Todos los Santos de 1978: la excursión de los Juanes, Caouarere y Culfreda

Una excursión realizada el 4 de noviembre de 1978.
Son las nueve menos cuarto cuando nos encontramos en la calle con la mochila en la espalda cuatro Juanes para hacer con otros seis compañeros más una excursión. Vamos llenando los coches y salimos a eso de las nueve y diez.
Una niebla bastante espesa nos acompaña hasta Martorell y luego se vuelve a reenganchar, ahora de humo y de gases de mal olor, entre Mollet y Sabadell. En El Vendrell tenemos que esperar que pase el tren y aún y así llegamos a Calafell más pronto de lo que la madre de PK se esperaba. Muntaner también tiene ganas de ir a Torredembarra a ver a sus padres. A pesar de lo ocupados que estan los demás lo pasamos con vinillo, almendras, avellanas, sugus y pan de la casa. Salimos de Calafell a eso de las cuatro menos cuarto y llegamos a Plan pasadas las ocho de la tarde. Es de noche y hemos hecho 531 kilómetros. Hace frío. Nuestra primera reacción es ponernos el jersey y entrar en el bar del lado de la carretera. Dentro, la estufa de leña y los hombres quemados por el Sol jugando a cartas dan un tono familiar al ambiente. Pedimos comer los bocadillos que llevamos y nos sirven el resto muy amablemente. Mientras los compañeros cenan PK y Gerald hacen una primera prospección del pueblo y se encuentran con dos gratas sorpresas: una viejecilla que con toda la amabilidad nos acompaña hasta el Hostal y la casualidad de oír por la tele, y de forma muy repetida, el nombre de San Juan de Plan mientras estamos bebiendo en la barra. Resulta que emiten el programa «Raíces» dedicado a los bailes y delicados útiles de trabajo de artesanía -como podrían ser los calcetines de lana, mantas, tapetes, etc- que tan bien se han conservado en este pueblecito tan alejado de la civilización y acostumbrado a sufrir las inclemencias meteorológicas más duras superándolas con los medios materiales que están a su mano. Con un acompañamiento tan gustoso la abundante ración de sopa y las costillas se comen con más deleite. Los que se han quedado en el bar de abajo todavía lo viven más intensamente puesto que algunos hombres que estan a su lado aparecen en el programa o son parientes de los que estan saliendo.
Enbobados con este espectáculo plantamos las tiendas en la chopera del lado del río Cinqueta. Una nube con forma de cabeza que se deja caer con forma de gotas frías lo humedece todo pero la tienda la repele en una noche en la que el sueño no es ni muy profundo ni muy relajador. Lo que sí nos relaja un poco, aunque nos hace pensar, es el juego de adivinar las montañas a partir de las cifras de sus alturas. Luego el juego va derivando poco a poco a montañas que llevan nombres de montañeros y, como no, montañas que llevan nombre de montañeras … Antes de dormirnos Braxman nos relata ampliamente las sensaciones que uno tiene cuando escala una pared y resulta que ves claramente que te has desviado de la ruta correcta.
El viernes nos levantamos a las ocho. Hace fresco y no hay nubes. Mientras, el Sol va enseñando la cara detrás del Puig Alfar y va calentando las casas más altas del pueblo. mientras vamos desayunando lo presenciamos todo. Un espectáculo vivo y rítmico de un despertar y salida de las personas y animales del pueblo: pequeños grupos de vacas grises con sus respectivos terneros, cabras, mulas y burros acompañados de sus pastores y pastoras de piel quemada y arrugada con perros de todas las medidas y pelajes más variados desfilando a pasos acompasados por el camino del río. También pasa, camino del Monte de Plan, un Land Rover que carga a los bosquetanos del pueblo. Y un hombre que ya ha hecho el trabajo puesto que los dos mulos que lo siguen llevan unos grandes fardos de leña para el fuego.
Ya es mediodía cuando emprendemos, en coche, el camino de Viadós. Está asfaltado hasta San Juan de Plan y el brancal que lleva hacia Gistaín. El pueblo se encuentra a 1400 metros de altura en el lado soleado de la montaña con torres de diversas casas señoriales y de un campanario que sobresale por encima del resto de los tejados. Baja por un camino de piedras un mulo que lleva las alforjas llenas de mierda hacia los próximos desnivelados campos. Es con este paisaje que uno entiende lo que significa la supervivencia y la utilidad de los múltiples animales en estos lugares. En la entrada del pueblo un hombre menos corpulento pero no menos amable de los que habíamos conocido antes nos dice que el refugio de Tabernés está abierto, que hay muchas vacas en Viadós, que la carretera es buena pero con bastantes piedras a las que habrá que subirse con las ruedas con el objetivo de no rebentar el cárter -como ya han hecho algunos-, que están haciendo muchas pistas por la zona de Plan y que desde aquí mismo arranca una con el objeto de llegar a Bielsa, que no quedan nunca incomunicados, que nos les hace miedo que se les ponga un metro de nieve en la puerta, y … etc. etc. etc.
Una vez estamos en el camino o pista de Viadós podemos comprobar como no se denomina así sino que se llama «senda pirenaica» que le da un aire como de maño o madrileño al igual que la torre de vigilancia que se encuentra instalada en el lado de uno de los campamentos. Un reguero de bordas o «quadras» se va extendiendo en el centro de los prados situados a lado y lado del camino. Se ven mujeres tejiendo calcetines y hombres durmiendo a la vez que guardan sus respectivos rebaños de vacas. Las pétreas y largas crestas del Posets y Las Espadas junto con las más proporcionadas de La Forqueta y de los Eristes se nos muestran soberbias y altívolas ante nuestros flipados ojos cuando llegamos a los Llanos de Viadós y empezamos a andar, menos los conductores, camino a Tabernés. Hay vacas en los prados que rodean el refugio. El Batoua, conocido en este país como Culfreda, preside majestuoso este frío valle.
Para conocer mejor el camino que tendremos que hacer mañana por la noche un grupo anda una hora hacia el Puerto de la Madera. Cuando regresa la comida-merienda-cena ya está preparada y el fuego enrojece e ilumina la fría estancia. El pastor se calienta y con un hablar rápido pero mesurado y amigal nos explica que guarda quince vacas en este terreno comunal. Por lo visto, la parte baja del valle es particular, en Gistaín hay casi ochocientas vacas, que en el invierno lo pasan muy mal para alimentar a tanta vaca y las tienen que tener dentro de las bordas, que el año pasado subió aquí un solo coche en el mes de enero, y tal y tal y tal … Nos abandona muy a su pesar … El Sol dora con sus últimos rayos la mole del Culfreda y nosotros meditamos alrededor del fuego las aventuras del Braxman entre los esquimales, las condiciones que le conducen a uno a tirar cocteles-molotov, las posibilidades de usar un piolet como arma defensiva, …
El sábado nos despertamos que son poco más de las tres de la mañana. El cielo sigue estrellado como ayer y una helada que te pone la piel de gallina cubre la tierra. Un vaso de leche chocolatada nos pone a buena temperatura.
Salimos a las cinco con pasos cortos y sólo los alargamos cuando nos llega un azote de aire frío procedente del Puerto de la Pez. A las seis y cuarto pasamos por la piedra que tiene pintado en rojo «camino del Puerto de la Madera» que está situada poco después de aquella que pone eso de «senda pirenaica».
Empieza a clarear cuando subimos por una zona de hierba y matojos. Un gendarme de la cordillera que pasa a nuestra izquierda nos cautiva. Más tarde son las primeras luces del alba que pinta de oro viejo la falda y paredes del Culfreda y la larga cresta que desde éste desciende hacia el Puerto de la Madera. Por fin, y limitándonos a los elementos orográficos más inmediatos, ante nosotros las paredes cortadas a plomo de la Peña Blanca.
Nos paramos a desayunar -queso, chocolate, membrillo, fuet, bacon, jamón, higos, avellanas, pan, limonada, leche y litines- bajo el mismo puerto, en el lugar que nace el río, a las ocho y media. PK que hasta ahora a ido subiendo lentamente y animándose con mútua conversación con el Braxman dice que no tira y que se va a quedar en el puerto: va a ser el anuncio de un manifiesto, largo y doloroso suplicio.
Continuamos la fuerte subida por la hierba y tartera hasta el Puerto de la Madera. Llegamos en un cuarto de hora. Las penumbrosas y pálidas paredes de la Punta Fulsa tienen un aspecto muy invernal. De poniente a levante el Marboré y el Posets dominan, aunque lejanos, todo el paisaje. A medida que vamos superando la enfilada y ancha cresta del Cauarere van apareciendo detrás suyo los picos que escondía el Monte Perdido, los Astazus, el Vignemale coronado de nieve. PK y Braxman se quedan y los demás coronamos los 2901 metros a las diez y media. Casi sin pararnos y en una media hora más llegamos al Culfreda de 3034 metros sorteando las dificultades de su entretenida cresta unas veces por la vertiente española y las otras por la francesa.
Asímismo, la diferencia de color entre cada una de las vertientes es muy evidente. Por el francés los abetos remontan la ladera casi hasta nuestros pies y se descubren grandes manchas de nieve entre sus pobladas copas y se puede llegar a ver, incluso, un pueblo enblanquinado y un embalse de color sepia en medio de un general color oscuro. Por el español el único habitáculo es el refugio donde hemos dormido y todo lo demás son montañas pedregosas y afiladas, clapeadas de nieve en las paredes más resguardadas y bañadas por dos estanques inmersos en la penumbra: el de Ordiceto y los ibones de Bachimala.
Por lo que respecta a las cumbres, y en dirección E-S-W, la corta estancia en la cumbre me hace descubrir el Baliner, el Lostou, el Abeillé, el Pequeño y Gran Bachimala, la Punta del Sabre, los Gemelos, el Posets, Las Espadas, el Pavots, la Forqueta y el grupo de los Eristes, la Peña Blanca, las Tres Huelgas, la Punta Suelza, la Punta Fulsa, las montañas del cañón de Añisclo, las Tres Sorores, los Astazus y el Vignemale.
Bajamos, ahora siempre por el filo de la cresta hasta encontrarnos de nuevo con PK y el Braxman a eso de las doce del mediodía. En el descenso PK va acusando las punzadas y la asfixia producidas por la hernia de esófago. Para acabarlo de rematar no encontramos agua hasta que llegamos a la mitad del bosque. El sufrimiento moral y físico tanto de PK como de los que lo acompañamos es notable. Afortunadamente un azucarillo con nieve y después otro con agua ferruginosa le permiten hacer un gran erupto. Parece que le alivia algo y conseguir llegar fatigado al refugio a eso de las tres de la tarde sin haberse dado cuenta de nada de lo que le ha sucedido en todo este tiempo.
Comemos un poco, lo recojemos todo y nos las piramos. Los que bajan a pie se lo cojen con calma porque dicen que estan cascados pero resulta que cuando se les aparece un perro saben correr como el que más. Reencontramos al pastor de ayer y a la gente de Plan y de San Juan de Plan que regresan al pueblo con mulas cargadas de leña y burras que si no obedecen se las insulta con un clarito «burra del cojón» estrepitoso. En Plan la gente nos pregunta si hemos subido y si allí se pasa frío. En Sin nos repasan con una cara de curiosidad y extrañeza -vamos tres coches- muy inquietantes. Pero nos ofrecen la rectoría para que vayamos a dormir.
Cenamos en el comedor familiar del bar de la carretera de Plan. Nos sirven sopa, ensalada, verdura, tortilla, hígado, costillas y fruta todo por 300 pesetas mientras Braxman intenta convencernos de bajar el Fluvià con una balsa de madera hecha por nosotros mismos (Nota del traductor: como podeis claramente comprobar Braxman es, ni más ni menos, que el precursor del rafting) y PK se enrolla con lo de la universalidad de los sabadellenses. Entendemos la amabilidad con la que nos ha acogido esta gente cuando la señora del bar nos dice que tuvieron un maestro que era de Girona. Pobre hombre. ¡Qué destierro!
El domingo salimos a las siete y cuarto de Plan. Sólo encontramos un par de coches hasta La Foradada. En Arró un Sol redondo como una pelota reluciente pero que está difuminado por un cielo calichoso y que saca la nariz por encima de la montaña constituye el tema fotográfico de todos los objetivos exigentes del coche. En Barbastro acabamos las provisiones y hacemos la crónica del mercado musical.
Braxman sale el primero. No vemos por donde ha salido. Esperamos a que el semáforo se ponga verde y el urbano nos deje salir. Apretamos el acelerador a fondo y paramos en Monzón para considerar las posibles hipótesis más probables: Huesca o Lleida. Lo esperamos media hora y seguimos el camino. Paramos de nuevo en Las Balsas y esperamos infructuosamente una hora y media más. Durante este rato nos entretenemos a arreglar el reventón del Simca. Planteamos la hipótesis de que se hayan ido a Huesca y regresado por Fraga y la autopista o que simplemente se hayan ido hacia Girona sin parar. Desanimados proseguimos nuestro camino. En el área del Vallés telefoneamos y nos dicen tranquilamente que ellos ya han llegado. El hambre aprieta y les maldecimos los huesos. Cuando uno de los coches se para o se atrasa los otros siempre es esperan pero ya se sabe … la excepción confirma la regla … ¡Por algo es Braxman!
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

El Taga o la intriga continuada del que no ve nada

El club Taga con sus tropocientos, si no recuerdo mal ya son quince, años ha seguido la tradición de subir a la montaña que le da nombre y que hoy figura, gracias a ello, en numerosas libretas, libros o aires de un gran número de montañeros de nuestro amado Pirineo. Gracias a muchas personas que, empujados por un afan de subir, de gozar de estas maravillas y de ayudar a los que, de una forma u otra, con ellos conviven para disfrutar y autosuperarse en todos los sentidos.
Por otra parte, una rama del club Taga el de Girona con sus cuatro años de fructífera existencia no ha menospreciado esta la tradición y le ha servido para reencontrarse con su tronco y compartir con él juntos penas, alegrías y agradecimientos cuando ya se acercan estos días fríos de diciembre.
Son las seis y cinco y PK llama a Miquipa aconsejándole que mire el termómetro si es que piensa venir. Llega a las seis y media justo a la misma hora que nosotros. Una parte del contingente humano se desplaza a Lloret para rescatar a un tal Robert Stack perdido en una fiesta familiar y una vez rescatado decide a tragarse las curvas de Sant Martí Sapresa con la máxima cordura y suavidad. Mientras, la otra parte hace las oportunas gestiones hacia Sant Pau de Seguries y emprende el hilo carretereológico para llegar con prontitud. La cuestión es que salimos a las ocho de Lloret y llegamos a las diez a Sant Pau de Seguries y nos encontramos una invasión de coches nunca vista que acaba resultando que son todos de la misma familia montañera.
Los de Barcelona estan cenando con mucho hambre, ya les vale, pero nos reciben con grandes abrazos y fiestas. Hace mucho tiempo que no nos vemos. Nos calentamos cerca de la estufa para hacerlo después en el fuego y regresamos de nuevo a la estufa. Miquipa centra la atención cuando cuenta su ascensión al Aneto por la arista Sur, Ruiz con su intento al Aneto por Coronas y PK explicando el proyecto del próximo campamento de verano (Alba, Gourgs Blancs, Arlaud y Aneto por la cresta Sur) la subida al Puigmal por Planolas y acaba haciendo elogios al nuevo sistema de descenso que lo denomina «Desplà tipical». A todo ello la pobre bota de vino va pasando y no para ni un momento. La ratafia se acaba muy pronto y Pep V. nos da una lección de claridad de ideas ilustrada con ejemplos gráficos y vividos por PK sólo que algo difuminados por un humo muy molesto.
Al día siguiente nos levantamos un poco más tarde de las siete. La leche nos revitaliza un poco a pesar de que el frío no nos ha dejado muy aturdidos. La carretera de Ogassa está asfaltada de hace poco hasta Surroca de Baix que tiene balcones adornados con «senyeres» y una pancarta de bienvenida. Hay que agradecérselo ya que a pesar de todo acabamos pasando tres veces por ella. Resulta que cojemos caminos perdedores y cuando nos damos cuenta de que nos hemos perdido aparecemos otra vez bajo la pancarta… Dejamos los coches en una casa de campo y empezamos a andar justo a las nueve. Tardamos 55 minutos hasta la iglesia de Ogassa y ya en este tramo la nieve hace acto de presencia en los márgenes del camino y el agua en la atmósfera que nos rodea.
Desayunamos haciendo extraños laberintos, donde tuvo que ser la rectoría, en compañía de unos chicos de los de Barcelona. Emprendemos de nuevo la subida con aguanieve, la niebla y la nieve que ya no nos dejaran en todo lo que nos queda de excursión. Primero la niebla decora la parte baja del valle y la parte alta para ir entrando poco a poco a la zona restante y, mientras, exclamamos «enrróscate la boina» con el objeto de tomarnos la cosa con buen humor. El camino sube haciendo eses anchas de forma tal que a la que nos damos cuenta ya estamos en el collado. Allí nos podemos imaginar que se ve todo lo que queramos porque en realidad no se ve absolutamente nada mas que niebla y podemos hacer todo tipo de conjeturas posibles. No hay nadie que las pueda ratificar o contradecir con una base visual. A las doce menos cuarto ya llegamos a un hito de piedra y a las doce y media a la cresta después de la habitual lucha con la nieve. A la una menos cuarto, o sea en dos horas y cuarto desde la iglesia, ya llegamos arriba de lo que sólo vemos la gran cruz ya que el resto del panorama es de una absoluta homogeneidad. No es que haga mucho frío. Incluso un momento deja de nevar. Nunca había visto tanta niebla o, mejor dicho, tan poco a los demás…
Datos GPS de los puntos clave de la ruta desde la ermita y Portella d’Ogassa
Ermita (aparcamiento) 31T 436939 4680473 1330
Portella d’Ogassa 31T 436271 4681446 1820
Taga 31T 434966 4681438 2057
El camino empieza a subir desde la misma ermita lugar en el que dejaremos el coche. Está marcado con señales redondas pintadas de blanco y un círculo en su interior de color verde. Este itinerario se puede realizar en poco más de dos horas para la subida y algo más de una hora para la bajada. Otra opción que hay para subir a esta montaña es continuar por la pista encementada hasta el coll de Jou y desde allí emprender la subida directamente.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

El más invernal de todos: Bessiberri Sud (3034 m)

Una excursión realizada el 31 de octubre de 1977.

Pasar las Ferias de Girona en la montaña resultó una prueba más de este ambiente singularmente sencillo y compacto que hace tiempo que respiramos: por la altura conseguida, por los recuerdos de dos de la expedición y por la canal a la colladeta dels Estanys siempre interesante.
El equipo lo formábamos:
«PK» el jefe de la expedición.
«Gerald Ford» la cola de la cordada.
«Miquipa» la cabeza de la cordada.
«Robert Stack» el joven Rébuffat.
«EO» el chico de las chirucas … ¡ai! quina por (qué miedo).
«el Kimbal» el rey de la intuición.
«Vivo» en su primera gran excursión.
«Llusipú» el estímulo de la excursión …

Finalmente, describiremos brevemente el gran éxito conseguido en el Besiberri Sur. Detalles de la excursión los hubo y muchos: encontramos un piolet, un gorro, un ovni … Hay muchas anécdotas pero el Gerald es el encargado de describirlas.
Pondremos algunos ejemplos … Mientras Robert Stack hace prácticas a lo Rébuffat … Miquipa tira la cuerda y baja a Llusipú … ¿Quien lo paró? ¡Oh! … ¡Pues EO! Y el Gerald Fort apretó bien el piolo en el hielo … Mientras, el Kimbal se las apaña como puede sólo y le da al Vivo un palo … Y como es de suponer después de todas estas peripecias conseguimos la cumbre quedando ya ésta vencida a pesar de que hace un viento tan fuerte como seco ….. y tal y tal y tal … y así todo el rato.

© PK y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.