La primera vez que la tercera vez no ha sido «la vencida». ¿Será la cuarta vez la última vez? …. La Barre des Écrins (4101 m)

En este especial fotográfico os voy a enseñar las fotos que se pueden hacer subiendo a la Barre des Écrins por el Glacier Blanc. Impresionante. El camino hasta el refuge des Écrins puede hacerse en un tiempo, más o menos rápido, en función de muchas variables (nuestra forma física, el peso a transportar, el estado de la nieve, …) pero casi hay que contar unas seis horas. Tiempo que si se destina a contemplar el paisaje cambiante, como vereis a continuación, seguramente será uno de los mejores a mantener en el recuerdo. No subais el valle con prisa: es un error. Además, resulta que es uno de los «cuatromiles» que se me resiste y por lo tanto no voy a tener muchos inconvenientes en volver a recorrer este paisaje una vez más … Las fotos, que vais a ver, corresponden mezcladas a las tres veces que he subido (una en el año 1985, otra en el 1987 y la última en el 2001). Es fácil distinguirlas por la cantidad de nieve que se ve. Dejemos pues el coche aparcado en le Pré de la Madame Carle y empecemos a subir …
No se ha caminado un cuarto de hora, para cruzar el gran llano, que empiezan unas primeras rampas y ya a nuestra izquierda aparece el valle del Glacier Noir y al fondo se distingue muy bien el temible col des Avalanches. A la derecha del col sube ya sin intermedios la gran pared hasta la misma Barre des Écrins que se la conoce como la cara sur. A la izquierda resalta el afilado Fifre y el algo más fácil Pic Coolidge (jejeje! esto casi es una broma de mal gusto …).

Fifre y Coolidge
Fifre y Coolidge

Subimos las primeras rampas y nos encontramos el cruce de caminos. Uno que nos conducirá al Glacier Noir y el otro al Glacier Blanc. Suele ser momento para mostrar las primeras debilidades ante la cuesta que nos espera y la excusa suele ser perfecta: el paisaje. Es lo mismo que lo anterior pero quizás lo que se muestra con toda su gran magnitud es la vertiginosa pendiente de la interesante pared sur a la Barre des Écrins.

pared sur de la Barre des Ecrins
pared sur de la Barre des Ecrins

La subida ya puede con los más fuertes. Incluso ellos van a tener que parar para recuperar el aliento. El repechón que nos permitirá superar la cota de la Tête du Vallon nos va a deparar algunas sorpresas. La vista va perdiendo el valle del Glacier Noir. Poco a poco empezaremos a ver la morrena terminal del Glacier Blanc. Aunque, de momento, no la llegaremos a ver aún. Veamos en un último vistazo el valle que vamos a dejar.

Glacier Noir
Pré de la Madame Carle

Enfrente … el impresionante macizo del Mont Pelvoux …

Mont Pelvoux

Y lo que se nos acerca …

Pic Coolidge
Glacier Blanc

Una vez llegamos arriba el camino va a cruzar el río. Un torrente aparece con una fuerza increíble debajo del gran glaciar. Quizás es el momento de reponer fuerzas. Incluso admirar las proezas de algún aficionado a la escalada en hielo. Y, como no, empezar a pensar en superar un segundo gran desnivel que nos conducirá directamente al mismo refuge du Glacier Blanc. Os pongo de lado dos fotos realizadas casi desde el mismo lugar: la de la izquierda es del año 1985 y la de la derecha del año 2001. Podreis apreciar claramente el diferente tamaño del glaciar entre una y otra foto.

Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins

Ahora entiendo porque se llama refuge du Glacier Blanc … La verdad es que no se han tenido que esforzar mucho con el nombre …

Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins

Justo a la salida del refugio ponen un letrerito diciendo que el camino empieza a ser de alta montaña … Y digo yo. ¿Dónde estamos ahora pues? Jejeje! Y es que quieren indicar que a partir del refuge du Glacier Blanc empiezan las dificultades técnicas. Advierten la cosa a la gran cantidad de turistas que recorren este primer tramo. En realidad la única dificultad que hay hasta este punto es única y exclusivamente el andar. Mucho andar. Pero sólo andar. Veamos las dificultades que nos va a deparar el camino.

Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins

Terminado el tercer tramo de gran pendiente llegamos al borde del gran plateaux. Este tercer tramo nos ha permitido superar todo el desnivel del frente glaciar. Hemos llegado a la lengua del glaciar. El camino se suaviza un poco. Terminan las dificultades de la zona de las grietas pero hay que mantener la prudencia. Un paso en falso nos puede hacer pisar un débil puente de nieve y con él caer dentro de una grieta oculta. Nos queda más de un kilómetro hasta el refuge des Écrins. Un paseo por encima de los tresmil metros sobre el nivel del mar.
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
La vista encima de la lengua del glaciar es sublime. Normalmente ya no se habla con el amigo. Vas andando sumergido en tus pensamientos. Hay un horizonte nuevo. El del hielo. Un frío glacial te penetra por todo el cuerpo. Hay que abrigarse y mucho. Esto es el reino del viento. Campa a sus anchas …

Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins
Glacier Blanc des Ecrins

A nuestra izquierda tenemos al nuevo inquilino de nuesta vista: la Barre des Écrins.

Barre des Ecrins

La Barre des Écrins esconde sorpresas. Va a intentar seducirnos. No nos va a mostrar su cara directamente. Tendremos que ir girando poco a poco en el valle siguiendo la gran curva. Lentamente. Muy lentamente.

Barre des Ecrins
Barre des Ecrins
Barre des Ecrins
Barre des Ecrins
Barre des Ecrins
Barre des Ecrins

Subir desde el plató al refuge des Écrins nos va a poner a prueba nuestras últimas fuerzas. Una «subidita» final de unos 150 metros de desnivel. Pero al fin podremos dar descanso a nuestro cuerpo, reponer fuerzas, comer alguna cosa y dormir. La subida desde el refuge des Écrins empieza muy temprano. Más de lo que te imaginas. Esta vez no tuvimos la ayuda que le corresponde a quien madruga. La nieve estaba muy blanda. Hasta las rodillas. Con mucho trabajo realizamos toda la subida de la gran pared que va desde la base hacia la izquierda hasta llegar a la gran rimaya somera. Una vez allí arriba depende de como esté la rimaya que se pueda cruzar por un lado u otro. Normalmente hay que hacer una gran travesía hacia la derecha para ir a buscar el Dôme de Niege. Nosotros llegamos a la cota de los cuatro mil metros casi. Enfrente de la gran y última gran rimaya. No la pudimos cruzar. En la foto se ve claramente como hay el problema del gran desnivel vertical que, hasta cierto punto, es superable. El problema real está en el hueco de su base. No se puede saber si te va a tragar una grieta oculta. Lo más seguro es que sí. En realidad las huellas terminan aquí. Nadie ha continuado más. Por algo será …

rimaya
rimaya

Con la alegría de haber llegado hasta donde se ha podido llegar. Convencidos que hoy la montaña no se va a dejar subir. Os dejo con la foto de lo que se ve desde el lugar más alto que he podido llegar. Al subir arriba de una montaña, que se podía ver el mar desde la cumbre, Néstor, mi hijo de cinco años, me dijo maravillado … ¡papa! yo no sabía que el mar es tan grande … Sí lo es, sí ….

Glacier Blanc des Ecrins

DATOS GPS DEL ITINERARIO DESCRITO
Refuge Cézanne – Pré de Madame Carle 32T 296119 4977286 1893
Cruce caminos Glacier Noir – Glacier Blanc 32T 295435 4977946 2037
Pont sur le T. du Glacier Blanc 32T 295757 4978714 2279
Cruce caminos Ancien ref. Tuckett – ref. Glacier Blanc 32T 295926 4978965 2463
Refuge Glacier Blanc 32T 295843 4979492 2580
Refuge des Écrins 32T 293650 4980622 3186
dot Guía excursionista: Barre des Écrins.
dot Mapa: A6: Écrins, Burg d’Oisans, Briançon. IGN Rando 1/50000.
© Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

Al Marroc amb quatre passos

CRÓNICA D’UN VIATGE PELS EXTREMS D’UNS CONTINENTS
(14 d’abril a 1 de maig de 1984)

Estret de Gibraltar

PRIMER PAS
 
Era tanta la falera
d’anar a l’Atlas marroquí
que tot era anomenar-lo
i de galtes enrogir.
 
Tant en fer l’Embardissada
com pujant fins el Cadí
teníem la pensa fixa
en l’Estret i el seu camí.
 
Però uns dubtes ens voltaven:
Passarem de continent?
Els penals que no arribaven,
els noms que no concordaven
l’allunyaven lentament.
 
Calgué que el dia arribés;
que passéssim moltes vinyes,
ametllers i tarongers,
hortes, vegues, camps, campinyes;
 
palmerars, jardins, l’Alhambra,
la Costa dels Gratasols,
una platja feta cambra,
la Línea dels Sibemols.
 
SEGON PAS
 
Passar l’Estret costà una llarga espera,
recerques folles de bosses introbables,
despertars súbits per la Guàrdia Civil,
i un hora i mitja de ser damunt les aigües.
 

rentar plats

A l’altra costat, els carrers de Ceuta,
un port i uns quarters en terreny de moros,
i moros que passen, a peu, la frontera,
carregats de mobles, de fruita o de roba.
 
Minuts burocràtics. Signar alguns papers.
Donar una propina; passar la barrera.
Moments de trifulca dins uns caps escèptics
que per fi respiren a fons i tranquils.
 
Trobem gent amb burro, a peu o amb Mercedes,
muntant bicicletes o inquibits al bus,
camions brunzents i cotxes francesos,
els geeps de l’exèrcit vigilant l’abús.
 
Passem Tetuán. El captard arriba.
Els petits ramats van a joc amb pena:
és tan bona l’herba que banya l’Atlàntic!
Arriba la nit. La lluna pleneja.
 
Quan el jorn clareja, sortim de la tenda,
travessem la platja per l’aigua solcada,
i rentem els plats en aigua d’Atlàntic
cuitant no mullar-nos quan ve alguna onada.
 
Carretera i manta, ja som a Asilah.
Aquí tot és bo, barat i agradable
si hem de fer cas a l’entès de torn,
que sap idiomes i coses d’Espanya.
 
Passem aiguamolls, ruïnes romanes,
campaments de nómades i ciutats deixades
pintades de blanc per semblar més netes
i amb brillants mesquites talment copiades.
 
Un tros d’autopista fins a Casablanca,
i rectes molt llargues amb arcés pels ases,
marjades de cactus i pous per treure aigua.
Mines de fosfats. El tren de la tarda.
 
Per fi Marraqueix, la perla de l’Atlas.
Amb conxa galana d’erectes palmeres.
Un xic més enllà, una font de fama
on carreguen l’aigua damunt de someres.
 
El riu s’encaixona entre plecs juràssics.
Els pobles el vetllen des d’altes terrasses
amb cases d’adob, palets i pissarra.
Dormim vora l’aigua, en plana boscada.
 
S’aixeca el tercer dia de còrrer pel Marroc
clar i nítid de cel, rumorosa l’aigua.
Un nen tot castís la travessa a gual
i ens demana un dírham’s com han fet tants d’altres.
 

Imil

Els altres s’ho miren i ens deuen dir tacos.
Un xic més enllà la brigada d’obres
i la llarga pista que va fins Imil
vorejant terrasses regades a estones.
 
La plaça del poble és plena de cotxes
vinguts de molt lluny amb el mateix fi.
La gent del país ens reb amb ofertes,
els fa gràcia el cava i el tabac d’ací.
 
El que tots volem és un animal
per dur la jalàndria, les botes i el gas.
Un cop carregat emprenem camí,
travessant el poble, vergers i canals.
 
En Josep té feina a seguir la bèstia
i a fer alguna foto si el pas li ho permet.
Els altres pugem amb allò que ens toca,
la nostra motxilla i al cap un barret.
 
Creuem caravanes de gent forastera
i gent del país que baixa cantant
carregada amb feixos de mata espinuda
i un ‘bon jour’ simpàtic tot temps entonant.
 

Imil
Imil
Imil

El verd de les planes va deixant el lloc
als rocs despullats de tot vegetal.
Un corral d’altura i un eremitori
són els últims nuclis de clar habitatge.
 
Desprès venen coves de sopluig precari
i el modern refugi que el Mohamed guarda,
passats els tres mil i arran de la neu,
a sota d’uns cims que tothom esguarda.
 
Li caiem simpàtics i ens deixa el de sota,
que és on dorm el ‘jefe’ quan ve a visitar-lo.
El quid de la cosa rau en els Ducados,
en tractar-lo bé i saber raspallar-lo.
 
Els dos primers dies fem dues sortides
i uns quans quatre mils logrem assolir.
Desprès ve el mal temps, un vent de pronòstic
i pesades boires ens fan desistir.
 

Jbel Tubqal
Jbel Tubqal

Més vénen els bascos i alegren la festa,
parlen de mil coses que a tots ens afecten.
El bo del Maderas hi posa la salsa
i treu un formatge d’aquell que t’hi entestes.

canal Timesguida
Clochetons
Akioud

Quan torna el bon temps tornem a fer cims,
amb cels molt més nítids i llargs horitzons.
I al baixar trobem un paper de wàter
amb un llarg missatge dels companys de sons.

Akioud
Akioud
refugi Neltter

TERCER PAS
 
Llegim al registre: ‘Pasad de Ketama’.
Ens explica el guarda que a casa són vint,
que no hi ha treball al país ni a fora,
que ha de fer de guia si els vol mantenir.
 
Aprenem els límits del poble berber
i fòrmules clares per bé distingir
a gent pertanyent a dues cultures
que es troben unides per un sec destí.
 
Amb aquest bagatge baixem de bell nou
al brugit rural ruixat pel plugim,
sense veure els cimals que la boira amaga
i entonant uns noms que ens costa de dir.
 
Desfem el camí desgranat de records,
escoltant cançons que ens parlen sens fi
d’amor i de lluita, de grans veritats
que un hom va trobant arreu del camí.
 
Correm la Medina del gran Marraqueix.
Veiem com treballen l’aram i el setí,
la llana i l’espart, teixits de bon veure.
També olorem menjar ben florit.
 
Així estem en forma per anar al desert
a veure camells, i sorra i oasis.
Quan ens hi acostem, tot travessant l’Atlas,
veiem horitzons cada cop més amplis.
 

Atlas
Atlas

Muntanyes pelades, poblades de cards.
Estrats successius despullats del tot.
Llits de riu aixuts carregats de còdols.
Si es veu una cabra ja sembla que és molt.
 
L’Wäd Dra porta aigua i alimenta oasis
amb quatre palmeres i desmais retorts.
El gra ja és a l’era i ros el rostoll.
No es veu un bri d’herba que brolli d’enlloc.
 
Planúries inmenses sens res que hi habiti.
Uns quans dromedaris escapçant uns brots.
Unes tendes nòmades amb ramats de cabres.
Més al nord comença el retorn del bosc.
 
És l’Atlas mitjà. El verd altra volta.
Uns cedres altíssims i uns pins de gran port.
Al bac creixen roures i alzines pertot.
Hi acut el turisme que aprecia l’ombra.
 

sombra
carretera
Fez

I arribem a Fès. Per dins, no tan blanc.
El riu que el travessa fa un pèl de podor.
La gent és pesada, no et deixa un moment.
– ‘Sols vull que m’ensenyis a dir quatre mots’.
 
Abans no arribem a passar l’Estret
ens cal passar el Rif -la persecució-
uns sots de pronòstic i boires espesses,
i encara fer nit allà on es fa fosc.
 
QUART PAS
 
Altra volta a la Península.
El paisatge no canvia,
mes la gent fa un altra cara
i el vi et fa companyia.
 

Cordoba

Pobles blancs, braus que pasturen,
no més ases pels carrers,
tot olora a primavera
entre creus, valls i vergers.
 
A la Còrdova nostrada
tot és festa i veure vi.
Cada creu es veu voltada
de flors i gent animada
que balla i canta sense fi.
 
Es balla ‘por sevillanas»;
cadascú mostra el seu art.
Mentrestant en el Varsobia
els tecnos i la ‘new wave’
s’estilen un món a part.
 
Ens costa d’acomiadar
una terra amb tant d’encant,
tanta vida i tant de vi,
i algun que altre interrogant.
 
Però s’acaba el passeig
pels dominis de l’Islam,
pel Magreb -llunyà- que un dia
progectà més llum que un llam.
 
Versos trets del llibre titulat POEMES DE TERRA ENLLÀ. 16 de juny del 1984.
 
© Joan Fort i Olivella. Año 2.005.

Asalto al Mont Blanc ….. el primer 4000 por mí pisado: el Dôme du Goûter

2 de julio de 1.982.
Todas las cosas que suceden suelen tener una explicación. En este caso también la hay. Lo que a lo mejor difiere de las demás es su complejidad. De todos modos trataré de simplificar lo complicado. Y muchas cosas sólo se van a poder entender si se sabe leer entre líneas.
Ahora hace ya unos meses que realicé la excursión. Muchas veces el relato lo escribo con mucha posterioridad con el objeto de saber y poder recojer más datos. En esta ocasión, evidentemente, hubo una repercusión mayor de la que me hubiera podido imaginar. No fue una excursión más. Cuando lo veo una vez trascurrido cierto tiempo incluso me asusta, en cierta forma, lo que realmente supuso. Rompió esquemas. Y es que ir al Mont Blanc ya no es cualquier cosa.

Miquel J. Pavón Besalú
Robert

Tal como se desarrolló puede parecer como si se hubiera preparado sobre la marcha. Pero en realidad no fue así. Veamos como realmente fue la cosa. Para empezar copiaré algunos fragmentos de las cartas que me envió Robert desde Barcelona a Madrid algo más de un año antes de la aventura.
26 de marzo de 1.981. La escribe en catalán pero la traduzco al castellano.
(…) «Me ha gustado mucho tu misiva. A pesar de que ayer te envié una carta ahora mismo te contesto. Ya tenía ganas de leer unos cuantos «¡va parir!» bien puestos. En la carta anterior te explico algún detalle más de nuestra aventura, pero ya tengo ganas de hacer algo bueno, y lo que has pensado es brutalmente interesante (quería decir cojonudo pero me lo he callado). Haré todo lo posible para encontrar un coche y un par de personas. Con Joan no podemos contar ya que es casi seguro que se va con unos amigos en plan de hacer algunas visitas arqueológicas. Ya veremos que hago pues algo así no se puede dejar pasar. No sé hasta que punto son factibles todos estos planes. Si el tiempo sigue así todo es posible, si no, la cosa se puede presentar complicada pero como me dices que pueden apuntarse expertos en la materia igual nosotros podemos aprender alguna cosa».
(…) «En cuanto a lo de los Alpes me parece todavía mejor. No estaría nada mal subir al Mont Blanc. Dicen que a finales de agosto o principios de septiembre son buenas fechas. Tenemos que hacer algún ‘truqui’ para hacer algún ‘dinerillo'».
(…) «Aquí en Barcelona he hecho un poco de amistad con un vendedor de material de montaña que ha estado en el Aconcagua, los Alpes y en los Pirineos y como se conoce estas cosas creo que nos podría aconsejar en el momento oportuno.
P.D. Tan solo se me ocurre una cosa más para decirte, una sola palabra que condensa muchas ideas, es la abstracción de muchos momentos pirenaicos, es nuestro lema, es … ¡va parir!».
Yo recibí la carta unos pocos días más tarde y la verdad es que me impactó profundamente. Dice muchas más cosas de las que se pueden leer y pasan ocultas a cualquier otro interlocutor. Pero sigamos que aún no hemos salido. Avanza el tiempo. Unos meses. Robert está en Lloret lugar en el que trabaja los veranos y me envía en otra carta.
22 de agosto de 1.981 el día que pone en el correo lo siguiente …
(…) «Iré al grano: montaña. Tengo ganas de hablar de ello y de ir, claro. Hoy que me has mencionado de nuevo los nombres de Chamonix y de los Alpes ya no podrán dejarme. Joan tenía la propuesta de ir el año que viene. Hemos hablado de hacer un aprendizaje progresivo y adquirir experiencia en el hielo. La idea es ir a subir un par de canales por el Cadí, hacer una invernal y a principio de temporada intentar el Swan y el Arlaud al Posets que dicen que es bastante ‘potente’ para acabar con el Mont Blanc aunque si hay la oportunidad de ir este mes de septiembre yo no me la pierdo. También pensamos que hay que ir adquiriendo material progresivamente como algún tornillo de hielo, mosquetones y a lo mejor para el Arlaud un martillo-piolet y el casco. Evidentemente sin dejar de hacer escaladas en roca aunque nos tienta más ir a probar canales y más después de haber visto una proyección de diapositivas de vías de hielo en los Pirineos y Alpes (era del corredor Couterier a la Verte, la cara norte a las Courtes, les Droites y el couloir de Gaube).
Son muchos planes y ya veremos que hacemos al final de todo esto. En fin que ya tengo ganas de que vengas y nos vamos con Joan a hacer algo».
A muchos les sorprenderá que ya habláramos del Mont Blanc con más de un año de anticipación. Pero en realidad no es tanto. Para los que formaríamos parte de la gran aventura esto ya era suficiente preparativo. Un dato a tener, creo, en cuenta: tenemos justo los veinte años recién cumplidos. Una locura. Con lo hablado cualquier persona sensata, no loca como nosotros, no ve nada más que un hablar entre jóvenes de un remoto-plan-teórico-poético-deductivo que no va más allá. Muy bonito y nada más. Pero ya son muchas vivencias en la montaña juntos las que hemos pasado y los dos sabemos perfectamente que se habla muy claro y muy en serio. Con lo dicho a la mínima oportunidad que pudiera encajar el plan se engancharía una cadena que ineludiblemente nos conduciría al objetivo fijado.
Una serie de sucesos en los últimos meses a mí me han cambiado totalmente la situación. Ya era el tercer año que vivía en Madrid. Me había desplazado a la capital para estudiar una carrera. Tras una serie de problemas durante los últimos meses del curso escolar tuve una serie de crisis a todos los niveles. El problema que vivía sólo lo podía compensar con algo de su mismo nivel. Necesitaba realizar algo en la montaña lo suficientemente audaz para que me compensara y me indicara que la angustia mental y los problemas se podían superar de la misma forma. El que no ha hecho montaña quizás no entienda el paralelismo. Pero existe. Cojo el teléfono en Madrid. Soy muy escueto.
– «Robert esta noche llego a Girona. tendré unos días libres. Mañana por la mañana si quieres vamos aunque sea los dos solos al Mont Blanc. ¿Te parece bien?».
– «Sí».
– «¡Vale! Llamaré otra vez cuando llegue. Llama a Joan. Tengo coche. ¡Va parir!».
– «¡Va parir!».
En Madrid digo que me voy a buscar nuevas posibilidades para estudiar el curso siguiente. Y mientras piensan que el coche se va a Barcelona en realidad se va a Suiza.
Hemos quedado en el restaurant La Llarga de Girona a las nueve de la mañana. Robert llega de Lloret con el autobús. Va a pillar los francos que pueda del hotel puesto que con el cambio podemos ahorrarnos algo y la comida que crea necesaria para todos los días. Joan no se anima. Comenta que para ir al Mont Blanc es necesario como mínimo un mes para irse mentalizando. Ni siquiera el interés turístico lo ve dentro de las posibilidades aceptables por su mente. En fin. Otra vez será. Yo voy embalado. Todo son prisas y gestiones pendientes. La mochila la preparo en Girona una vez llego del viaje de Madrid. Robert no falla. A Joan le vaticino que es muy difícil que lo subamos en un primer intento pero con el estudio de la situación a la segunda sí es bastante probable que se pueda subir aunque si se deja se deja. No habíamos encontrado mucha información de la zona. Íbamos a la aventura pura y dura.
Cuando me levanto acompaño a mi madre a comprar al supermercado. Con un fuet en la mano acaba por preguntarme, intrigada, a dónde vamos. Yo, con un esfuerzo de naturalidad, le digo que vamos a comernos unas butifarras a Nuria. Si le digo que me voy al Mont Blanc se me desmaya allí mismo o me sopla una torta de alucine. Estoy seguro. Y como no quiero saber cual de las dos opciones hubiera preferido opto por la ‘salida de emergencia’. Y coló. Eso sí, me insiste en que regrese para poder ir a hacer la matrícula a la universidad el día cinco. Hoy es 30 de junio. Hago mis cálculos rápidamente. Tengo los días justos. Adelante.
Llego media hora tarde a la cita convenida. No tenemos suficientes francos. No me ha dado tiempo a cambiar moneda. Tanto da. Nos vamos. Robert se despide de Meritxell. Nos ponemos en marcha hacia la frontera.
Cruzar el puesto fronterizo es de risa. Hacen la vista gorda para todo. Nosotros por no saber no sabíamos que teníamos que cojer la carta verde. Nos enteramos al regresar. Pero con el control que hace la policía pasamos sin ella. En Els Límits cambiamos 3000 pesetas en francos y compramos un carrete de fotos para la máquina de Robert.

Els Límits

Llenamos el depósito de gasolina en La Jonquera y entramos en la autopista en Le Boulou.
Narbonne. Béziers. Montpellier. Nîmes. Avignon. Orange. Montélimar. Valence. Grenoble. Chambéry. Albertville. Megève. Saint Gervais les Bains.
Fue un viaje rápido y sin incidentes. Hablamos mucho. Paramos en una gasolinera para comer un bocadillo y comprar un mapa de carreteras de la France. En Orange paramos de nuevo para poner más gasolina y cambiar otras 3000 pesetas en francos antes de que cerraran los bancos. En Valence compré unas postales para mi hermano Juanjo que hace colección. Otra parada más para poner más gasolina y llegamos a la estación del cremallera de Saint Gervais les Bains.

Estación del Tramway Mont Blanc

Hemos perdido el último cremallera que ha salido al mediodía. Hasta mañana no habrá otro. Vemos que la «meteo» prevee algo llamado «l’orage» (o algo similar) para pasado mañana. Eso no sabemos que quiere decir pero el nombre como se ve feo nos da mala espina. Comemos tranquilamente. Discutimos el plan. Decidimos caminar el recorrido del cremallera esa misma noche para procurar ganar un día.
Empezamos a andar por la vía del tren a las ocho de la noche. Interpretamos mal lo que hay que andar porque no nos damos cuenta que el mapa es un 50000 en lugar de ser un 25000 y pasó que lo que pensábamos que serían tres horas acabaron siendo seis. El recorrido realizado es inmenso: Saint Gervais les Bains (808 m), col de Voza (1653 m), La Hutte (1790 m), col du Mont Lachat (2077 m) y refugio Le Nid d’Aigle (2372 m) unos 1500 metros de desnivel en unos 25 kilómetros. Toda una prueba a nuestra preparación física. De vista nada de nada pero se percibía un ambiente sobrecogedor que nos empezaba a preparar nuestra psique para lo que nos iba a suceder al día siguiente. A eso de las cuatro de la madrugada nos encontramos con el refugio cerrado. Sin pensarlo dos veces instalamos el vivac en la misma puerta.

Le Nid d'Aigle

Primer día de julio. Nos despiertan unos rebecos que estan pastando plácidamente a unos metros de nuestra cama de hormigón. No tengo ni tiempo de hacer un bostezo que oigo un ruido estrepitoso y horrorizante. Es el glaciar que tenemos enfrente al que se le ha desplomado un sérac y ha provocado un alud. Es el primero que veo en mi vida en vivo y en directo. Es como si vieras el miedo delante tuyo cara a cara. La montaña aquí habla muy clarito y empieza a prepararnos mentalmente.
Nos movemos lentamente. Lo recojemos todo. A las ocho de la mañana empezamos a andar de nuevo siguiendo el camino que nos ha indicado la dueña del refugio. No se va a nadie. Hacemos la parada de rigor para desayunar a la luz del Sol. Hemos pasado por una especie de cabaña y nos encontramos a un francés que sube muy ligero de equipaje y solo. Nuestro francés es muy elemental pero hay algo que nos tiene inquietos desde ayer …
– «Monsieur, qué-est-que-cer l’orage?».
Ya se nota que no somos de la tierra o algo parecido que el hombre se pone a gesticular con los brazos de arriba abajo muy acaloradamente y con un ruido nos representa un …
– «Brrrrrroooooummmmm, esssssquitxxxxxxxx, criiiic, buuuuuugggggggg».
¡Va parir! L’orage significa ¡tormenta! Y la previsión era para mañana por la tarde. ¡Ostras! Pero la conversación no acaba aquí. Se nos debe notar algo en la cara. Nos hace entender que es necesario llevar casco. ¿Un casco? Pero, ¿para qué podemos necesitar el casco? Como no sabemos francés resolvemos una intriga, la de l’orage, y nos aparece otra la del casco. Y la cuestión es que el buen hombre llevar, lo que es llevar, lleva poco, poco, poco pero de lo poco que lleva lleva un casco. ¡Jolín! También parece que el sitio por el que hay que subir es por la arista que veamos que va por el medio, nos asegura que es el itinerario normal y que aquí la conocen con el nombre de Payot. No sabemos si el francés nos ha querido hacer de padre o nos estaba alucinando pero la cuestión es que nos quedamos bastante preocupados a medida que vamos sabiendo más datos. Pero como el camino se va viendo bien continuamos por unos pedregales y unos neveros hasta que llegamos al refuge de la Tete Rousse a 3167 metros. Estamos en la puerta de las dificultades y nosotros ya estamos extenuados. Decidimos parar bastante rato, aprovechar para comer y preparamos un té con el hornillo ya que hemos de empezar a fundir nieve si queremos beber. Por fin ya empezamos a ver algo de gente: guías, clientes arrastrados por la cuerda, japoneses, alemanes y trabajadores que acondicionan el refugio para empezar la temporada veraniega. Al fondo tenemos de marco la impresionante cara norte de l’Aiguille de Bionnassay.

cara norte de l'Aiguille de Bionassay

El tramo que va del refuge de la Tete Rousse al refuge de Goûter (3817 m) es el de mayor dificultad y peligro. Transcurre, efectivamente, por la arista Payot que tiene algunos pasos claramente de III, digan lo que digan, y es que es casi imposible seguir una ruta determinada puesto que a la que te sales un metro del camino la dificultad se dispara siempre. Pero aún no hemos llegado a la arista de marras. Antes que hay que cruzar una canal de nieve infernal. El peligro es evidente. Cuando lo cruzas, si es que te atreves a hacerlo, te ves bombardeado constantemente con piedras que caen a una velocidad increíble. Piedras francamente grandes. Ya sabemos ahora qué es lo del casco. Hay puesto un cable para que le pongas un mosquetón. No sirve para nada. Bueno, miento. Caso de que te dé una china en el coco el pobre que te viene a recoger lo que quede de tí no tiene el trabajo de irte a recoger al quinto infierno. Se te quedan tus pedazos allí atados al cablecito de marras.

cruzando el couloir con caída de piedras

Son unos cincuenta o sesenta metros. Creo que no se pueden hacer a la carrera. Hay que mirar arriba constantemente. Hay que seguir a cada una de las piedras y estar atento al último bote. Casi imposible. Nosotros optamos por cruzar de uno en uno mientras el otro ayuda a vigilar por lo de que cuatro ojos ven más que dos. Una vez hemos cruzado no hablamos. Es un silencio sepulcral. Respiramos hondo. Y eso que miro la canal una y otra vez. Todavía no sé cómo lo he hecho pero la he pasado y sigo vivo. La vuelvo a mirar. Está cruzándola ahora un japonés que va solo. Está como enloquecido. Sólo mira al suelo y corre mucho. No mira a las piedras. Le caen una tras otra. Va con suerte no le tocan. Pero …
– «¡Pedra! ¡Pedra!», le grito en catalán ya que en japonés no tengo ni idea de como se dice.
Afortunadamente mi grito le ha hecho parar un instante. El justo para evitar un impacto mortal. Le pasa un pedrusco a menos de un palmo de la cara. Si no se hubiera parado ahora estaría en el otro barrio. Ni gesticula. Es japonés. Tampoco rie ya. Esa típica risa del japonés. Llegando me hace unas reverencias. Las típicas de los japoneses. Pero sin decir nada sigue su camino y continua sin detenerse. ¡Japonés tendría que ser!

subiendo por la cresta a l'Aiguille du Goûter

Subir por la cresta nos ha costado lo nuestro. De telón de fondo hemos tenido constantemente aludes por doquier. Cae alguna que otra piedra pero la cosa no es como lo de la canal. Toda la cresta está muy descompuesta y los montañeros que van delante te tiran piedras sin querer. Es indescriptible nuestro estado de ánimo al llegar al refugio. Sería alrededor de las seis de la tarde. Esta maravilla de la técnica está emplazada en la misma cumbre de l’Aiguille du Goûter. Es nuestro récord de altura. En las mesas están sentados los grupos que han ido llegando. Al fondo los dos japoneses y uno de ellos es el que hace unas horas le salvé de un impacto con una piedra. Sigue un guía y su cliente muy callados y con caras de pocas migas. Luego los alemanes que nos vienen a decir que se van a dormir con la tienda de campaña un poco más adelante. A continuación estamos nosotros los jóvenes intrépidos. Y detrás nuestro cierra el panorama un matrimonio ya entrado en años. Todos se desenvuelven con una soltura impresionante menos nosotros. Nuestra atención acaba con la mirada fija en el plano intentando escudriñar una escapatoria mínimamente aceptable mientras derretimos nieve en el hornillo.

refugio de Goûter

Pasan las horas y no resolvemos mucho. A Robert lo veo muy preocupado por el descenso. No hay que ser adivino. Tampoco hace falta decirlo. Simplemente no vamos a bajar por donde hemos subido. Punto final. Para colmo de males el guarda no nos aclara nada. Su genial solución es subir al Mont Blanc y descender a l’Aiguille du Midi cresteando y poder bajar con el telesférico. Pero en el plano vemos una ristra de cuatromiles que hay que cruzar. El muchacho nos insiste que sólo es necesario saber cramponear bien. No nos convence. Vamos a dormir. Ya resolveremos la papeleta mañana.
¡Esto es inhumano! A las dos de la madrugada se despierta todo el mundo. Y todos una vez equipados van a desayunar lo que les ha preparado el guarda. Como nosotros no tenemos dinero no desayunamos y así resulta que salimos los primeros. Toca abrir vía. Camina que camina. Un paso tras otro. Metro a metro avanzamos. Lentamente nos alcanzan los otros grupos y nos piden paso. Llegamos a la cumbre del Dôme du Goûter a 4304 metros. Es oscuro. Negra noche. Paramos brevemente y seguimos adelante. En el siguiente collado, el col du Dôme a 4237 metros, están los alemanes con su tienda de campaña. A continuación tenemos otro repecho y en su cumbre está el refuge Vallot a 4362 metros. Su interior está en muy mal estado. Robert se encuentra mal y se tumba en las cochambrosas colchonetas. Al poco rato se queda dormido. Se le ve como tiembla de frío y, dormido, insiste una y otra vez que tiene mucho frío. Me asusto mucho. Le miro de tapar con lo único que hay a mano las colchonetas y miro de pasar el rato. Yo también me encuentro mal pero no tengo sueño. A mi me duele profundamente la cabeza. Supongo que es debido a la altura a la que estamos. Pasa el tiempo. Todo queda cubierto rápidamente por nieblas bajas. Cuando han pasado casi tres horas intento despertar a Robert. La cosa se pone muy mal. Se acabó el Mont Blanc aquí mismo. Hoy hemos de bajar como sea. Una vez se despierta visto lo posible y lo imposible nos damos por satisfechos y nos lanzamos glaciar abajo. Vamos a intentar ir directamente a Chamonix por el glaciar de Bossons. Una salvajada pero es lo único que hay. No tenemos elección.

descenso por el glaciar de Bossons

Dentro de la niebla no sabemos si se va a formar una tormenta o no. Tenemos una bajada de más de 3000 metros de desnivel por delante.

glaciar de Bossons

El descenso fue toda una dura prueba de audacia y técnica. No existía ninguna señal que nos dijera por donde va el camino. Vamos a bajar por donde se pueda.
Lo peor es que de vez en cuando te encontrabas que estabas literalmente sobre una visera de una cornisa que colgaba en el vacío de una de las muchas grietas. Había que sondear cada paso con el piolet. Testear la resistencia de la nieve y mirar si podía aguantarte o no.

glaciar de Bossons
glaciar de Bossons

Evitamos aludes de nieve y piedras. Sorteamos grietas, saltamos grietas, nos metimos dentro de las grietas, escalamos grietas, grietas y más grietas. Más de una vez hubo que desandar tramos de camino porque conducían a un punto que no te dejaba continuar. Es lo mismo que estar metido en un laberinto. Pero aquí no sabíamos si realmente éste tenía realmente una salida.

glaciar de Bossons

Tambien tienes que saber bien la longitud que eres capaz de saltar con seguridad. Después de bajar muchos metros de desnivel y muchas horas más tarde llegábamos a la boca del túnel a unos 1300 metros sobre el nivel del mar. Estamos extenuados, hambrientos y muertos de sed.

al fondo Chamonix

A partir del túnel todo fue un caos. Simplemente estábamos agotados. Nos era difícil pensar y hacíamos las cosas por inercia. Hicimos auto-stop. Unos madrileños nos bajaron del túnel. Como no nos paraba nadie Robert, harto de esperar, simplemente se puso en medio de la carretera y les paró literalmente el coche. En Chamonix más rápidos que la luz nos engullimos cuatro botes de Orangina en un momento. Luego dos auto-stops más nos llevaron hasta Saint Gervais que era donde estaba nuestro coche aparcado. Con el coche tuvimos que regresar de nuevo a Chamonix para cambiar todo el dinero que nos quedaba en un chiringuito que abría por las tardes y … carretera y manta.
Robert se durmió para no despertar hasta llegar a España. El regreso lo hicimos por otro camino que era algo más largo pero resultó que era de mejor carretera. De haber tenido tiempo hubiera sido interesante haber visitado algunas localidades. Cluses. Bonneville. Annecy. Aix les Bains. Chambéry. Voiron. Romans. Valence. Montélimar. Avignon. Nîmes. Montpellier. La Jonquera.
En Nîmes me comí un paquete de galletas y eso que me despisto y me paso un semáforo en rojo. Al rato empezaron a perseguirnos los gendarmes franceses pero les despisté. En Montpellier intenté llamar a la familia para decirles que nos quedábamos sin dinero y sin gasolina antes de llegar a la frontera pero no acabé de saber marcar correctamente los prefijos y me quedé con las ganas. Entramos en la autopista y tuve dos sustos cuando me despierto con el ruido de las bandas sonoras que me indicaban que me salía de la calzada por lo que tuve que parar para refrescarme la cara. Llegando a la frontera resulta que como no llevamos la carta verde nos hacen bajar las cosas y empiezan a revisarnos todo el equipaje de arriba abajo. Realmente una bromita de mal gusto a eso de las tres de la madrugada. En la primera estación de servicio del país pudimos cambiar un cheque de gasolina por dinero y resolvimos la papeleta. Aún no sé cómo el coche andó tanto tiempo con la reserva. Llevé a Robert a Lloret y me fui a Girona a dormir. Entro en la cama a eso de las seis de la madrugada después de 28 horas seguidas de actividad frenética.
Cuando me despierto al día siguiente veo a mi padre sonriendo y sentado en mi cama que me dice …
– «Tú no has ido a Nuria a comer butifarras … ¿verdad?».
– «¿Y cómo lo has adivinado?», le respondo adormilado.
– «Pues porque anoche al subirte las cosas te dejaste las postales que has comprado en el coche y, la verdad, no se ve precisamente nada de Nuria».
– «Jejeje».
© Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.