Todo empezó un domingo por la mañana a las 8.30 allí estábamos todos con las mochilas preparados para ir a la estación de Chamartín. Hicimos unas cuantas bromas al señor de información y cojimos el tren. Al cabo de unas horas llegamos a Cercedilla. Esperamos todos un rato y luego subimos a un trenecillo que nos llevó al puerto de Navacerrada. En ese tren hacía mucho calor porque la calefacción la tenían al máximo.
Una vez llegamos al sitio buscamos las llaves. Pero, ¿qué pasa? Pues que las llaves se habían perdido o nos las habíamos olvidado en Madrid. No sabíamos qué hacer. Queríamos comer y teníamos frío. Pero nuestro héroe Carlos P. resulta que al apoyarse en una ventana simplemente se le abrió inesperadamente. Pablo L-P. se coló dentro y se dirigió a la puerta para intentarla abrir pero no lo logró de ninguna forma al estar cerrada totalmente. Lo que sí pudo hacer fue abrir el marco de la ventana para que pudiéramos entrar todos por ella. Pasamos todos, comimos y nos fuimos a jugar con los trineos. La diversión duró toda la tarde. Por la noche nos metimos en la casa, siempre por la ventana, encendimos fuego y cenamos. Después de la tertulia nos introducimos en los sacos y nos dormimos.
A la mañana siguiente nos separamos. Unos se fueron a trinear y nosotros (Miguel J., Chema L-P., José Mª C. y yo) nos fuimos a subir la Bola del Mundo por la vertiente de Navacerrada. Comimos en la cima. Por cierto, nos costó mucho trabajo la ascensión al estar la nieve muy helada y tuvimos que hacer nosotros mismos escalones con el piolet. Bajamos a Valdesquí haciendo «Barriga-Plast». Es una técnica inventada por nosotros para el descenso de las montañas. Consiste en tumbarse boca abajo, se dirije la dirección con los brazos, se frena con los pies y se coje velocidad al deslizarse por el hielo. Altamente recomendable por lo increíblemente divertido que es.
Por la carretera llegamos a Cotos. Una vez estamos en la estación como faltaba una hora para que llegara el primer tren decidimos bajar andando hasta el puerto. Dos horas más tarde nos contábamos los dos grupos lo bien que nos lo habíamos pasado. Volvimos a colarnos en la casa por la ventana y esta noche ya no fue tan difícil conciliar el sueño.
El martes trineamos un poco y con el trenecillo bajamos a Cercedilla. Luego ya con un tren de verdad fuimos de Cercedilla a Madrid. Llegamos por la tarde.
Espero que os haya gustado la historia. No os durmais. Quiero llegar a ser periodista. Adiós.
Nota del webmaster MJ: Quique cuando me escribió esta historia tenía once años …
ESTA CRÓNICA HACE REFERENCIA A UNA DE LAS EXCURSIONES MÁS DELICADAS DEL CAMPAMENTO TAGA XVI SITUADO EN BENASQUE. EL GUÍA ES PK CON ÍNTIMA COLABORACIÓN DE JAUME C. Y DE JOAN C.
Domingo día 26, penúltimo día de campamento.
Son las 9.30 cuando PK y Esteva D. toman café con leche en el bar «La Renclusa» de Benasque después de un merecido descanso de nueve horas en el «xalet» del hotel del Sr. Valero. El día es magnífico y se prevee buen tiempo. Pero PK oye una notícia que conmueve la vida del alpinista: allí arriba, en el collado Maldito, hay un alemán accidentado. Lleva allí un día y no se sabe bien si tiene una pierna rota o un golpe en el cráneo. Su mujer está con él y parece que el helicóptero no puede rescatarlo porque la niebla se ha quedado aislada en esa zona. No supimos nada más al respecto.
Para hacer un poco de ejercicio y ganar tiempo PK y Esteva D. van andando a Anciles cuando son las 10.30. De Benasque a Anciles hay unos dos kilómetros. Cuando llegan los campamentarios a Benasque son casi las 12.00. Ahora ya podemos empezar a hacer los preparativos de la próxima excursión. «Esta excursión, dice el guía, ya que el tiempo será favorable y permanecerá casi seguro de nuestra parte tiene que desarrollarse con una perfecta organización».
A pesar de que intentamos agilizar la salida, después de muchas idas y vueltas al campamento, salimos de la presa de Estós a las 3.15 de la tarde y de una cota de unos 1300 metros.
Hay tanta alegría como apetito. El guía dice que es mejor no comer nada, de momento, ya que más tarde agradeceremos esa medida y así fue. Se filma una película con ilusión y oportunidad. Por el refugio de Santa Ana pasamos a las 4.00 y hacia las 5.15 aterrizamos en Turmo (1750 m). La cabaña está limpia de personal pero hay en ella mochilas. Esto quiere decir que todavía hay gente que la utiliza para pernoctar. Ahora sí que comemos nosotros y lo hacemos con un «xai a la llosa», pan con tomate, un vino fresco y un zumo de pera que no te lo puedes imaginar lo rico que está. Salimos de Turmo a las 7.00. El camino es muy bonito y sentimos mucho que no haya mucha gente que pueda contemplar este valle, tan fascinante, en unos momentos de tanta camadería, alegría y bienestar. Si alguno de nosotros fuera poeta se quedaría solo al describir la preciosidad de este atardecer.
A las 7.30 estamos entrando en la bonita altiplanicie del refugio. En él vive el «valencià» y su familia. PK tiene una larga conversación con él. Podemos rebajar los precios aunque salimos poco contentos del trato que se nos ofrece en este refugio de la FEM. Para no ser negativos, siempre positivos, pasaremos por alto comentar algunos detalles. A las 8.15 vamos todos al «camerí» que nos han asignado para que durmamos en él. Mientras tanto esperaremos la poca sopa que nos hace el «valencià». Después de la simbólica sopa Joan C. sin cortarse un pelo corta el riquísimo jamón con mucha destreza. Cenaremos, pues, muy bien. Hacia las 10.00 y después de jugar a indios, dartañans y otros juegos tan o más arriesgados con el hijo del «valencià» y Ferran F. como principales protagonistas optamos por lanzarnos a las colchonetas y «mira-aviam» quién es el primero en despertarse y despertar a los demás.
Lunes día 27, último día del campamento.
¿Quién podría sospechar lo que nos acontecería ese día?
Es, como siempre, PK el que nos hace levantar a las 4.15. No nos podemos quejar pues nos ha dejado ni más ni menos que seis horas enteras para descansar. Está todo oscuro. Da miedo. Y, lo que es peor, la puerta está cerrada con llave y no hay ni rastro del «valencià» por ninguna parte. No se ve a nadie que nos pueda abrir la puerta. Pero, para estos casos tenemos a Joan C. que resuelve lo que no se puede resolver y sin magia. Sencillamente sale del refugio por la ventana y lo abre desde fuera. Ahora no conviene detallarlo simplemente diremos que a las 4.55 empezamos a andar a 1835 metros de altura. «Compañeros de aventuras, dice PK, un gran hombre no se queja de la falta de oportunidades, tal y como dice un refrán, pero hoy es al revés: sin grandes hombres hoy tenemos la gran oportunidad». Tenemos ante nosotros que superar casi 1500 metros de desnivel. Hay un desnivel absoluto de unos 1300 metros y luego en el Port D’Ôo habrá que bajar para luego volver a subir. En base a esto PK nos propone: «Seguid el compás que os marque, ¿vale?». Es ejemplar como en tan pocos días de montaña estemos unidos en las ideas básicas. Todo el mundo está pendiente de los demás y, aunque sólo sea por esto, tiene sentido el que estemos dónde estamos.
El guía dirije el grupo con tanta armonía como silencio y seguridad. La negrura del ambiente parece que sea un aliciente para superar las primeras dificultades. Con la débil luz de las linternas vamos descubriendo las «montjoies» como si fuesen ellas quienes se acercaran a encontrarnos. El camino no es regular y así en algunos tramos planea y en otros se mete entre las piedras de tal forma que te obliga a pasar por el mismo torrente del Gías cosa que habrá que hacerlo muy amenudo.
La suerte nos acompaña y a las 6.15 cuando el día lucha para dar sus primeros rayos de luz nos paramos. Estamos a unos 2300 metros y empezamos a desayunar y a estudiar el primer punto conflictivo de la excursión. Cerca de aquí nos despistamos en el año 1976 y acabamos coronando el Pico Gías. De esta excursión todavía nos debe Pep G. una crónica como las que él sabe hacer. Desayunamos café con leche, queso del valle de Benasque (que se acordó por mayoría que era más bueno que caro a pesar de que es muy caro), galletas, mermelada y no sé que más. A las 6.50 reemprendimos la marcha e hicimos bien. Muy pronto después de avanzar en línea y formando tres grupos alcanzamos el segundo ibón de Gías a eso de las 8.00 de la mañana y ya estamos a unos 2650 metros. Conviene decir que de vez en cuando subía la niebla que se formaba «in situ» y se dispersaba muy deprisa. A PK, esto, lo tiene muy sorprendido aunque no le preocupa de momento.
Por fin, a las nueve en punto franqueamos el tan conocido, en el ambiente montañero, Port d’Ôo. Majestuoso lugar donde se divisan los soberanos de la escalada del Pirineo: Maupás, Crabioules, Lézat y el Royo, más al SE, con la espalda del Perdiguero que le hace compañía. Es impresionante, parece inasequible, la arista del Seil dera Baquo que prolongándose hacia el Perdiguero empieza en el lugar donde nos encontramos.
Pero … ¿nosotros hacia dónde vamos? PK extiende el mapa, lo orienta bien y no le sale por ningún lado el Gourgs Blancs. La Pica Arlaud está a nuestro lado, a nuestra izquierda, a menos de 150 metros de desnivel y como no parece fácil la arista Joan C., Josep Mª F. y Josep R. faldean la pica para adquirir visibilidad y poder identificar los picos que tenemos delante mientras PK hace lo mismo bajando por el glaciar. Había que conseguir ver con claridad cuáles eran los picos que estaban al norte.
Hacia el NW había dos pirineístas de la Francia patria que, por supuesto, no han subido nunca a estas cimas pero a veces se saben sus nombres. PK, procura sin desconectarse de Jaume C. y de los otros ocho, gritando y con un francés muy elemental advertir a la pareja su presencia. «Ce picó que est que celá?» preguntaba PK. «Le Bourdon» le contestan pero no lo entiende. Como no ve todavía al Gougues, que lo tiene ahora al SW, se dispone a subir al Bourdon que al menos tiene 3050 metros. Llama a Jaume C. y a Joan C. para que le sigan pero Joan C. y los otros dos están ya muy arriba y aunque ven al Gourgues no están muy seguros de que lo sea. PK sube al W hacia donde están la pareja de franceses y ve subiendo, al fin, el Gourgues y se encuentra, como le suele pasar, andando por el camino más adecuado para vencer al gigante francés.
Hacia el norte, detrás del Bourdon, está el Belloc que tiene más de tresmil. Nosotros tenemos que ir hacia el SW. rápidamente PK conecta con Joan C., Josep Mª F. y Josep R. El glaciar es cada vez más empinado, PK no lleva todavía los crampones, la nieve ya es casi hielo, la pendiente aumenta y no hay huellas por ningún lado. Son las 10.00 queda por hacer la chimenea y parte del glaciar. ¿Cómo acabará esto? A medida que va pasando el tiempo la cosa se pone más difícil. Jaime C., Joan S., David R., … van subiendo detrás, encordados y encramponados. Un misterioso ambiente de perplejidad aborda a Jaime C. y a los demás que conocen bien a PK. No tienen motivos pero es así. ¿PK no se decide a abandonar ya? No se entiende, piensan. PK cree que con el equipo que llevamos podemos llegar a la base de la chimenea y una vez allí estudiar sus características de cerca.
El glaciar se pone casi a 45 grados y nos vemos obligados a cruzar. Un patinazo aquí parece que no tenga fatales consecuencias. A pesar de todo empiezan las sugerencias, consejos y, al final, órdenes. PK con agilidad se pone en el nudo de la chimenea. Ve que se puede subir. Lo que no está tan claro es que se pueda subir tal como vamos, en caravana, al haber un inminente peligro de desprendimiento de piedras. Los peligros son pues, en primer lugar, el tránsito hielo-piedra que es fundamentalmente incomodísimo y la única solución y salvación viable es situarse literalmente en el lomo de la rimaya, con equilibrio, quitarse un crampón, agarrarse a la piedra, quitarse el otro crampón y grimpar rápidamente para no estorbar a los demás. Caso aparte es la cordada que PK no sabe bien cómo deshacerse de ella con éxito. Y el segundo peligro es realmente el desprendimiento de piedras que empieza justo en el momento que hay integrantes del grupo subiendo por la chimenea puesto que la roca está muy, pero que muy, descompuesta.
PK va viendo como el riesgo más relevante es el desprendimiento de piedras puesto que alguna puede ocasionar un accidente grave. Josep Mª oye el monólogo del guía: «Yo no quería, pero tengo que bailar un compás que desconozco y para ello voy a intentar poner mis cinco sentidos …». Se consiguió gracias a Jaume C. y Joan C. artícipes del éxito. » Pero nunca más aquí puede subir tanta gente junta … ¿por qué?».
No cabemos. Nos encontramos todos en la chimenea. A más de 3000 metros. Esperando que pase algo. De un momento a otro. La paciencia de Jaume C. con su estilo perfeccionista infunde ánimo en el ánimo de los doce y ello hace posible que lleguemos a la cresta. Amenudo PK preguntaba a Josep Mª F. «¿Todavía estamos todos? ¿Y vivos?». «Sí, vamos bien», le contestaba Josep Mª F.
A las 11.15 llegamos a la cumbre del Gourgues Blancs después de una cresta fácil. Ya estamos arriba y es difícil apreciar si el ánimo refleja más la extraordinaria belleza del paisaje o el trozo de chimenea que nos queda, ahora de bajada, que es peor. Joan C. trae todos los piolets creyéndose que nos tenemos que bajar por otro lado y junto con Jaime C. se entabla un rápido y acalorado diálogo con PK. PK dice a éstos: «bajar por dónde decís es un ridículo suicidio, mientras me encuentre bien, procuraré evitarlo y no quiero oír hablar más acerca de esto.».
Se hace un gran silencio mientras observamos la lápida de Jean Arlaud que murió en la cresta dónde nos encontramos.
A las 11.45 después de un desayuno muy calórico PK amenaza que tenemos que regresar. A la gente le cuesta moverse y las órdenes y los consejos se empiezan a oír con frecuencia. PK, Josep Mª F. y algún otro llegan a la brecha a las 12.00. Aparece, como siempre la niebla y da a la desgrimpada un ambiente algo tétrico. Describir la bajada por la chimenea puede ser algo largo. Me limito a decir que Joan C. quiere instalar una cuerda fija y el guía dice que sería inútil. Jaume C. está bajando a Joan S. y a David R. Ferran F. baja tranquilamente. Joan P. no dice nada. Isidre D. parece que esté temblando. PK está muy impaciente porque no ve nada claro y menos ahora que estamos inmersos en la niebla. Joan C. con la niebla y la cuerda todavía tiene humor de hacer payasadas.
Las dificultades son obvias. Y en esta situación hay quien tiembla y pasa lo que era más que probable: un desprendimiento de piedras. Con mucho ruido se oyen gritos al abismo. Más gritos. Órdenes.
Estremecimiento. Un desplome en toda regla. «¡Piedra! ¡Piedra! …» Y una gran losa cae sobre la cuerda. La corta en dos. Justo se desmenuza sobre nuestras cabezas. PK en ese momento ya se encontraba en la rimaya. Josep R. y Josep Mª estan en el glaciar en una situación algo comprometida. Pero la lluvia de pedruscos pasó entre los tres sin herir a nadie. Realmente es un milagro. Hasta las 13.15 sufriremos todavía un poco más. La cuerda rota es providencial porque así se pudo formar dos cordadas y obstaculizar menos el tránsito por la canal. Delante PK, Josep Mª F. y Josep R. y detrás otra cordada con Joan C. y los demás.
A las 13.25 se oye incluso cantar. Ya estamos fuera del peligro. Ahora sólo falta que incluso se vaya la niebla cosa que no tardará en suceder y a las 13.45 estamos de nuevo en el Port D’Ôo. Hace de nuevo un día espectacular y empezamos a celebrar y saborear las mieles de la victoria.
En una hora y media llegamos al refugio, de 13.45 a 15.15, es todo un récord. Hacemos 1050 metros de desnivel en seis cuartos de hora y eso que hay mal camino.
Jaime C. dice que ha perdido las llaves del coche. Saulo que se ha quedado en Benasque al dolerle el pie, y por culpa del fútbol, no llamará al Sr. Costa para que venga a buscarnos por un simple descuido … En fin, en pocas palabras, empezamos a saborear las miserias de la civilización. Un momento, … PK dice que esto tiene solución y, efectivamente …, por ejemplo Josep R. encuentra las dichosas llaves.
A las 4.00 salimos y a las 5.15 llegamos a la presa de Estós. Estamos muy contentos y, lógicamente, algo sorprendidos del pico al que hemos subido cuando vemos, de reojo ya, la majestuosidad del Gourgues.
Después de hacer compras y visitar enfermos vamos al campamento a celebrarlo con una fabulosa cena y cava para conmemorar el primer «tres mil» de algunos, la alegría de estar de nuevo todos bien de salud y con una animada tertulia recordamos estas horas que difícilmente se borrarán de nuestro recuerdo.
Componentes: PK, Jaume C., Joan C., Josep Mª F., Josep R., Ferrán F., Joan S., Rafa D., Joan P., Esteva D., David R. y Josep C.
Acordamos en la segunda reunión oficial del SAM celebrada el 7 de abril de 1976 ir, si el tiempo nos lo permite, por Semana Santa al Monteixo o al valle de Tavascan. Cumplidos correctamente los encargos dados a Paco G. y a Pedro P., después de unas previsiones más bien desfavorables del «hombre del tiempo», salimos, tal como estaba previsto, un primer grupo el miércoles al mediodía. Los demás miembros de la expedición quedan citados al día siguiente en Llavorsí.
Con la carretera de Olot arreglada y con la ganancia de tiempo que representa pasar por la Cantina llegamos, en unas dos horas, a Ribes de Freser. Allí comemos comentando las proezas de las grandes figuras del ciclismo y la vida desviada y desgraciada de alguno de ellos. No obstante, estamos tan metidos en la conversación que después de llenar la bota de vino con un caldo del Priorat nos la dejamos sobre el mostrador. La collada se hace corta y una vez tomamos la carretera vieja de la Molina sus agujeros nos recuerdan los problemas de patinaje artístico sobre ruedas y la necesidad de usar los piolets para pasar han quedado ya atrás en el tiempo. La temporada invernal actual en la Cerdanya, que ya ha empezado a rebrotar, toma de nuevo color y nueva vida. Antes de llegar a la Seu d’Urgell nos revisa la Guardia Civil. La carretera de Adrall a Sort, ahora incluso indicada, está toda asfaltada y nos permite disfrutar de los últimos rayos de Sol sobre las montañas fronterizas de Andorra. En cinco horas llegamos a Àreu. Han sido 275 kilómetros hechos a un buen ritmo.
Nos dicen que la noche anterior ha nevado y que hoy hará lo mismo. Los proyectos, las previsiones se cumplen. Después de plantar las tiendas por primera vez y de cenar viendo el partido Madrid – Bayern nos vamos a dormir. La nevada nos hace sacar la cabeza de vez en cuando por la puerta y no dormimos mucho.
Cuando nos levantamos todavía nieva pero el suelo aún no está blanco ya que el viento no deja que la nieve cuaje. Calentamos leche y café. Subimos con el coche un poco. Sigue nevando. Cruzamos el río Vallferrera y ascendemos zigzagueando por el barranc dels Crusos. Por un momento perdemos el camino y lo encontramos de nuevo. Va parando de nevar y el día se va despejando. En la primera borda bebemos la leche que aún está caliente que la acompañamos con nueces, almendras, avellanas y pasas. Llenamos la cantimplora. Pasamos por una segunda borda y una tercera avanzando ahora por un llano que nos acerca a la sierra. Una vez en el pie de la ancha y empinada canal que conduce al collado paramos para recuperar el aliento y PK nos comunica su bajo estado de ánimos aunque ya ha salido el Sol por entre las nubes y el día parece mejorar. Es su voluntad de hierro que una vez más lo hace proseguir aunque penosamente. La nieve, unas veces dura y otras blanda, está normal que con la que ha caído hoy permite andar bien. Josep Ma. G. se pone un crampón y el otro no le entra. Nos desviamos ahora hacia la derecha para conquistar la cresta que desde el pueblo sube directamente hasta la cumbre. Son poco más de las doce y ya gozamos de la visión de la altiva cresta que va hasta la cumbre. Su aspecto engaña. Fotos, sardinas, pan, atún, anchoas, almendras, un poco de leche caliente y descendemos. A nuestra izquierda la vall de Tor y el pueblo más alto de España. Detrás el port de Salòria y Andorra. Primero, el descenso es normal por la hierba ligeramente blanqueada. Después, la bajada por las piedras y por el bosque se hace un poco pesada y ya tenemos ganas de llegar abajo. Hacemos otro resoplido y alguien afirma que ya sólo nos queda un cuarto de hora. Efectivamente. Al cuarto de hora vemos de nuevo la tienda a nuestro lado con una yegua paciendo y dos barceloneses que la filman ignorando la belleza que se disfruta más arriba. Prefirieren la oscuridad del valle hundido y triste. En el grupo de casas, de la parte de arriba del pueblo, quedan los dos muros y el ábside de una sencilla iglesia románica que ha perdido el tejado. Comemos, recojemos las tiendas, recordamos la nevada de la noche anterior con un lavado de pies que nos los deja nuevos y nos encaminamos de nuevo por la estrecha carretera que paralela al río nos conducirá a Llavorsí.
Nosotros somos puntuales a las cinco. El resto del grupo hace dos horas que han llegado. Han traído consigo la bota de vino que nos dejamos en Ribes de Freser sólo que está un poco más vacía de como la dejamos. Se ejerce la democracia y cada uno vota por la cantidad de pan que hay que comprar. El resultado no será acertado. Seguimos de nuevo la carretera pero hoy seguiremos el afluente de la izquierda: el Cardós. El valle es más verde y más ancho. Paramos un momento en Tavascan para comprar vino y seguimos hacia Boavi. Hay más charcos que el verano pasado. Paramos en el refugi d’Artamon. No hay magrebíes ni gente del país: sólo un grupo de excursionistas. Acampamos en la parte de abajo de la carretera y justo al acabar empieza de nuevo a nevar. Dejamos la comida en el refugio de arriba y nos vamos al local abierto que está todavía más arriba. Pronto surge un corto, espontáneo y natural coloquio sobre el «día del amor». Calentado el corazón ahora conviene llenar el estómago con unas buenas butifarras cocidas en la estufa que parecen querer explotar y huevos, tortillas, carne, salchichas y otros complementos. El pan se acaba pronto. Después le sigue el vino, el té, el coñac y los chistes de Pedro P. acompañados de risas y voces onomatopéyicas. Cuando salimos afuera ya hay un palmo de nieve y los coches están blancos.
Viernes. Subimos un poco más con los coches hasta el Planell dels Castellassos. Nos adentramos entre las matas y por el lado derecho del río Certescan por el valle que nos conducirá a su lago. Hay mucha nieve caída reciente y te hundes en ella como si nada. Después encontramos el camino y la subida se hace menos dura. Nieva fuerte. Un servidor se pone la capucha del impermeable y se me añaden de golpe sesenta años. En un primer instante mirando a Miquel con el impermeable por encima de la mochila alguien recuerda un chiste de ayer y exclama «primero los excursionistas …». También se incrementan las escaramuzas de arma blanca y se detienen un momento para contemplar la belleza del paisaje: una cascada de agua entre la nieve y el río helado. Seguimos la marcha y continúan las escaramuzas. A medida que sale el Sol va parando de nevar y se puede disfrutar de un blanco panorama.
Otra bocanada de aire y vemos a nuestra espalda el valle de Sotllo y de Sallente con la serra de Montarenyo. Emprendemos de nuevo la subida que va adquiriendo la magnitud de belleza. Lástima de nieve blanda. Ahora avanzamos penosamente por una hondonada con el objeto de cruzarla en dirección a la carretera de Romedo. Las bolas de nieve que bajan por la pendiente dejan un camino recto y bien hecho. El nuestro es más torcido. Llegamos a la carretera medio tapada por la nieve. No podemos avanzar más. Casi son las doce y hemos de regresar. El regreso es más agobiante puesto que la nieve es muy blanda y te hundes fácilmente. En unas piedras secas nos paramos a desayunar un poco. Jordi P. hace el sacrificio de ir a llenar la cantimplora un poco más abajo. Pedro P. y yo hacemos la limonada y los otros comen. Delante nuestro podemos contemplar el valle y arista del Sotllo de pendientes muy acentuadas, el Pic d’Estanys, el Pic de Baborte, el Pic de Basiero y la serra del Montarenyo todo blanco y con escasos contrastes. Con poco tiempo deshacemos el camino hecho no sin antes habernos tropezado con los arbustos y mojado un poco. Un tirón hace sufrir por un momento a Paco G. Pero todos los males se pasan en el baño que hacemos una vez llegamos al lugar donde tenemos las tiendas. Recojemos todo y bajamos hacia Tavascan. La gente de los bares están desbordados con la llegada de la gente de Barcelona y hemos de marchar habiendo comido una simple bolsa de patatas y una bebida. Bajamos de nuevo a Llavorsí. Comemos en el bar Els Esports: pan, anchoas, cavalla, atún, sardinas, uvas pasas, higos, avellanas, almendras, cacahuetes, etc.
Hace poco llovía pero ahora ya ha parado. Unos de Girona nos dicen que el port de la Bonaigua está cerrado y parece que ellos querían pasarlo y no han podido: ¡de Girona tenían que ser! En la Noguera Pallaresa hay algunos pescadores. Si el miércoles cantábamos Jordi P. y yo hoy muestran su voz PK y Pedro P. En la Pobla de Segur cojemos la carretera vieja de Pont de Suert: nada aconsejable. Después del coll de Perves nos hemos de esperar porque el Mehari se retrasa y en el coll de Viu casi nos pisa los talones. Bajando recordamos aventuras pasadas por estos lugares con autocares en noches de tempestad y el milquinientos que hacía explosiones. En Vilaller hemos de esperar un poco a Jaume D. Después de sus siempre cordiales y animados saludos nos hace saber que el refugio del túnel de Viella está lleno puesto que hacen el Rally de esquí y que los demás están esperándonos en Benasque. Nos dirijimos hacia allá mientras una sensacional nevada a la altura de Las Paúles dificulta en gran manera la conducción. Hacemos un intercambio de opiniones y de actividades realizadas que han sido intensas por las dos partes. En el pont de Sant Jaume ya salen a nuestra búsqueda los otros acampados. También llega la Guardia Civil que por fortuna hoy están amables. Caras conocidas y algunas que no lo son tanto. Tanto Alfonso y Pep V., con su voz siempre afable, nos abrazan amigablemente. Plantamos de nuevo las tiendas, cenamos cuatro tostadas que entran muy bien untadas con aceite y acompañadas con cuatro puñetas y nos vamos a dormir: las montañas y el sueño pesan sobre nosotros.
Un día estrellado y claro como pocos. Hace un poco de fresco pero se está bien. Entre equiparnos y arreglar las cosas pasa todavía un buen rato. Podemos subir por la carretera de la izquierda, abierta estos días para el Rally de esquí, aunque en un túnel nos hemos de parar y apretar. Una cascada cae sobre la pista y parece que nos quiere duchar gratis. Encontramos a Jaume y a Albert P. que bajan a buscar a los que faltan. El R-5 ha tenido el primer rebentón. Unas piedras grandes cortan la carretera nueva y hemos de dejar el coche. Más arriba hay otros que se han quedado cortados por el desprendimiento. Seguimos hasta el final a pie y bajamos para ir a encontrar el río continuando por el camino hacia el Pla d’Estanys. La nieve está bastante dura y el Sol se hace sentir.
En el Pla d’Estanys mordisqueamos alguna cosa. Mientras unos buscan petróleo, otros traen agua o hacen limonada y los demás comen lo que pueden: una naranja, pan, queso, galletas, chocolate, etc. Hay quien tiene prisa y se lo coje con un ritmo acelerado distanciándose pronto del grupo. La nieve es buena. Van distinguiéndose el Perdiguero, el Posets, el Gourgs Blancs, los Picos de Alba, las Maladetas, el Aneto, la Forcanada, el Tempestades, el puerto de la Picada y el Salvaguardia con el puerto de Benasque debajo. Si este era el primer objetivo ahora lo hemos cambiado por el de la Picada. Caminando a grandes zancadas nos adelantamos algunos para avisar al grupo de delante que hemos de bajar. Ellos ven que el tiempo les permite todavía subir un poco más seguramente porque no llevan ni jerseys ni comida ni piolets ni máquinas de fotografiar. Jaume C. sube hasta el collado mientras nosotros ya bajamos. Encontramos unos esquiadores del Rally y de vez en cuando miramos si bajan. Es inútil. Los vemos llegar cuando nosotros ya estamos en el Pla d’Estanys.
Con un tono expresivo, mientras bajábamos, PK le dice al otro Pep mirando al Perdiguero.
– «¿Ves qué quiere decir cuando se dice que esta montaña es una butifarra?».
Es que realmente lo es. No por ello dejamos de parar un momento pensando cómo comérnosla y disfrutarla.
Antes de llegar a los coches se ha puesto a llover, más bien dicho, a nevar. Poco después llegan los otros. Yo llevo las llaves del coche en mi mochila por lo que hemos de esperar a que vengan a por ellas. Mientras, pasan los de la Cruz Roja y nos informan que hay dos accidentes: uno de congelación y otro de heridas en la cabeza. Es el riesgo de la montaña muy bonita pero gigante que a menudo queremos desafiar y lo pagamos con la vida o en el mejor de los casos con un buen susto.
En el campamento llueve. Tenemos trabajo para encender el fuego. De vez en cuando lo logramos y podemos calentar agua y verduras. Mientras en la cocina, Paco, que se ha quedado al no tener las chirucas secas a la hora de salir, y Jordi cuecen las patatas y la panceta. Entre todo sale una comida bastante fuerte pero buena. No todo el mundo la digerirá bien. Desmontamos las tiendas, ordenamos un poco los coches y bajamos hacia abajo. En el bar La Renclusa no tienen cafés. Vamos hasta Graus lugar en el que cenaremos y dormiremos en los alrededores.
En el regreso pasamos por Barbastro, Monzón donde el viento sopla muy fuerte, Lleida, Montblanc, Valls, Vilarodona, El Vendrell y Calafell. PK nació en Vilarodona y recuerda el lugar en el que vivía, la columnata romana, el campanario (el segundo más alto de la província), el vino (el más bueno de la província), el campo deportivo. En la salida hay un abrevadero que debe ser el mayor de la província puestos a decirlo todo y es que los hay que quieren a su patria chica y la quieren alabar en todo lo que se pueda. En Calafell encontramos a sus padres que no saben como compaginárselas para atender a tanta gente de visita ya que no se lo esperaban. Comemos en el bar Naves y acabamos con todo lo que nos quedaba. Bien faltaba algo por decir: un reventón en Mollet del Vallès. Eso en realidad fue poca cosa puesto que antes las habíamos pasado canutas para sacar las llaves del R-5 que se habían quedado dentro.