Veo que la cumbre después de tanto ajetreo me la han dejado para mí sólo y aprovecho para disfrutarla y comer algo acompañado de mi menos ácida limonada que la he podido hacer bebible gracias a que en las fuentes del Freser pude rebajar su ardor al rellenarla una vez más de agua. Eso sí cada vez antes de beber hay que agitarla bien. La cantimplora … evidentemente … más que nada para que el azúcar del fondo la suavice un poco. En la solitud de la cumbre oigo ruido a mi espalda. Es un simpático perro de un no tan simpático solitario excursionista francés. Y al rato llega otro algo más simpático excursionista solitario que me comenta el tremendo calor que hace hoy. Parece que todos llevan prisa y se quedan poco rato en la cumbre que está a 2880 metros. Yo como es la primera vez que sé seguro que la he subido después de muchos años de intentarla la disfruto algo más de tiempo y me voy sentado mirando un rato hacia alguna dirección diferente. Creo que como resultado de mi larga estancia puedo concluir que la mejor vista es hacia el lado francés.
Empiezo a bajar y la cosa va de parejas hasta que llego al Pic Freser (2843 m). La primera pareja es la del típico hombre que va como loco por la montaña de aquí para allá y la mujer que le intenta seguir bastante rezagada. Yo la saludo pero la pobre va tan cansada que no le sale ni tan siquiera un proyecto de saludo. La segunda pareja que me encuentro es de niñas que empiezan a ir por la montaña y van más de cháchara que de montaña. Y a la tercera pareja me la encuentro en el casi único lugar de la travesía que hay que utilizar las manos. Son dos abueletes que van preocupados por que no quieren que les pille la tormenta y nos quejamos de que ahora ya no hay nadie que se dedique a marcar los caminos. Total que estamos allí como tontos buscando el mejor paso posible. Pero como yo ya he hecho la mitad de la dificultad y ellos la otra mitad nos intercambiamos la información y así salimos todos airosos.
En la cumbre del Pic Freser ya no me encuentro más parejas me encuentro a un trío. Mientras una está preocupada porque no ve la cruz que indica que ha llegado a la cumbre otro comenta que le gusta mucho ir al Infierno. Después de leer en la guía excursionista la explicación del camino que deben realizar para ir al Infierno y confirmar que deberían estar en un sitio con una cruz repasan de nuevo todo lo leído con una brújula. Parece que no acaban de estar del todo seguros. Al final les acabo aclarando sus dudas indicándoles tanto el camino que deben tomar como que hace unos diez años yo ví justo en mis pies una pequeña cruz que hoy, efectivamente, ha desaparecido. Esperamos todos que no haya sido esta desaparición por algún fenómeno sobrenatural o infernal dado que estamos al lado del mismísimo Infierno. También comentamos que ellos hacen la travesía del Bastiments al Infierno y yo, en cambio, la hago en el sentido contrario. Discutiendo si puede ser mejor un sentido u otro acabamos concluyendo que el orden de los factores no altera el producto. Es decir, que cansado acabas igual de cansado tanto si lo haces de una manera como de la otra.
Una alegría grande en el día de hoy hubiera sido, por ejemplo, haber podido encontrar y tener de acompañante de excursión a la Araceli Segarra pero no ha sido así evidentemente. En cambio, gracias a que voy solo y alejado del bullicio que hacen los excursionistas en la collada de les Comes de Mal Infern me he encontrado, por primera vez desde hace muchos años por esta zona, a un solitario «isard». El encuentro ha sido de las cosas más entrañables que me han sucedido en esta vida. Resulta que al vernos por primera vez él me lanza como un grito y yo le contesto intentando imitarlo lo mejor que sé. Sorprendidos tanto el uno como el otro vamos «hablándonos» y consigo irme acercando a él lentamente hasta tenerlo a unos pocos metros. Realmente es un animal inteligente mucho más que muchos de los hombres que nos presuponemos inteligentes. A mi me fascina. Una vez llego a la collada ya no nos gritamos empezamos a jugar. Primero el juego va de mirarnos y escondernos. Cuando yo me acerco él se esconde retirándose collado abajo. Cuando yo me retiro hacia el collado él se me acerca hasta que consigue verme. Si me escondo se me acerca hasta que me ve y al revés. Luego el juego deriva a las proezas animalísticas. Aquí él me gana la partida. Empiezo haciendo un salto. Menos mal que nadie humano me ve … A continuación me imita con unos botes impresionantes. A partir de aquí, de verdad, ya alucino. Me pasa el tiempo volando y yo debido a las miserias de esta sociedad debo partir puesto que me queda una subidita nada desdeñable hasta el Bastiments (2892 m). Me acompaña durante toda la subida el isard que me sigue siempre a distancia. Vuelve a lanzarme su grito característico pero con un tono algo más melancólico. A mí me da mucha pena. Al final también le grito esperando que me salga un tono menos melancólico que el suyo. No sé si lo conseguí o no. Él esperaba mi despedida. Con mi último grito alzó sus orejas. Nos miramos. Y parece que regresó tranquilizado a su reino, a su aire y sin prisas. Yo me encamino hacia el mío la cumbre del Bastiments que me hará parar alguna que otra vez para cojer aliento y es que mi forma física ya no me perdona y debo hacer los últimos metros mucho más despacio que el resto de las subidas.
En la cumbre me encuentro francamente mal. Me empieza a doler la cabeza y tengo un ardor de estómago impresionante como resultado de la limonada de las narices. Sed lo que es sed no he pasado nada de sed pero la acidez de estómago me hace pasar un mal rato. Me obligo a comerme una manzana y me voy a la segunda cumbre del Bastiments medio «grogui». Allí me encuentro a un grupo de chicos y chicas que acaban de llegar. Les oigo decir que temen una tormenta. La verdad es que no estoy para conversaciones y no les digo nada porque me encuentro mal. Les iba a decir que no habrá tormenta hoy porque hay un isard arriba cerca de las cumbres de las montañas pero esto me requeriría un gran esfuerzo de pedagogía. Si quieres saber qué tiene que ver una cosa con la otra puedes verlo en mi artículo «Las vacas suben, los sarrios bajan; entonces … a las cuatro va a llover». Son las tres de la tarde. Mientras los chicos del grupo van a la segunda cumbre y las chicas se quedan en la primera yo bajo lentamente hacia el valle. No sé si es que estoy muy «grogui» o que pero me parece ver a dos que estan subiendo al Bastiments a estas horas. Fueran chico y chica pensaría que éstos se lo han pasado de miedo esta noche y después se han decidido subir pero como son dos chicos no entiendo nada. Si yo ya he pasado calor imagínate ellos. Siempre es un consuelo.
Me pongo el piñón fijo y empiezo a bajar lento pero sin parar hasta que llego al río que hay cerca de las ruinas del antiguo refugi d’Ull de Ter. El agua me reanima y me pasa algo el dolor aunque me va a acompañar hasta que llegue al coche. Pienso tomarme una aspirina pero al final prefiero superar la crisis sin ella. Llegaré al coche a eso de las cinco de la tarde pero a medida que voy llegando acaba apareciendo el otro tipo de colectivo que frecuenta habitualmente la montaña: el «botejara». Es decir, rollo familia incluidos normalmente abuelos, tíos y sobrinos que van a pasar el domingo al monte. A medida que desciendes hacia Setcases la cosa aumenta en «horterismo» puesto que acabas viendo al mismo tipo de familia pero incluyendo tumbona, mesa de camping y cesta de comida. Comprendo que es una actividad como otra, yo mismo lo he hecho, pero ponerse con la mesa a dos metros de la carretera ya es un poco patético, pienso yo, con la de sitios que hay en la montaña. Y es que hoy la gente sólo va hasta donde llega el coche y ni un metro más allá. Menos mal que el contrapunto lo ponen una pareja cargados con voluminosas mochilas que se ve de una hora lejos que están haciendo el trayecto del GR-11 hacia Setcases. Como no hacen autostop continuo. Me paro en la fuente que hay en la entrada de Setcases para beber y llenar la cantimplora de agua. Se acabó por hoy las limonadas. Y ahora ya sí sin parar voy bajando tranquilamente hacia Girona. Poco a poco se me va pasando el dolor de cabeza y la acidez de estómago hasta casi desaparecer.
Una vez llegado a casa me ducho y al poco rato llega mi ex que me trae a Néstor. ¿Dónde has estado que estés tan rojo? En la montaña. Papá, me dice mi hijo, la próxima vez que vayas a la montaña yo quiero ir contigo. Pues el fin de semana que viene nos vamos a intentar tú y yo el Montardo d’Aran …
Datos GPS de los puntos clave de la travesía desde el Coll de la Marrana
1º Despelleja a los demás y no permitas que nadie te haga sombra. Si quieres llegar a divo tienes que ser el mejor no basta con ser uno de los mejores.
2º Si con tu historial no tienes bastante … ¡miente! No tengas falsos escrúpulos. Por apuntarte paredes de clavo no haces daño a nadie.
3º Desclava y machaca los buriles de las vías que hagas. Así te conocerá todo el mundo. Te pondrán verde. Pero al fin y al cabo es publicidad.
4º Cuando estés rodeado de mucha gente di cosas como: «Pertenezco a la corriente ecologista de Greenpeace por lo que no se deben estropear las vías clavando pitones», «hice la primera ascensión invernal en kamiseta de color verde ya que soy un mecánico que hace el servicio militar voluntario» o, simplemente, «escalar en libre es hacerlo sin kuerda, sin material, sin komida y abriendo vía». Son tonterías pero promocionan una barbaridad …
5º Si graduas una vía, aunque la pases en artificial, tú simplemente pon IV- y los demás que se busquen la vida. Mientras te estén llamando bocazas te estarán haciedo publicidad.
6º Quítale horas a tus itinerarios. Lo que haces en 21 horas pon simplemente 5. Los vivacs a muerte en la montaña son muy comentados en el ramo. Así harán que aún suene más tu nombre.
7º Escribe artículos en las revistas especializadas. En ellos tus escaladas tienen que ser las más difíciles, las más peligrosas y en las que tú siempre salvas la vida al compañero.
8º En los refugios monta broncas. No dejes dormir a nadie. Mientras te maldigan te están haciendo publicidad.
9º Intenta siempre hacer primeras repeticiones. Aunque cantes mucho y abandones no importa. Las primeras repeticiones son muy comentadas.
10º Kuando ya seas un divo deberás conseguir amig@s. Pues seguro que te habrás quedado sin nadie con quien salir.
Efectivamente. Hace ya unas semanas que leía esto en las páginas de una prestigiosa revista especializada de montaña. En las notícias de última hora venía un curioso artículo que decía algo así como … «el concurso se dio por finalizado con el reparto de premios. La medalla de oro, al mejor divo de este año, se le ha concedido a Patrice de Bellefon por sus múltiples éxitos en …». ¿Será posible? Y … digo yo, ¿cómo lo habrá conseguido? … ¡Es evidente! me contesta impasible, EO, mira que decir en su libro de las cien mejores ascensiones al Pirineo que tanto los quince gendarmes como la Salenques se hacen en cinco horas … y es que «flipas» …
Bueno, lo mejor será que empezemos por el principio. Si explicamos el final de la historia esta crónica no va a tener nada de gracia.
Girona. Erase una vez un día algo oscuro. Las calles estaban mojadas. Hace poco que ha llovido. Suena un despertador. Todo es normal. Hemos quedado a las seis de la mañana en la estación. Esto ya no es tan normal. EO no se ha acostado en toda la noche porque no le merecía la pena y Miguel no oye el aparato antes mencionado y se duerme las horas de los dos. Como esta historia no va a terminar mal antes de tiempo veremos como Miguel se levanta justo a tiempo para llegar a la carrera a la estación y coger el tren. ¡Sí señor! Ya tenemos a nuestros dos personajes despiertos gracias a un revisor que se cerciora, cumpliendo su trabajo, de que lleven el billete correcto de Girona a Barcelona Término.
Barcelona. Con paso cansino, cargados con grandes mochilas, recorremos la estación hasta la ventanilla de Cercanías.
– «Por favor, un billete con el descuento del 40% para Monzón en el tren que va a salir ahora».
– «Lo siento este billete lo deberán comprar en las ventanillas de largo recorrido».
Cuando llegamos a la ventanilla me pregunto si lo del largo recorrido es por el camino que hace el tren o por el que debe realizar un viajero que desee un billete ya que están muy alejadas la una de la otra.
– «Por favor, un billete con el descuento del 40% para Monzón en el tren que va a salir ahora».
– «Lo siento, ya no quedan billetes con ese destino hasta mañana».
– «Hombre, mira ¡qué gracia! A estas horas de la mañana ya no quedan billetes. ¿Es que no hay ningún empleado de Renfe que sepa pensar que simplemente hay que enganchar un vagón más al tren?».
– «Lo siento, ya no quedan billetes con este destino hasta mañana».
Visto que más que una taquillera esto es una máquina parlante y no tiene, que digamos, mucha variedad en su locución nos dirijimos a INFORMACIÓN.
– «Por favor, querríamos ir a Monzón en el tren que va a salir ahora».
– «Lo siento, ya no quedan billetes con ese destino hasta mañana».
EO, mejor es no insistir. Esta empresa funciona igual de mal en todos sus departamentos. Nos las arreglaremos por nuestra cuenta. Salimos a la calle.
Miguel se acuerda que la compañía de autobuses Alsina-Graells le llevó, hace unos años, de noche de Lleida a Barcelona por lo que piensa que igual hay un servicio a la inversa. Y así es. Salimos de Barcelona a las 10.30 de una calle cercana a la Plaza Universidad. El viaje se puede aprovechar de dos maneras posibles: dormir o oír la radio. Nosotros las abarcamos las dos. EO escoje la primera y yo la segunda. El autobús resulta que incluso va por la autopista por lo que en menos de dos horas llegaremos a nuestro destino.
Lleida. Entramos en la estación de autobuses. Todo es desconcierto. Gente por los suelos que esperan su autocar. Hay quien corre porque se le escapa el transporte que le llevará a casa. Un tipo lleva en una jaula animales vivos, una mujer la cesta de la compra de la semana y un chico una preciosa lámpara que aún no sé cómo no se le ha roto. Es el último autocar que va a Barbastro en el día de hoy. Ya no quedan billetes para Barbastro. Quedamos los cuatro últimos. El revisor tiene siempre la última palabra. Pasando de nosotros el cobrador se pone a hacer sumas interminables. Pasa el tiempo. Aumenta nuestra impaciencia.
– «Perdone, se ha equivocado en esta suma los que lleva son cuatro y no tres».
– «Brrrrrrrrr».
Sigue sumando. Seguimos esperando. El primer billete que despachen es para nosotros. Ya llega el revisor. Después de hacerse de rogar, como se debe de hacer en estos casos, parece que nos va a hacer un hueco por ser pocos. Menos mal. Parece que hoy las cosas quieren salir bien. El revisor nos coloca en el pasillo con unas sillas plegables. Estamos en medio de un grupo bastante numeroso que su distintivo es la camisa roja, pantalón bávaro azul oscuro, tirantes con la «senyera» y armar todo el follón que pueden. Tenían que ser de Barcelona …
Barbastro. Esta vez el trayecto ha sido con paradas. Aunque no por ello hemos llegado más tarde de lo previsto. Parece que a medida que llegamos al Pirineo el servicio público va mejorando. Será que la montaña imprime carácter aunque sólo sea porque les toque el aire de lejos …
Comeremos en unas sillas cómodamente en el centro de la ciudad. La sombra ya se agradece. La cerveza también. Como el tiempo normalmente no se para llega el momento de ir a cojer el último autobús. Charlamos con un personaje que se conoce muy bien la ciudad y nos indica estupendamente cómo llegar a la estación de autobuses que La Oscense tiene para los autobuses de esta otra línea.
Benasque. Ya es tarde. Estamos bastante cansados de viajar. Empieza a oscurecer. Tenemos que esperar a ver si nos vienen a buscar. Estamos en la plaza del pueblo. Junto a las fuentes. Un seiscientos con matrícula de Zaragoza es el que tiene que venir y no apareció ninguno en todo el rato que estuvimos allí. Tampoco vinieron los primos de EO ni sus amigos. Lo que pasa es que hemos quedado en Cregüeña en el caso de que no nos encontráramos aquí. Y esto de concretar un campamento de alta montaña entre Girona y Zaragoza por teléfono ha sido, al final, un poco enfollonado. Otra vez miraremos de sincronizar mejor todos los preparativos. De momento no nos podemos quejar. Por la plaza van desfilando seres vivientes de lo más diverso: pastores, ovejas, vacas, montañeros, divos, perros, turistas, … y ¡mira por dónde! Pero si es mi amigo Miguel S. y su compa. ¿De dónde venís tan tristes y tan cansados? Pues por lo visto hace unos días fueron al Aneto por la Salenques y después del primer gendarme tuvieron que rapelarlo hasta el glaciar por el mal tiempo y los quince gendarmes no los pudieron ni tan siquiera intentar también debido a una tormenta. Eso es mala suerte y lo demás son historias. Después de quedar para salir juntos otro día nos despedimos. Ya es muy tarde. Decidimos ir a dormir a la chopera y mañana emprender el camino a Cregüeña. Buenas noches.
El vivac está cerca del pueblo. Ya es de día. Abro un ojo. Y … ¡horror! Veo una cara de perro con un palo en la boca. ¡No! Estimad@s lectores no estoy insultando a EO … ¡es un perro de verdad! Nuestr@s lectores que conocen bien a EO saben que es su costumbre llevar siempre un palillo en la boca y se deben de haber confundido. Craso error. ¡Quita bicho! ¡Oye! Este es de los que te entiende. Está bien educado. Con mi grito, ahora, ya se ha despertado EO. El perrazo en cuestión ve como se ha movido y se le acerca. Le da el palo ahora a EO para que se lo tire. Tanto EO como yo hemos visto el juego en los tebeos pero no nos creemos que pueda ser posible en la realidad. Pero como el can le insiste éste finalmente lo coje y lo tira. Nos quedamos patidifusos cuando vemos que efectivamente el animal va presto a por él. Y así que jugamos un rato. El problema es al final cómo explicarle al chucho que no queremos jugar más con él pero, al fin, el amo interviene y consigue hacérselo comprender.
Una vez hemos desayunado lo recojemos todo y nos disponemos para la marcha. Tenemos que llegar a Cregüeña y el camino es bastante largo. Andaremos siguiendo la carretera hasta los Llanos de Senarta. Cada año este lugar se llena más y más. Es impresionante la cantidad de gente que se instala aquí para pasar unos días. De hecho esto tiene todas las desventajas propias de las grandes aglomeraciones y de las de la alta montaña. Las cojen todas. Esto sí que es moral y no otra cosa. Dejemos las cosas como están sin organizar líos y pasaremos entre el público que nos repasa de arriba abajo. Ya hemos iniciado la pista que sale de los Llanos y que, siguiendo la otra orilla del Ésera, nos conducirá a la palanca de Cregüeña. A poca distancia de Senarta estaba, algo escondido y aparcado, un seiscientos azul con matrícula de Zaragoza. Buena señal. Sin duda alguna, pensamos, es el que ayer nos tenía que haber venido a buscar. Estamos consiguiendo el primer objetivo: reunirnos tal como estaba previsto en el caso de que fallara todo.
La subida desde la palanca se las trae. Es muy empinada y llevamos unas mochilas bastante pesadas. Aquí ya no se ven «julais» ni divos ni nada que se les parezca. Únicamente moscas, muchas moscas que nos acompañan, que por cierto, no sé si les ha pasado alguna vez pero les aseguro que su presencia es bastante ingrata. A mitad del camino paramos a comer y beber algo. Por fin se ven excursionist@s. Bajan. Ligamos un poco.
– «Oiga, por favor, no habrán visto por casualidad una tienda marrón».
– «Pues sí. Había un chico algo bajo, fuerte, rubio y con bigote.»
– «¡Huy! gracias. Exacto. Ese es mi primo», me comenta EO.
– «No hay de qué».
– «Y qué pesadez de moscas».
Y tal y tal.
Animados por lo que nos han dicho re-emprendemos el camino. Esta vez ya apretamos algo el paso. Nos han dicho que ya no nos falta mucho para llegar. Así que ánimo.
Por fin. Ya estamos todos juntos. Las presentaciones. Los dos primos de EO se llaman Javier y José Ángel. El propietario del seiscientos Juan Carlos y los dos amigos que les acompañan Ángel y Santiago. Los cinco vienen de Zaragoza. ¡No! No se crean que cupieron todos en un seiscientos. No. Dos de ellos también utilizaron los transportes públicos. Ya tenía suficiente carga el vehículo con tres personas y sus respectivos equipajes. EO y Miguel son los que acaban de llegar por lo que el equipo de ataque queda ya al completo. Vienen, como ya sabrán si han ido leyendo este rollo (que lleva más de seis folios), de Girona.
La crónica termina aquí. El resto lo añado ahora que la paso a limpio pero en realidad ya no os voy a hacer sufrir más con texto. Os dejo que disfruteis con las fotos de las excursiones que hicimos. Un saludo a tod@s.
El 23 de julio realizamos la cresta de los quince gendarmes al Gendarme de Alba (3054 m) y al Pico de Alba (3118 m).
El 28 de julio subimos al Crabioules Este (3116 m) por su pared sur y por la cresta llegamos al Crabioules Oeste (3106 m) los descendemos por la vía Mammy y continuamos, posteriormente, por la cresta hasta el Pico Royo Superior de Literola (3121 m).
El 30 y 31 de julio subimos al Aneto (3404 m) por la cresta de Salenques pasando por el Margalida (3241 m), Tempestades (3290 m) y la Espalda del Aneto (3350 m).