Hacia un alpinismo del ser …..

¿Qué es lo que tiene que cambiar en el alpinismo para que pasemos del «alpinismo de conquista» del siglo pasado al «alpinismo del ser» del futuro?
En primer lugar tenemos que librarnos de la cumbre entendida como una posibilidad de posesión.
Esta puede ser como mucho el punto final. En tanto que prevalezca la opinión de que una montaña puede ser vencida, de que una cumbre puede ser adquirida, poseída de alguna manera al escalarla, seguiremos completamente atrapados en la fase de conquista del alpinismo y seremos esclavos de las cumbres. El Matterhorn ….. «Ya está hecho, listo». Así habla el conquistador que vive de los resultados palpables y no de las vivencias.
Pero tampoco podemos esperar que las montañas nos proporcionen el sentido de nuestra existencia.
Partiendo de esta base, el alpinismo alberga muchos estímulos capaces de hacernos personas conscientes de nuestra existencia: la obligación de ser uno mismo aquí y ahora, el despertar del yo subconsciente de la zona fronteriza y el reconocimiento de las propias limitaciones. Sólo la aceptación de que nada ni nadie excepto yo mismo le da sentido a mi vida, el reconocimiento de este vacío por lo tanto, es lo que me permite desarrollar una actividad libre. Y a este respecto yo entiendo mucho más la libertad como una oportunidad de ser yo mismo que como la posibilidad de hacer o dejar de hacer lo que quiera. El desarrollo de mi propia personalidad y la de mis semejantes se convierte en la meta de la existencia, de la vida y de todo lo que comporta. Quien ha aprendido a vivir y por lo tanto se ha visto confrontado con su propia nada, no puede matar a nadie. Para él son secundarios el poder, las cosas materiales, los ídolos y las ideologías. Su confianza en sí mismo, la consciencia de su propia identidad y con ella, también su seguridad, descansan sobre su creencia de lo que realmente es y puede hacer. Su capacidad para el pensamiento crítico no sólo se desarrolla a partir de la vida que le ha sido dada, también a partir de la muerte.
Reinhold MESSNER en «La zona de la muerte».

Sensaciones en una caída mortal

La gran mayoría de los accidentados – aproximadamente el 95% – manifiestan, independientemente de su grado de formación, las mismas impresiones, percibidas sólo de una forma ligeramente diferente. La muerte producida por un accidente súbito origina en casi todos el mismo estado espiritual, completamente diferente al que se produce ante una causa de muerte menos repentina.
Este estado puede caracterizarse brevemente de la siguiente manera:
No se siente ningún dolor, tampoco un miedo paralizante, tal y como puede aparecer en el caso de un peligro menor (incendios, etc). Ningún miedo, ni el menor rastro de desesperación, ningún sufrimiento, más bien una seriedad reposada, una profunda resignación, una controlada seguridad y agudeza espiritual. La actividad intelectual es enorme, multiplicándose por cien la intensidad y velocidad del proceso. Las circunstancias tales como la eventualidad de una escapatoria se contemplan con absoluta objetividad, de ningún modo se cae en la confusión. el tiempo parece dilatarse. Se actúa con una velocidad fulgurante y se toman las decisiones correctas. En muchos casos, a continuación se produce una visión súbita del propio pasado en su totalidad. Por último, el que sufre una caída escucha con frecuencia una música agradable para caer a continuación en un cielo azul tachonado de nubecillas rosas. Entonces se extingue la consciencia sin dolor – habitualmente en el momento del impacto, el cual puede oirse, pero nunca ocasionar dolor. Probablemente el oído sea el último de los sentidos en desaparecer.
Albert HEIM en «Notas sobre la muerte por caída mortal» (1892). 

Un camino de vértigo sobre el mar

Los sábados, normalmente, nos solemos reunir con mis hermanos en casa de mi madre para comer. Uno de estos sábados llego tarde. Tarde porque llegar a comer minutos después de las dos significa casi quedarse sin aperitivo. Yo llegaba de escalar la vía de la cala del Molí en St. Feliu de Guíxols con un aspecto horroroso. Motivo por el cual tuve que explicar lo que había hecho. No me suele gustar decir donde he estado ni el itinerario que he seguido porque hago montaña sin ánimo de fanfarronear de mis proezas con nadie. Lo único que me gusta es dar a conocer mis experiencias a quien le pueda servir para organizarse sus propios planes y excursiones. La cuestión es que se supo que había hecho esta vía ferratta. Muy bonita como podreis ver en las fotos. Al cabo de unas pocas semanas en otra comida familiar de los sábados me comunicaron una triste notícia. Había salido en el periódico de Girona «El Punt» que en esta vía de escalada había muerto un escalador al despeñarse acantilado abajo. Me guardo mi crítica visceral hacia los medios de información que sólo les gusta hablar de montañeros o escaladores muertos y no hablan nunca de montaña. Yo lo que quiero es dedicar esta crónica a este montañero o montañera anónima para mí muerta en esta vía y recomendar a todos los que la vayan a realizar que extremen las medidas de precaución habituales en este tipo de itinerarios.
Hice el itinerario solo. Es decir, sin ir con un grupo de amigos pero me encontré una vez allí más acompañado que nunca. A juzgar por el «overbooking» que había hay que criticar ahora a los organismos oficiales por no crear más itinerarios de este estilo en nuestra bella Costa Brava. Es muy penoso tener un único itinerario a día de hoy y un increíble número de aficionados de esta modalidad deportiva. Combinación que hace esta evidente masificación. A juzgar por la gente debería haber ya unos diez o doce itinerarios más disponibles con el objeto de que la gente se repartiera más y no vernos todos apelotonados en el mismo y único itinerario.

Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí

Para llegar al inicio del itinerario hay que ir al pueblo de Sant Feliu de Guíxols que está situado en la província de Girona. Una vez se llega a St. Feliu hay que llegar hasta el mismo Passeig del Mar. Si tenemos el mar a nuestro frente ir hacia la izquierda con el objeto de cojer la antigua carretera que va a Sant Pol. Pasada la discoteca Las Vegas subimos por la citada carretera y nos encontraremos muy pronto una curva muy pronunciada a la izquierda de la que sale la calle Sicilia. En esta curva hay el hotel Hipócrates. Si seguimos por la calle Sicilia veremos un mirador con una especie de techo a mano derecha. Justo en este mirador sale hacia abajo un camino que nos conducirá montaña abajo hasta el inicio de la vía. Está tan mal indicado que no hay indicaciones por ningún lado. Tanto la subida como la bajada tiene ya cuerdas y agarraderos de seguridad. El final de la vía llega justo a este mismo punto. Hay un cartel que recomienda realizar el itinerario en un sentido y conviene respetarlo dado la gran afluencia de gente. Esta vía ferratta está muy bien equipada aunque para mí tiene un inconveniente grave y es que los agarraderos para las manos son de acero muy liso y muy resbaladizo con el sudor de las manos y la sal del mar. Es por este motivo que es muy recomendable llevar unos guantes o magnesio. Hay que contar unas dos o tres horas para realizar todo el recorrido puesto que hay que seguir el ritmo de la gente y se va perdiendo algo de tiempo en cada uno de los pasos más complicados. Hay que mentalizarse que no se pueden llevar las prisas de la ciudad. También conviene citar que hay varios puntos en los que se puede terminar la ruta sin necesidad de realizarla toda por completo. En varias ocasiones el itinerario supera extraplomos por lo que la fuerza de brazos es muy importante. Yo creo que la dificultad de este itinerario es bastante alto y hay que tener muy bien dominado el tema del vértigo.

Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí
Cala del Molí

© Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.003.