Como todas las excursiones esta ha sido divertida y dura todo lo que seas capaz de imaginarte.
Todo comenzó el domingo día 20 de junio a las 8.30 cuando nos damos cuenta de que no teníamos bicis suficientes y estábamos a punto de perder el tren. Teníamos previsto llevar las bicis en el tren hasta Ávila y desde allí pedalear hasta Gredos para hacer alguna excursión. Como vimos que nuestro transporte para Ávila lo perdíamos decidió Miguel J. sobre la marcha y con total improvisación ir a la Pedriza. El recorrido ahora será todo en bici desde Madrid y así ahorrábamos el dinero del tren.
Pasó el tiempo y finalmente todos tenían una bici. Algunas eran de carreras y otras no pero la cuestión es que ya todos teníamos una y ya podíamos marchar. Salimos de Madrid a buen ritmo y pedaleando fuerte pero pronto aparecieron las primeras víctimas. En la primera gasolinera de la autopista tuvimos que arreglar con cinta aislante una potente raja en la cubierta de la bicicleta de Carlos P. Pero para nosotros eso no era nada y gracias a la experiencia de Miguel J. estuvo solucionado en un abrir y cerrar de ojos. Continuamos los trece rodando por la carretera. Parábamos a menudo pues el cansancio, el calor y los dolores corporales se hacían notar en nosotros.
Y como merecimiento a nuestro esfuerzo paramos a comer o a desayunar ya no sé exactamente qué pues eran las doce del mediodía. Después de la suculenta comida llegamos a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios y desde allí seguimos el recorrido hasta que al fin, casi desesperados, llegamos al palacio de Chema. Rellenamos nuestro aparato digestivo y tuvimos mucho cuidado con su pino. Rápidamente nos embalamos directamente a Soto y buscamos un bar que nos dejara entrar para ver el partido de España contra Yugoeslavia del campeonato mundial de fútbol España-82.
Continuamos la aventura hasta que llegamos al pantano de Santillana. Había un gran cartel que anunciaba: «PROHIBIDO EL PASO. HIDRÁULICA SANTILLANA, S.A.» Pero eso no nos detuvo y pasamos ampliamente. Eso sí nos instalamos en un lugar oculto para vivaquear y los que quisieron fuimos a ver jugar a España.
Al día siguiente nos encaminamos hacia el Yelmo. Es un monte con una altura de 1714 metros formado en su mayoría de piedra granítica pero será mejor que me deje de sabidurías. Al grano. Bien remojados en un caño de agua comenzamos la primera subida. Ahora ya lo hacemos a pie. La primera parada fue muy corta pues no era muy necesaria. Paramos en un río donde Justo, Carlos y Jaime cazaron de todo. Entre sus presas y bichos varios destacaré dos culebras de agua que llegaron a conservarlas hasta el final de la excursión como mascotas. Aquí ya nos dividimos. Algunos continuaron subiendo y los otros se quedaron en el río. Llegó el momento crucial. Estábamos en la falda del Yelmo. Estábamos algo decaídos. Pero abrimos las latas de melocotón en almíbar y con su dulce jugo mojamos nuestro seco paladar quedando reanimadas nuestras mentes y repuestas nuestras fuerzas. Poco a poco seguíamos el camino que un tal Maesso había marcado con líneas blancas y amarillas. Los cardos hacían mella en nuestras piernas y el Sol quemaba nuestras espaldas sudadas y cansadas.
Pronto nos encontramos delante de una inmensa roca de unos 250 metros aproximadamente. No sabíamos por dónde proseguir. Había que escalar. Después de reconocer el terreno dimos con un camino que subía por una empinada chimenea. Cuando llegamos a la cima gritamos tres veces victoria.
Bajamos a la velocidad del rayo y llegamos pronto al pantano donde nos bañamos para limpiar la mugre. Luego bajamos a Soto para comprar comida para los días siguientes. En el nuevo amanecer nos bañamos en el pantano sin que nos viera nadie y desayunamos en gran cantidad para emprender la vuelta. A gran velocidad llegamos a la gasolinera en la que habíamos tenido la primera avería y desde allí ya fue todo sangre, sudor y lágrimas como dijo Wiston Churchill.
Nota del webmaster MJ: José Mª cuando me escribió esta historia tenía doce años …
Acordamos en la segunda reunión oficial del SAM celebrada el 7 de abril de 1976 ir, si el tiempo nos lo permite, por Semana Santa al Monteixo o al valle de Tavascan. Cumplidos correctamente los encargos dados a Paco G. y a Pedro P., después de unas previsiones más bien desfavorables del «hombre del tiempo», salimos, tal como estaba previsto, un primer grupo el miércoles al mediodía. Los demás miembros de la expedición quedan citados al día siguiente en Llavorsí.
Con la carretera de Olot arreglada y con la ganancia de tiempo que representa pasar por la Cantina llegamos, en unas dos horas, a Ribes de Freser. Allí comemos comentando las proezas de las grandes figuras del ciclismo y la vida desviada y desgraciada de alguno de ellos. No obstante, estamos tan metidos en la conversación que después de llenar la bota de vino con un caldo del Priorat nos la dejamos sobre el mostrador. La collada se hace corta y una vez tomamos la carretera vieja de la Molina sus agujeros nos recuerdan los problemas de patinaje artístico sobre ruedas y la necesidad de usar los piolets para pasar han quedado ya atrás en el tiempo. La temporada invernal actual en la Cerdanya, que ya ha empezado a rebrotar, toma de nuevo color y nueva vida. Antes de llegar a la Seu d’Urgell nos revisa la Guardia Civil. La carretera de Adrall a Sort, ahora incluso indicada, está toda asfaltada y nos permite disfrutar de los últimos rayos de Sol sobre las montañas fronterizas de Andorra. En cinco horas llegamos a Àreu. Han sido 275 kilómetros hechos a un buen ritmo.
Nos dicen que la noche anterior ha nevado y que hoy hará lo mismo. Los proyectos, las previsiones se cumplen. Después de plantar las tiendas por primera vez y de cenar viendo el partido Madrid – Bayern nos vamos a dormir. La nevada nos hace sacar la cabeza de vez en cuando por la puerta y no dormimos mucho.
Cuando nos levantamos todavía nieva pero el suelo aún no está blanco ya que el viento no deja que la nieve cuaje. Calentamos leche y café. Subimos con el coche un poco. Sigue nevando. Cruzamos el río Vallferrera y ascendemos zigzagueando por el barranc dels Crusos. Por un momento perdemos el camino y lo encontramos de nuevo. Va parando de nevar y el día se va despejando. En la primera borda bebemos la leche que aún está caliente que la acompañamos con nueces, almendras, avellanas y pasas. Llenamos la cantimplora. Pasamos por una segunda borda y una tercera avanzando ahora por un llano que nos acerca a la sierra. Una vez en el pie de la ancha y empinada canal que conduce al collado paramos para recuperar el aliento y PK nos comunica su bajo estado de ánimos aunque ya ha salido el Sol por entre las nubes y el día parece mejorar. Es su voluntad de hierro que una vez más lo hace proseguir aunque penosamente. La nieve, unas veces dura y otras blanda, está normal que con la que ha caído hoy permite andar bien. Josep Ma. G. se pone un crampón y el otro no le entra. Nos desviamos ahora hacia la derecha para conquistar la cresta que desde el pueblo sube directamente hasta la cumbre. Son poco más de las doce y ya gozamos de la visión de la altiva cresta que va hasta la cumbre. Su aspecto engaña. Fotos, sardinas, pan, atún, anchoas, almendras, un poco de leche caliente y descendemos. A nuestra izquierda la vall de Tor y el pueblo más alto de España. Detrás el port de Salòria y Andorra. Primero, el descenso es normal por la hierba ligeramente blanqueada. Después, la bajada por las piedras y por el bosque se hace un poco pesada y ya tenemos ganas de llegar abajo. Hacemos otro resoplido y alguien afirma que ya sólo nos queda un cuarto de hora. Efectivamente. Al cuarto de hora vemos de nuevo la tienda a nuestro lado con una yegua paciendo y dos barceloneses que la filman ignorando la belleza que se disfruta más arriba. Prefirieren la oscuridad del valle hundido y triste. En el grupo de casas, de la parte de arriba del pueblo, quedan los dos muros y el ábside de una sencilla iglesia románica que ha perdido el tejado. Comemos, recojemos las tiendas, recordamos la nevada de la noche anterior con un lavado de pies que nos los deja nuevos y nos encaminamos de nuevo por la estrecha carretera que paralela al río nos conducirá a Llavorsí.
Nosotros somos puntuales a las cinco. El resto del grupo hace dos horas que han llegado. Han traído consigo la bota de vino que nos dejamos en Ribes de Freser sólo que está un poco más vacía de como la dejamos. Se ejerce la democracia y cada uno vota por la cantidad de pan que hay que comprar. El resultado no será acertado. Seguimos de nuevo la carretera pero hoy seguiremos el afluente de la izquierda: el Cardós. El valle es más verde y más ancho. Paramos un momento en Tavascan para comprar vino y seguimos hacia Boavi. Hay más charcos que el verano pasado. Paramos en el refugi d’Artamon. No hay magrebíes ni gente del país: sólo un grupo de excursionistas. Acampamos en la parte de abajo de la carretera y justo al acabar empieza de nuevo a nevar. Dejamos la comida en el refugio de arriba y nos vamos al local abierto que está todavía más arriba. Pronto surge un corto, espontáneo y natural coloquio sobre el «día del amor». Calentado el corazón ahora conviene llenar el estómago con unas buenas butifarras cocidas en la estufa que parecen querer explotar y huevos, tortillas, carne, salchichas y otros complementos. El pan se acaba pronto. Después le sigue el vino, el té, el coñac y los chistes de Pedro P. acompañados de risas y voces onomatopéyicas. Cuando salimos afuera ya hay un palmo de nieve y los coches están blancos.
Viernes. Subimos un poco más con los coches hasta el Planell dels Castellassos. Nos adentramos entre las matas y por el lado derecho del río Certescan por el valle que nos conducirá a su lago. Hay mucha nieve caída reciente y te hundes en ella como si nada. Después encontramos el camino y la subida se hace menos dura. Nieva fuerte. Un servidor se pone la capucha del impermeable y se me añaden de golpe sesenta años. En un primer instante mirando a Miquel con el impermeable por encima de la mochila alguien recuerda un chiste de ayer y exclama «primero los excursionistas …». También se incrementan las escaramuzas de arma blanca y se detienen un momento para contemplar la belleza del paisaje: una cascada de agua entre la nieve y el río helado. Seguimos la marcha y continúan las escaramuzas. A medida que sale el Sol va parando de nevar y se puede disfrutar de un blanco panorama.
Otra bocanada de aire y vemos a nuestra espalda el valle de Sotllo y de Sallente con la serra de Montarenyo. Emprendemos de nuevo la subida que va adquiriendo la magnitud de belleza. Lástima de nieve blanda. Ahora avanzamos penosamente por una hondonada con el objeto de cruzarla en dirección a la carretera de Romedo. Las bolas de nieve que bajan por la pendiente dejan un camino recto y bien hecho. El nuestro es más torcido. Llegamos a la carretera medio tapada por la nieve. No podemos avanzar más. Casi son las doce y hemos de regresar. El regreso es más agobiante puesto que la nieve es muy blanda y te hundes fácilmente. En unas piedras secas nos paramos a desayunar un poco. Jordi P. hace el sacrificio de ir a llenar la cantimplora un poco más abajo. Pedro P. y yo hacemos la limonada y los otros comen. Delante nuestro podemos contemplar el valle y arista del Sotllo de pendientes muy acentuadas, el Pic d’Estanys, el Pic de Baborte, el Pic de Basiero y la serra del Montarenyo todo blanco y con escasos contrastes. Con poco tiempo deshacemos el camino hecho no sin antes habernos tropezado con los arbustos y mojado un poco. Un tirón hace sufrir por un momento a Paco G. Pero todos los males se pasan en el baño que hacemos una vez llegamos al lugar donde tenemos las tiendas. Recojemos todo y bajamos hacia Tavascan. La gente de los bares están desbordados con la llegada de la gente de Barcelona y hemos de marchar habiendo comido una simple bolsa de patatas y una bebida. Bajamos de nuevo a Llavorsí. Comemos en el bar Els Esports: pan, anchoas, cavalla, atún, sardinas, uvas pasas, higos, avellanas, almendras, cacahuetes, etc.
Hace poco llovía pero ahora ya ha parado. Unos de Girona nos dicen que el port de la Bonaigua está cerrado y parece que ellos querían pasarlo y no han podido: ¡de Girona tenían que ser! En la Noguera Pallaresa hay algunos pescadores. Si el miércoles cantábamos Jordi P. y yo hoy muestran su voz PK y Pedro P. En la Pobla de Segur cojemos la carretera vieja de Pont de Suert: nada aconsejable. Después del coll de Perves nos hemos de esperar porque el Mehari se retrasa y en el coll de Viu casi nos pisa los talones. Bajando recordamos aventuras pasadas por estos lugares con autocares en noches de tempestad y el milquinientos que hacía explosiones. En Vilaller hemos de esperar un poco a Jaume D. Después de sus siempre cordiales y animados saludos nos hace saber que el refugio del túnel de Viella está lleno puesto que hacen el Rally de esquí y que los demás están esperándonos en Benasque. Nos dirijimos hacia allá mientras una sensacional nevada a la altura de Las Paúles dificulta en gran manera la conducción. Hacemos un intercambio de opiniones y de actividades realizadas que han sido intensas por las dos partes. En el pont de Sant Jaume ya salen a nuestra búsqueda los otros acampados. También llega la Guardia Civil que por fortuna hoy están amables. Caras conocidas y algunas que no lo son tanto. Tanto Alfonso y Pep V., con su voz siempre afable, nos abrazan amigablemente. Plantamos de nuevo las tiendas, cenamos cuatro tostadas que entran muy bien untadas con aceite y acompañadas con cuatro puñetas y nos vamos a dormir: las montañas y el sueño pesan sobre nosotros.
Un día estrellado y claro como pocos. Hace un poco de fresco pero se está bien. Entre equiparnos y arreglar las cosas pasa todavía un buen rato. Podemos subir por la carretera de la izquierda, abierta estos días para el Rally de esquí, aunque en un túnel nos hemos de parar y apretar. Una cascada cae sobre la pista y parece que nos quiere duchar gratis. Encontramos a Jaume y a Albert P. que bajan a buscar a los que faltan. El R-5 ha tenido el primer rebentón. Unas piedras grandes cortan la carretera nueva y hemos de dejar el coche. Más arriba hay otros que se han quedado cortados por el desprendimiento. Seguimos hasta el final a pie y bajamos para ir a encontrar el río continuando por el camino hacia el Pla d’Estanys. La nieve está bastante dura y el Sol se hace sentir.
En el Pla d’Estanys mordisqueamos alguna cosa. Mientras unos buscan petróleo, otros traen agua o hacen limonada y los demás comen lo que pueden: una naranja, pan, queso, galletas, chocolate, etc. Hay quien tiene prisa y se lo coje con un ritmo acelerado distanciándose pronto del grupo. La nieve es buena. Van distinguiéndose el Perdiguero, el Posets, el Gourgs Blancs, los Picos de Alba, las Maladetas, el Aneto, la Forcanada, el Tempestades, el puerto de la Picada y el Salvaguardia con el puerto de Benasque debajo. Si este era el primer objetivo ahora lo hemos cambiado por el de la Picada. Caminando a grandes zancadas nos adelantamos algunos para avisar al grupo de delante que hemos de bajar. Ellos ven que el tiempo les permite todavía subir un poco más seguramente porque no llevan ni jerseys ni comida ni piolets ni máquinas de fotografiar. Jaume C. sube hasta el collado mientras nosotros ya bajamos. Encontramos unos esquiadores del Rally y de vez en cuando miramos si bajan. Es inútil. Los vemos llegar cuando nosotros ya estamos en el Pla d’Estanys.
Con un tono expresivo, mientras bajábamos, PK le dice al otro Pep mirando al Perdiguero.
– «¿Ves qué quiere decir cuando se dice que esta montaña es una butifarra?».
Es que realmente lo es. No por ello dejamos de parar un momento pensando cómo comérnosla y disfrutarla.
Antes de llegar a los coches se ha puesto a llover, más bien dicho, a nevar. Poco después llegan los otros. Yo llevo las llaves del coche en mi mochila por lo que hemos de esperar a que vengan a por ellas. Mientras, pasan los de la Cruz Roja y nos informan que hay dos accidentes: uno de congelación y otro de heridas en la cabeza. Es el riesgo de la montaña muy bonita pero gigante que a menudo queremos desafiar y lo pagamos con la vida o en el mejor de los casos con un buen susto.
En el campamento llueve. Tenemos trabajo para encender el fuego. De vez en cuando lo logramos y podemos calentar agua y verduras. Mientras en la cocina, Paco, que se ha quedado al no tener las chirucas secas a la hora de salir, y Jordi cuecen las patatas y la panceta. Entre todo sale una comida bastante fuerte pero buena. No todo el mundo la digerirá bien. Desmontamos las tiendas, ordenamos un poco los coches y bajamos hacia abajo. En el bar La Renclusa no tienen cafés. Vamos hasta Graus lugar en el que cenaremos y dormiremos en los alrededores.
En el regreso pasamos por Barbastro, Monzón donde el viento sopla muy fuerte, Lleida, Montblanc, Valls, Vilarodona, El Vendrell y Calafell. PK nació en Vilarodona y recuerda el lugar en el que vivía, la columnata romana, el campanario (el segundo más alto de la província), el vino (el más bueno de la província), el campo deportivo. En la salida hay un abrevadero que debe ser el mayor de la província puestos a decirlo todo y es que los hay que quieren a su patria chica y la quieren alabar en todo lo que se pueda. En Calafell encontramos a sus padres que no saben como compaginárselas para atender a tanta gente de visita ya que no se lo esperaban. Comemos en el bar Naves y acabamos con todo lo que nos quedaba. Bien faltaba algo por decir: un reventón en Mollet del Vallès. Eso en realidad fue poca cosa puesto que antes las habíamos pasado canutas para sacar las llaves del R-5 que se habían quedado dentro.