Nieve

En el vocabulario de los pueblos esquimales podríamos encontrar más de cien palabras diferentes para designar a lo que nosotros conocemos como la nieve o hielo. Entre los muchos y diferentes tipos de nieve destacaremos las siguientes:
Nieve blanda: Aquella en la que nos hundimos.
Nieve costra: La que su capa superior es firme pero que también cede bajo el peso del caminante.
Nieve dura: La que es resistente y requiere el uso de crampones si el terreno tiene cierta pendiente. Suele ser muy resbaladiza.
Nieve firme: Nieve costra.
Nieve fresca: Nieve recién caída.
Nieve húmeda: Nieve que tiene un gran porcentaje de agua. Pesada de remover. En pendientes fuertes evitar las travesías puesto que puede dar lugar a un alud.
Nieve persistente: Nieve que no acostumbra a fundirse en todo el año.
Nieve podrida: En general es nieve vieja y a menudo saturada de agua cuando no ha helado durante varias noches seguidas. O bien, es nieve fresca recalentada durante el día y no helada durante la noche porque la temperatura es demasiado elevada. Peligrosa y pesada.
Nieve polvo: Nieve recién caída y seca, la ideal para esquiar. Permite una marcha normal elevando más o menos pies y piernas a cada paso según sea la profundidad de la nieve.
Nieve primavera: La que cae durante la primavera. La primera nieve. Muy esponjosa. Peligro clarísimo de aludes si cae sobre una capa de nieve antigua de años anteriores.
Nieve seca: Es nieve polvo con bajo porcentaje de agua.

Grado de dificultad

Lo primero que se tiene que hacer antes de programar una excursión es consultar la guía en la que se indica siempre el grado de dificultad de los itinerarios. La graduación tradicional responde al siguiente baremo:

 

GRADOS DE DIFICULTAD
0 MF Muy Fácil Creo que la nieve nunca es muy fácil
I F Fácil Pendientes de nieve: menos de 15 grados
II PD Poco difícil Pendientes de nieve dura: 15-25 grados
III AD Algo difícil Pendientes de nieve dura: 25-35 grados
IV D Difícil Pendientes de nieve muy dura: 35-45 grados
V MD Muy difícil Grandes pendientes: 45-55 grados
VI ED Extremadamente difícil Grandes pendientes: más de 55 grados
Willy Welzenbach, fallecido en el Nanga Parbat, describió las características de los grados de dificultad, en 1925, que vendría a ser más o menos como sigue:
GRADO 0: Hay picos que se denominan humorísticamente «pico de vacas«, o lo que es lo mismo, que nos podríamos llegar a encontrar a una vaca en su cumbre. Ello ya nos indica bien que su itinerario de ascenso va por un camino bien marcado hasta la misma cima. Por lo tanto, se podría llegar arriba tranquilamente y sin sacar las manos de los bolsillos.
GRADO I: En este primer nivel con las manos en los bolsillos ya no se llega. El uso de las manos es necesario aunque limitado a un uso estrictamente de apoyo y de búsqueda del equilibrio. En itinerarios muy aéreos puede ser necesario encordar, como precaución, a los miembros más inexpertos del grupo.
GRADO II: Yo, personalmente, cuando me ponen grado II ya me llevo todos los trastos. Empieza la escalada verdadera. Hay que aplicar la regla de los tres puntos de apoyo para la progresión. Las manos se usan para la elevación en los itinerarios graníticos. La aderencia de los pies es básica en los itinerarios calcáreos. Los principiantes irán encordados y los experimentados no suelen encordarse. Atención a los descensos: suele ser casi siempre imprescindible la cuerda (en especial fuera de temporada).
grado de dificultadGRADO III: Es un segundo grado en su máxima complicación. Se superan verticalidades. Hay realmente escasez de presas. Incluso los escaladores experimentados se encuerdan. Es imprescindible llevar todo tipo de material para el aseguramiento. El descenso es en rappel. Es realmente un grado límite para el que no está experimentado.
GRADO IV: El salto es realmente importante. Es ya escalada de dificultad. Se requiere, además de cierta predisposición, una buena preparación física. Las presas son buenas aunque ya no las hay para poder escoger: simplemente hay las que hay y si no se encuentran no se avanza.
GRADO V y VI: La dificultad en este nivel es muy elevada. La escasedad de presas es muy evidente: simplemente ya no las hay. La diferencia entre un V y un VI grado estriba en el tamaño de las presas aunque la gran diferencia está, creo, más en una estimación de las capacidades humanas. Yo diría, para explicarme mejor, que el V grado una persona normal, entrenada y con la suficiente capacidad técnica lo puede superar tranquilamente (dentro de lo que cabe), es decir y hablando claro, no existe riesgo de caerse en ningún momento. En cambio, el VI grado se diferencia claramente del V en que una persona excepcional, entrenada y con la suficiente capacidad técnica para ello puede no superarlo en un momento determinado, es decir, el «pire» debe de ser una posibilidad a la orden del día y más que esperable.
Hoy en las escuelas (en alta montaña no se abren vías con estos niveles de dificultad) se gradúan ya pasos de VII y VIII grado. No dejan de ser apreciaciones en función del tamaño de las presas siendo el riesgo de una caída cada vez mayor y, evidentemente, cualquier persona normal y entrenada no las supera por las buenas. Es necesario para ello una progresión y entrenamiento muy específicos. Suelen ser itinerarios en extraplomo.
Cada graduación, de las mencionadas anteriormente, se usa con un subíndice con el objeto de precisar más, si cabe, el itinerario. Se pone un inferior (-), medio (sin signo) o superior (+) en función de la estimación general que se le pueda dar a la vía. Para poner un ejemplo, un itinerario de segundo grado com muchos pasos de tercero, o incluso uno de IV, se le puede calificar tranquilamente y globalmente de II+.
Las ascensiones y escaladas invernales en nuestro hemisferio norte son las que se realizan entre el 1 de diciembre y el 31 de marzo. Fuera de estas fechas cualquier ascensión no se considera auténticamente invernal por muy malas que sean las condiciones climatológicas. En todo caso, como máximo, podrá considerarse una ascensión hecha «en condiciones invernales«.
En cuanto a la escalada artificial los grados que se contemplan son:
A1: Fácil de clavar. Paredes verticales. Roca buena. Asimilable al IV grado en libre.
A2: Poco difícil de clavar. Paredes verticales. Roca de mala constitución. Asimilable al V grado en libre.
A3: Bastante difícil de clavar. Extraplomos. Roca de buena constitución. Asimilable al VI grado en libre.
Otro tema, y controvertido ya que cada vez son más las voces que piden información al respecto, es que en los itinerarios se señale, aunque sea a modo indicativo, los peligros que pueden encontrarse. Conviene tener siempre presente la diferencia básica que existe entre dificultad y peligro ya que la primera se supera con técnica, mientras que, lo segundo con el sentido común.
En cuanto a los peligros los hay de dos tipos: los que no dependen del terreno que podrían englobarse en los de influencias meteorológicas y las ocasionadas por el cansancio, que no deben indicarse en las guías aunque puedan existir, y los que dependen del terreno. Entre éstos últimos, que sí deberían formar parte de la información de las guías de montaña, tenemos a:
– Las inherentes a las dificultades suplementarias debido a la naturaleza del terreno (roca descompuesta, bloques sueltos, …).
– La posibilidad de caída de piedras y riesgo de aludes (incluso por cordadas precedentes).
– La posibilidad de encontrar nieve helada (necesidad de crampones) y que aumente el grado de dificultad en función de la pendiente (ver tabla).
– Los itinerarios aéreos que afectan a los aprensivos al vacío y puede ocasionar graves problemas en los descensos.
Finalmente, destacar que podría existir un problema serio en el transcurso de una excursión si no llevamos el material adecuado para realizarlo o superarlo. Este supuesto, desgraciadamente muy habitual y que suele advertirse en los descensos, ya no se trata ni de una dificultad ni de un peligro de un itinerario sino que, simplemente, ha sido una grave imprudencia.

¿Qué es un alud?

Un alud es el desprendimiento de una masa de nieve con unas dimensiones y recorrido variables que se pone en movimiento bajo la acción de la gravedad.
La formación de un alud depende de la naturaleza y perfil del terreno, la calidad de la nieve y la temperatura.
– Las superficies lisas, césped, losas o rocas pulidas son superficies propicias a los aludes por su carácter resbaladizo.
– Las pendientes convexas son más peligrosas que las pendientes cóncavas terminadas en llano. Asímismo, la inclinación permite la sustentación de una masa de nieve en función de su cohesión. Cuanto más vertical sea la ladera de la montaña más dura deberá ser la nieve.
– Las nieves más frescas y las nieves no adherentes son las más inestables.
– Cuando la temperatura se eleva la nieve se humedece y se hace más pesada lo que aumenta su inestabilidad. Por el contrario, el frío la estabiliza al entrecruzarse los cristales de hielo.
Las causas de desencadenamiento de un alud hay que buscarlas en la ruptura del equilibrio, mecánico o térmico (deshielo), entre las fuerzas que favorecen el movimiento como es el peso de la nieve y las que se le oponen como son la cohesión interna de la nieve, las fuerzas de rozamiento, las fuerzas de anclaje, etc. Las causas y situaciones en las que se rompe el equilibrio son muy variables y por tanto se pueden dar muchos tipos de alud.
Atendiendo a la calidad de la nieve que se podría definir por su temperatura, densidad y cohesión entre los granos se puede establecer una clasificación de los diferentes tipos de aludes.
El alud de nieve en polvo se produce durante o poco después de intensas nevadas con temperaturas inferiores a los -5 grados centígrados. Se dan en invierno y en pendientes muy pronunciadas. Son aludes que se generan cuando los copos de nieve se rompen y pierden cohesión, generalmente, por un fuerte viento y muy violento, el desplazamiento de aire de otro alud, una caída de una cornisa, unos bloques de piedras o un montañero. Se producen, por tanto, en el momento en que se ve caer la nieve de las ramas de los árboles y de los tendidos eléctricos. La nieve es seca, ligera y tiene una gran movilidad. Un violentísimo soplo lo precede. Son aludes muy rápidos y peligrosos por su gran poder destructivo incluso en la vertiente opuesta. Vuela en torbellinos.
El alud de nieve fresca húmeda es el típico alud de primavera aunque puede producirse durante el invierno siempre que la temperatura sea alta. Alud típico de los períodos de elevación de la temperatura al ser muy sensible a los efectos térmicos. Se origina en vertientes sobre todo las que están orientadas hacia el sur. La nieve al ser húmeda y pesada tiene un desplazamiento relativamente lento con un efecto aplastante a causa de su peso. Baja rodando y produce un desplazamiento de aire bastante potente. Al detenerse se endurece instantáneamente.
El alud de nieve mojada es sobre todo un alud de primavera que puede producirse durante el invierno en caso de lluvia. El Sol, el foehn, la lluvia y las contracciones de las heladas lo desencadenan. Es bastante previsible. Suele producirse siempre en el mismo lugar. Desciende con lentitud pero lo arrasa todo. Hay que evitar los couloirs pues es la ruta que suele elegir.
La nieve que forma el alud de placa tiene suficiente cohesión para romperse en grandes bloques. Se producen en vertientes abiertas y sobre todo en zonas con una forma convexa. Es un alud peligrosísimo por su carácter imprevisto. La placa está formada por nieve apretada superficialmente y que no se ha adherido a la capa inferior separándolas una capa de aire. Son sonoras y suenan a hueco si se golpean pues forman como una bóveda. Las más peligrosas son en invierno. Descienden deslizándose y por una rotura de su equilibrio por una causa mecánica. El viento es el responsable de la existencia de muchas de las sobreacumulaciones de nieve que pueden romperse dando lugar a un alud de placa de viento.
El alud de cornisa se produce principalmente en invierno y en primavera. En verano las cornisas son más estables aunque su equilibrio siempre es precario.
El alud de séracs se deben al simple desplazamiento natural de los glaciares y se producen a cualquier hora. Sólo cabe cruzar las zonas más expuestas con la mayor velocidad que nos sea posible.