El club

20 de enero de 1984.
¿Qué es el SAM, club «pekas», club Taga, …? (la lista de nombres que recibió es inmensa).
Si alguien supiera exactamente la contestación de la pregunta estoy seguro que hubiera escrito un libro de ello. Es difícil contestarla. Incluso yo mismo que fui uno de los principales promotores no sé que decir. Voy a limitarme a realizar unas indicaciones históricas y describir algunas de sus características.
Se reunían todos los jueves antes de comer en los pasillos de los sótanos del colegio (al lado del laboratorio de física), tenía una junta directiva que funcionaba clandestinamente y sus miembros no se escogían democráticamente ya que simplemente eran los que hacían más excursiones, se repartían hojas ciclostiladas entre los asociados que no pagaban cuota ninguna por serlo ni por recibirlas, el material colectivo (botas de montaña, tiendas de campaña, cuerdas, crampones, utensilios de cocina, comida, …) estaba camuflado en un armario en el que se guardaba el material para la limpieza y sus componentes destacaban por sus buenas notas en todas las asignaturas a excepción de la del «deporte» o «educación física» (?) en la que incluso alguno llegó a SUSPENDERLA!
El tema era francamente serio: la nota de la asignatura dependía, de forma escalonada, de si se era declarado aficionado al fútbol (aprobado), declarado aficionado del «Barça» (notable) o miembro de la selección del equipo juvenil de fútbol del colegio (sobresaliente). Caso de coincidir más de una de las características antes mencionadas (Barça-seleccionado) la cosa podía llegar incluso a la matrícula de honor !!! Así resulta que, paradójicamente, un individuo que sube en un año a más de 25 cumbres de más de 3000 metros y se cuelga de una pared con una mano superando pasos de VI+ sin problemas SUSPENDE la asignatura de «educación física»: INCOMPRENSIBLE. Pero, señores-as, lo que tiene más guasa es la opción que tiene en septiembre para aprobar la mencionada asignatura y no repetir curso: REDACTAR UN TRABAJO !!! Esto sí ya ralla lo PENOSO: para aprobar el deporte te obligan a hacer un trabajo escrito. Y digo yo, ¿cómo se demuestra el nivel deportivo escribiendo?
Como se puede adivinar la actividad alpinística que se realizaba que era tan importante que creó una seria oposición a todos los niveles. Era un ambiente especial creado por los mismos miembros del equipo y que se mantenía entre todos.
Tal y como ya he explicado antes el nexo de unión entre nosotros era el colegio. En el grupo participaban en las actividades los profesores, alumnos, padres y amigos indistintamente. La forma de ser de cada uno de nosotros se respetaba y no era base para realizar ninguna discriminación por lo que se admitía siempre la participación de cualquier persona que estuviera interesada en salir. No era un grupo cerrado a nadie más bien todo lo contrario.
El líder era PK. Profesor y procedía de Barcelona. Allí también se había formado un grupo de amigos que salía a la montaña. PK al trasladarse a Girona siguió manteniendo contactos frecuentes con ellos cosa que hizo que se organizaran bastantes actividades conjuntas. En el grupo de Girona estaban PK, Pere P., Joan F., Robert C., Pere C., Joan S. Y en el de Barcelona Alfonso S., Pep V., Mariano R., Jaume D. Por citar algunos de los que más salían.
Como actividades que pasaron a ser tradicionales y que se solían organizar conjuntamente eran la subida al Taga en invierno y el campamento de verano que se solía instalar en los llanos de los Baños de Benasque en el Pirineo central.
Tuvo sus momentos de oro y de decadencia. Ésta llegó al acabar la etapa escolar de sus miembros y repartirse por los diferentes puntos de la geografía. Lo importante es que cada uno de los integrantes del grupo en su nuevo sitio prosiguió la actividad emprendiendo la organización de nuevos grupos y que el material gráfico (fotos en B/N, color, diapositivas y películas en Super-8) y escrito (crónicas, circulares y cartas) servirá para las generaciones futuras.
© Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.000.

El Saburó o el largo saboreo del Sol y la Luna

Había sido un mal año en el aspecto montañero y la verdad es que no lo queríamos terminar sin un tresmil o una montaña de cierto carácter que sirviera, a la vez, para sellar la mayoría de edad de Robert y probar todos la montaña invernal.
Es por esto que cuando tomó forma la idea de ir al Peguera haciendo noche en el Josep Mª Blanc en la noche de Luna nueva del mes de noviembre no fueron suficientes para minorar nuestros ánimos ni para evitar que nos pusiéramos las mochilas en las espaldas y bajar las escaleras ni el timbrazo del despertador ni las pequeñas nubes que se distinguían a través de la ventana.
En las escaleras del metro se hacían adelantamientos peligrosos y arriesgados y contaba mentalmente la cantidad de minutos que faltaban para empezar el trabajo.
Los autocares de la Alsina Graells que íbamos dejando atrás iban llenos de corazones que buscaban sus orígenes en su tierra natal y los estrechos aparcamientos del Pas de Terradets se llenaban de utilitarios mientras sus ocupantes se disponían a abrirse paso en la vertical pared hasta reencontrarse de nuevo con la luz.
En la salida del Pas de Collegats, la carretera y los campos todavía eran blancos por la helada y las vacas de Llavorsí, igual que los machos de Espot con sus atuendos, justo salían del pueblo cuando iba a ser justo el medio día. Todos tienen su horario.
Informados del «status-quo» característico, dejamos el coche al inicio del Parque y enfilamos la pista del Estany Negre. Les Agudes van emergiendo, desafiantes y esbeltas, detrás de nuestras espaldas y nos invitan a tomar aliento para que las contemplemos mientras que delante nuestro nos ofrece un amplio deleite los lomos de nuestras montañas fronterizas con Andorra y el Pallars que el Sol bajo va pintando … La canal que nos sorprende al girar una curva pronto desaparece bajo el camino y éste se viste de nieve y de hielo.
Tres horas de agradable andar nos llevan hasta el refugio justo para gozar con los últimos rayos solares de la visión del gran circo de montañas que desde este espléndido mirador se domina.
Nos damos prisa para ponernos los jerseys y hacer la única comida completa del día aprovechando las últimas luces y hacer algo de fuego.
Pronto nos damos cuenta que, a pesar de la soledad del sitio no estamos totalment huérfanos, se va abriendo paso en el ancho cielo y en nuestra estancia una Luna clara y redonda que enamora y en su luz vemos proyectarse nuestros cuerpos en la nieve, lucir las montañas del valle como si se tratara del mismísimo Sol y proyectarse en los cristales del refugio la llama del fuego quemando el hielo del estanque. Con estas imágenes de encantamientos nos sumergimos en la rojiza superfície de nuestros sacos cuando los relojes marcan las ocho y cuarto preveyendo el largo día que nos espera.
Cuando el despertador y sus manecillas marcan las tres y cuarto la Luna sigue brillando y el aire no tiene la frescura de ayer.
Recogida la casa y calentado el estómago con un buen vaso de leche vamos a cruzar el río por debajo de la presa del Estany de la Cabana no sin antes haber aguantado más de una que otra hundida en la nieve. Para bordear este estany lo hacemos a cierta altura lo que nos va a obligar a realizar alguna desgrimpada y seguir después a medio aire el promontorio rocoso que se endereza por encima de la Coveta hasta un torrente que nos llevará a un estany sin nombre situado entre los dos brazos de cresta que se desprenden del Monastero. Con tantas subidas y bajadas pasamos mucho tiempo y en realidad no hemos ganado, prácticamente, nada de altura aparte de perder un poco la referencia del lugar exacto en el que estamos hasta el punto que confundimos el Saburó Inferior, que está desafiante delante nuestro, con el Peguera Inferior que queda mucho más allá y que ahora no lo vemos.
Cruzamos el estany mencionado por el medio de su superficie helada hasta llegar a un pequeño collado donde un cartel indica los caminos que conducen al Peguera y al Mainera. Seguimos hacia el Peguera pero el estado deplorable de la nieve y la sombra amigable de la Luna nos conducen a cruzar el río que baja de los estanys de Peguera y a ganar, aunque penosamente, altura en dirección a la cresta de nuestra izquierda. Un enrrojecimiento brillante va tiñiendo el cielo detrás el Muntanyò y nos paramos a comer alguna cosa.
Es pronto y el día se presenta inmejorable pero hemos subido mucho y ahora nos espera un largo flanqueo si queremos llegar a encontrar el collado de Monastero – Peguera por lo que decidimos escalar por una canal de nieve y pedruscos hasta encontrar la cresta. Cuando la culminamos son las ocho el Sol ha subido a caballo de la cresta de les Maineres y las rocas cimeras del Monastero van cojiendo color mandarina. A nuestros pies duermen un plácido sueño todos los estanys de la cuenca del Estany Negre y el refugio que nos ha acogido mientras que la aguja con forma de avión de nuestra izquierda se presta por unos momentos a hacernos creer que somos escaladores y la cresta de nuestra derecha parece ofrecernos un paseo aéreo. La emprendemos contentos y superamos, normalmente por el lado del Mainera, las pequeñas pruebas que nos piden las cantiagudas rocas de granito esquistoso de la afilada cresta. Mientras, estamos embobalicados del dulce despertar de las montañas que nos depara el paseo y con una media hora conquistamos una primera cumbre de unos 2850 metros de altura de los cuatro que tiene el Saburó Inferior.
La pendiente es muy acusada por los dos lados y la cresta hasta el Saburó, más o menos horizontal en el primer tramo, baja a un collado a unos 2800 metros y se enfila, posteriormente, encrespada hasta el Tuc de Saburó que tiene 2911 metros y muy rota, a continuación, hasta el Peguera con sus 2982 metros siempre con clapas de nieve intercaladas y no ofrece aparentemente excesivas dificultades. Aún y así las apariencias engañan y los frecuentes flanqueos obligados por los dos lados con presas seguras aunque distantes al principio (II), un paso a superar por presión desaciéndose previamente de las mochilas y ganando altura con la altura del compañero que se hunde en la nieve justo antes de la última cumbre del Saburó Inferior (III) y cuatro o cinco flanqueos algo extraplomados con no muy buenas presas en la bajada (III) hacen que no lleguemos al collado hasta eso de las diez de la mañana.
Disfrutamos un rato del Sol precioso de esta mañana mientras nos ponemos crema solar en la cara y hacemos algo de sitio en las mochilas comiéndonos lo que llevamos. Éstas no son muy pesadas, aunque si son voluminosas, por la presencia de los sacos ya que la idea de bajar por Sant Maurici o la Valleta Seca nos hizo cargar con ellos.
Los ciento diez metros de desnivel que nos faltan se nos hizo interminables. Primero es una desgrimpada por una piedra húmeda e insegura hasta encontrar la nieve, de la vertiente del Mainera, el flanqueo de 8 a 10 metros por la deshecha nieve de una pala con un 65% de desnivel y el avance penoso por ésta hasta reencontrar la vertical y afilada cresta. Después son diversos flanqueos por la piedra-nieve del lado de Peguera (II) y el paso siguiente al filo de la cresta que nos hacen entretenernos y sufrir, ya que no llevamos cuerda, de forma tal que cuando alcanzamos una de las inclinadas cumbres del Saburó son ya las doce menos cuarto. Un mar de nubes cubre la parte baja de Cabdella pero las nevadas y afinadas crestas de los Muntanyò, Mainera, Subenuix, Peguera, Monastero y Encantats en primer término y de los macizos del Posets, Maladeta y Pica d’Estats un poco más lejos bajo el cielo azulísimo y presididos por un conjunto de estanys helados o líquidos nos invitan a una placentera estancia que sólo se ve molestada por el frío viento y el pensar lo que nos falta bajar.
Empezamos a perder altura en dirección al Peguera a eso de las doce y cuarto. Espantosas verticalidades nos convencen de no ir por el lado de Cabdella y la emprendemos, después de un flanqueo por la piedra mojada (II), primero por el lado de Peguera y después por las canales de nieve buscando en la medida que nos sea posible presas en la roca (pasos de IV) del lado de Capdella hasta que la cresta hace una ventana (una hora).
La bajada por pendientes de roca helada cubiertas sólo por una fina capa de nieve, mediante pequeñas y distantes presas en la roca mojada hasta encontrar la pala de nieve nos lleva casi otra hora por lo que nos hace definitivamente abandonar la idea de regresar por Sant Maurici a pesar de las esperanzas que habíamos puesto.
La nieve del trozo que nos queda no es tan pesada como nos hubiéramos presupuesto y sí que lo es, en cambio, la del trozo final entre los estanys de La Coveta y Tort al querer pasar el lomo por este lado cosa que nos representa un conjunto de desgrimpadas y rasguños mientras contemplamos los últimos rayos de luz del Sol dorando al Muntanyò. Llegamos finalmente a la presa del Estany Tort a las cinco y cuarto y al coche a las siete y cuarto después de unas 15 horas de larga y divertida caminata.
La noche nos va a deparar una saburo-sa cena, un pequeño susto y un montón de curvas que podemos tomarnos el lujo de cojerlas por la izquierda justo antes de llegar a la autopista y a Barcelona cuando ha pasado la una de un día plenamente saboreado.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002