ESTA CRÓNICA HACE REFERENCIA A UNA DE LAS EXCURSIONES MÁS DELICADAS DEL CAMPAMENTO TAGA XVI SITUADO EN BENASQUE. EL GUÍA ES PK CON ÍNTIMA COLABORACIÓN DE JAUME C. Y DE JOAN C.
Domingo día 26, penúltimo día de campamento.
Son las 9.30 cuando PK y Esteva D. toman café con leche en el bar «La Renclusa» de Benasque después de un merecido descanso de nueve horas en el «xalet» del hotel del Sr. Valero. El día es magnífico y se prevee buen tiempo. Pero PK oye una notícia que conmueve la vida del alpinista: allí arriba, en el collado Maldito, hay un alemán accidentado. Lleva allí un día y no se sabe bien si tiene una pierna rota o un golpe en el cráneo. Su mujer está con él y parece que el helicóptero no puede rescatarlo porque la niebla se ha quedado aislada en esa zona. No supimos nada más al respecto.
Para hacer un poco de ejercicio y ganar tiempo PK y Esteva D. van andando a Anciles cuando son las 10.30. De Benasque a Anciles hay unos dos kilómetros. Cuando llegan los campamentarios a Benasque son casi las 12.00. Ahora ya podemos empezar a hacer los preparativos de la próxima excursión. «Esta excursión, dice el guía, ya que el tiempo será favorable y permanecerá casi seguro de nuestra parte tiene que desarrollarse con una perfecta organización».
A pesar de que intentamos agilizar la salida, después de muchas idas y vueltas al campamento, salimos de la presa de Estós a las 3.15 de la tarde y de una cota de unos 1300 metros.
Hay tanta alegría como apetito. El guía dice que es mejor no comer nada, de momento, ya que más tarde agradeceremos esa medida y así fue. Se filma una película con ilusión y oportunidad. Por el refugio de Santa Ana pasamos a las 4.00 y hacia las 5.15 aterrizamos en Turmo (1750 m). La cabaña está limpia de personal pero hay en ella mochilas. Esto quiere decir que todavía hay gente que la utiliza para pernoctar. Ahora sí que comemos nosotros y lo hacemos con un «xai a la llosa», pan con tomate, un vino fresco y un zumo de pera que no te lo puedes imaginar lo rico que está. Salimos de Turmo a las 7.00. El camino es muy bonito y sentimos mucho que no haya mucha gente que pueda contemplar este valle, tan fascinante, en unos momentos de tanta camadería, alegría y bienestar. Si alguno de nosotros fuera poeta se quedaría solo al describir la preciosidad de este atardecer.
A las 7.30 estamos entrando en la bonita altiplanicie del refugio. En él vive el «valencià» y su familia. PK tiene una larga conversación con él. Podemos rebajar los precios aunque salimos poco contentos del trato que se nos ofrece en este refugio de la FEM. Para no ser negativos, siempre positivos, pasaremos por alto comentar algunos detalles. A las 8.15 vamos todos al «camerí» que nos han asignado para que durmamos en él. Mientras tanto esperaremos la poca sopa que nos hace el «valencià». Después de la simbólica sopa Joan C. sin cortarse un pelo corta el riquísimo jamón con mucha destreza. Cenaremos, pues, muy bien. Hacia las 10.00 y después de jugar a indios, dartañans y otros juegos tan o más arriesgados con el hijo del «valencià» y Ferran F. como principales protagonistas optamos por lanzarnos a las colchonetas y «mira-aviam» quién es el primero en despertarse y despertar a los demás.
Lunes día 27, último día del campamento.
¿Quién podría sospechar lo que nos acontecería ese día?
Es, como siempre, PK el que nos hace levantar a las 4.15. No nos podemos quejar pues nos ha dejado ni más ni menos que seis horas enteras para descansar. Está todo oscuro. Da miedo. Y, lo que es peor, la puerta está cerrada con llave y no hay ni rastro del «valencià» por ninguna parte. No se ve a nadie que nos pueda abrir la puerta. Pero, para estos casos tenemos a Joan C. que resuelve lo que no se puede resolver y sin magia. Sencillamente sale del refugio por la ventana y lo abre desde fuera. Ahora no conviene detallarlo simplemente diremos que a las 4.55 empezamos a andar a 1835 metros de altura. «Compañeros de aventuras, dice PK, un gran hombre no se queja de la falta de oportunidades, tal y como dice un refrán, pero hoy es al revés: sin grandes hombres hoy tenemos la gran oportunidad». Tenemos ante nosotros que superar casi 1500 metros de desnivel. Hay un desnivel absoluto de unos 1300 metros y luego en el Port D’Ôo habrá que bajar para luego volver a subir. En base a esto PK nos propone: «Seguid el compás que os marque, ¿vale?». Es ejemplar como en tan pocos días de montaña estemos unidos en las ideas básicas. Todo el mundo está pendiente de los demás y, aunque sólo sea por esto, tiene sentido el que estemos dónde estamos.
El guía dirije el grupo con tanta armonía como silencio y seguridad. La negrura del ambiente parece que sea un aliciente para superar las primeras dificultades. Con la débil luz de las linternas vamos descubriendo las «montjoies» como si fuesen ellas quienes se acercaran a encontrarnos. El camino no es regular y así en algunos tramos planea y en otros se mete entre las piedras de tal forma que te obliga a pasar por el mismo torrente del Gías cosa que habrá que hacerlo muy amenudo.
La suerte nos acompaña y a las 6.15 cuando el día lucha para dar sus primeros rayos de luz nos paramos. Estamos a unos 2300 metros y empezamos a desayunar y a estudiar el primer punto conflictivo de la excursión. Cerca de aquí nos despistamos en el año 1976 y acabamos coronando el Pico Gías. De esta excursión todavía nos debe Pep G. una crónica como las que él sabe hacer. Desayunamos café con leche, queso del valle de Benasque (que se acordó por mayoría que era más bueno que caro a pesar de que es muy caro), galletas, mermelada y no sé que más. A las 6.50 reemprendimos la marcha e hicimos bien. Muy pronto después de avanzar en línea y formando tres grupos alcanzamos el segundo ibón de Gías a eso de las 8.00 de la mañana y ya estamos a unos 2650 metros. Conviene decir que de vez en cuando subía la niebla que se formaba «in situ» y se dispersaba muy deprisa. A PK, esto, lo tiene muy sorprendido aunque no le preocupa de momento.
Por fin, a las nueve en punto franqueamos el tan conocido, en el ambiente montañero, Port d’Ôo. Majestuoso lugar donde se divisan los soberanos de la escalada del Pirineo: Maupás, Crabioules, Lézat y el Royo, más al SE, con la espalda del Perdiguero que le hace compañía. Es impresionante, parece inasequible, la arista del Seil dera Baquo que prolongándose hacia el Perdiguero empieza en el lugar donde nos encontramos.
Pero … ¿nosotros hacia dónde vamos? PK extiende el mapa, lo orienta bien y no le sale por ningún lado el Gourgs Blancs. La Pica Arlaud está a nuestro lado, a nuestra izquierda, a menos de 150 metros de desnivel y como no parece fácil la arista Joan C., Josep Mª F. y Josep R. faldean la pica para adquirir visibilidad y poder identificar los picos que tenemos delante mientras PK hace lo mismo bajando por el glaciar. Había que conseguir ver con claridad cuáles eran los picos que estaban al norte.
Hacia el NW había dos pirineístas de la Francia patria que, por supuesto, no han subido nunca a estas cimas pero a veces se saben sus nombres. PK, procura sin desconectarse de Jaume C. y de los otros ocho, gritando y con un francés muy elemental advertir a la pareja su presencia. «Ce picó que est que celá?» preguntaba PK. «Le Bourdon» le contestan pero no lo entiende. Como no ve todavía al Gougues, que lo tiene ahora al SW, se dispone a subir al Bourdon que al menos tiene 3050 metros. Llama a Jaume C. y a Joan C. para que le sigan pero Joan C. y los otros dos están ya muy arriba y aunque ven al Gourgues no están muy seguros de que lo sea. PK sube al W hacia donde están la pareja de franceses y ve subiendo, al fin, el Gourgues y se encuentra, como le suele pasar, andando por el camino más adecuado para vencer al gigante francés.
Hacia el norte, detrás del Bourdon, está el Belloc que tiene más de tresmil. Nosotros tenemos que ir hacia el SW. rápidamente PK conecta con Joan C., Josep Mª F. y Josep R. El glaciar es cada vez más empinado, PK no lleva todavía los crampones, la nieve ya es casi hielo, la pendiente aumenta y no hay huellas por ningún lado. Son las 10.00 queda por hacer la chimenea y parte del glaciar. ¿Cómo acabará esto? A medida que va pasando el tiempo la cosa se pone más difícil. Jaime C., Joan S., David R., … van subiendo detrás, encordados y encramponados. Un misterioso ambiente de perplejidad aborda a Jaime C. y a los demás que conocen bien a PK. No tienen motivos pero es así. ¿PK no se decide a abandonar ya? No se entiende, piensan. PK cree que con el equipo que llevamos podemos llegar a la base de la chimenea y una vez allí estudiar sus características de cerca.
El glaciar se pone casi a 45 grados y nos vemos obligados a cruzar. Un patinazo aquí parece que no tenga fatales consecuencias. A pesar de todo empiezan las sugerencias, consejos y, al final, órdenes. PK con agilidad se pone en el nudo de la chimenea. Ve que se puede subir. Lo que no está tan claro es que se pueda subir tal como vamos, en caravana, al haber un inminente peligro de desprendimiento de piedras. Los peligros son pues, en primer lugar, el tránsito hielo-piedra que es fundamentalmente incomodísimo y la única solución y salvación viable es situarse literalmente en el lomo de la rimaya, con equilibrio, quitarse un crampón, agarrarse a la piedra, quitarse el otro crampón y grimpar rápidamente para no estorbar a los demás. Caso aparte es la cordada que PK no sabe bien cómo deshacerse de ella con éxito. Y el segundo peligro es realmente el desprendimiento de piedras que empieza justo en el momento que hay integrantes del grupo subiendo por la chimenea puesto que la roca está muy, pero que muy, descompuesta.
PK va viendo como el riesgo más relevante es el desprendimiento de piedras puesto que alguna puede ocasionar un accidente grave. Josep Mª oye el monólogo del guía: «Yo no quería, pero tengo que bailar un compás que desconozco y para ello voy a intentar poner mis cinco sentidos …». Se consiguió gracias a Jaume C. y Joan C. artícipes del éxito. » Pero nunca más aquí puede subir tanta gente junta … ¿por qué?».
No cabemos. Nos encontramos todos en la chimenea. A más de 3000 metros. Esperando que pase algo. De un momento a otro. La paciencia de Jaume C. con su estilo perfeccionista infunde ánimo en el ánimo de los doce y ello hace posible que lleguemos a la cresta. Amenudo PK preguntaba a Josep Mª F. «¿Todavía estamos todos? ¿Y vivos?». «Sí, vamos bien», le contestaba Josep Mª F.
A las 11.15 llegamos a la cumbre del Gourgues Blancs después de una cresta fácil. Ya estamos arriba y es difícil apreciar si el ánimo refleja más la extraordinaria belleza del paisaje o el trozo de chimenea que nos queda, ahora de bajada, que es peor. Joan C. trae todos los piolets creyéndose que nos tenemos que bajar por otro lado y junto con Jaime C. se entabla un rápido y acalorado diálogo con PK. PK dice a éstos: «bajar por dónde decís es un ridículo suicidio, mientras me encuentre bien, procuraré evitarlo y no quiero oír hablar más acerca de esto.».
Se hace un gran silencio mientras observamos la lápida de Jean Arlaud que murió en la cresta dónde nos encontramos.
A las 11.45 después de un desayuno muy calórico PK amenaza que tenemos que regresar. A la gente le cuesta moverse y las órdenes y los consejos se empiezan a oír con frecuencia. PK, Josep Mª F. y algún otro llegan a la brecha a las 12.00. Aparece, como siempre la niebla y da a la desgrimpada un ambiente algo tétrico. Describir la bajada por la chimenea puede ser algo largo. Me limito a decir que Joan C. quiere instalar una cuerda fija y el guía dice que sería inútil. Jaume C. está bajando a Joan S. y a David R. Ferran F. baja tranquilamente. Joan P. no dice nada. Isidre D. parece que esté temblando. PK está muy impaciente porque no ve nada claro y menos ahora que estamos inmersos en la niebla. Joan C. con la niebla y la cuerda todavía tiene humor de hacer payasadas.
Las dificultades son obvias. Y en esta situación hay quien tiembla y pasa lo que era más que probable: un desprendimiento de piedras. Con mucho ruido se oyen gritos al abismo. Más gritos. Órdenes.
Estremecimiento. Un desplome en toda regla. «¡Piedra! ¡Piedra! …» Y una gran losa cae sobre la cuerda. La corta en dos. Justo se desmenuza sobre nuestras cabezas. PK en ese momento ya se encontraba en la rimaya. Josep R. y Josep Mª estan en el glaciar en una situación algo comprometida. Pero la lluvia de pedruscos pasó entre los tres sin herir a nadie. Realmente es un milagro. Hasta las 13.15 sufriremos todavía un poco más. La cuerda rota es providencial porque así se pudo formar dos cordadas y obstaculizar menos el tránsito por la canal. Delante PK, Josep Mª F. y Josep R. y detrás otra cordada con Joan C. y los demás.
A las 13.25 se oye incluso cantar. Ya estamos fuera del peligro. Ahora sólo falta que incluso se vaya la niebla cosa que no tardará en suceder y a las 13.45 estamos de nuevo en el Port D’Ôo. Hace de nuevo un día espectacular y empezamos a celebrar y saborear las mieles de la victoria.
En una hora y media llegamos al refugio, de 13.45 a 15.15, es todo un récord. Hacemos 1050 metros de desnivel en seis cuartos de hora y eso que hay mal camino.
Jaime C. dice que ha perdido las llaves del coche. Saulo que se ha quedado en Benasque al dolerle el pie, y por culpa del fútbol, no llamará al Sr. Costa para que venga a buscarnos por un simple descuido … En fin, en pocas palabras, empezamos a saborear las miserias de la civilización. Un momento, … PK dice que esto tiene solución y, efectivamente …, por ejemplo Josep R. encuentra las dichosas llaves.
A las 4.00 salimos y a las 5.15 llegamos a la presa de Estós. Estamos muy contentos y, lógicamente, algo sorprendidos del pico al que hemos subido cuando vemos, de reojo ya, la majestuosidad del Gourgues.
Después de hacer compras y visitar enfermos vamos al campamento a celebrarlo con una fabulosa cena y cava para conmemorar el primer «tres mil» de algunos, la alegría de estar de nuevo todos bien de salud y con una animada tertulia recordamos estas horas que difícilmente se borrarán de nuestro recuerdo.
Componentes: PK, Jaume C., Joan C., Josep Mª F., Josep R., Ferrán F., Joan S., Rafa D., Joan P., Esteva D., David R. y Josep C.
El afán de subir montañas y disfrutar de la belleza y la paz que reinan en las alturas nunca se acaba por lo que los mismos de la excursión a los estanys de la Pera decidimos ir a Viadós. El fin: conocer la zona y desgranar posibilidades a la vez que realizamos trámites burocráticos para preparar el campamento de verano.
Salimos el sábado a las doce y media del mediodía. Pasamos por Sabadell y Terrassa y a las dos y veinte estamos en Alella. Comemos rodeados de camioneros, estos hombres que han de tener más paciencia y prudencia que el resto de los conductores, y a las tres y cuarto salimos. Pasamos por Tàrrega a las cuatro y media; el trigo ya va amarilleando y los recolectores ya estan preparados para empezar su trabajo. Por Balaguer pasamos a las cinco menos cinco y por Graus a las seis y cinco. Entre Alfarràs y Benabarre encontramos guardias civiles y policías que esperan a la «Vuelta ciclista de Aragón». A las seis menos diez estamos en Ainsa, capital del Sobrarbe. Hay gente francesa y chicos con los bolsillos rotos. Compramos algo y podemos admirar ya el maravilloso panorama que ofrecen las «Tres Sorores» manchadas de nieve. Salimos a las siete y cuarto y hemos de seguir un buen rato a un rebaño transhumante con dos pastores tostados por el Sol y dos perros que van muy a la idea. A nuestra derecha la Peña Montañesa corta el horizonte con sus paredes imponentes. La carretera, que primero sigue el Cinca por un amplio valle, bordea después el Cinqueta horneada entre acantilados muy pintorescos. Después de Saravillo hay unos cuantos túneles y el pueblo de Plan. Son las ocho. El día es bonito y no hace mucho frío.
Ascendemos por sus empinados y empedradas calles. Un bonito y escultural portal del siglo XVII recuerda que fue importante en otros tiempos. La iglesia, románica de tres naves, se conserva en su estado primitivo aunque se la ha emblanquinado. La gran pila baptismal es lo más destacable del conjunto. Encontramos al sacerdote que nos acompaña hasta el Ayuntamiento. El secretario nos dice que no tendremos problemas y poco a poco nos apercatamos del carácter amigable de estas gentes. Bajamos por una calle estrecha como lo son todas y que ésta lo es aún más al tener una bala de paja en el medio. Salimos de Plan a las nueve menos diez.
La pista de Viadós, que deja San Juan de Plan a la derecha y Gistaín a la izquierda, es notablemente estrecha. Encontramos un Dodge y dos hombres montados sobre sus mulas con una bonita piel como ensilladura. Bordas y prados por todos los lados. Nos equivocamos de pista y nos damos cuenta de ello cuando el coche se para debido a la gran pendiente. Grandes máquinas cortan los pinos de largos y grosores también considerables. Bajamos hasta encontrar la buena senda que llega al campamento de la Virgen Blanca. Un paraje maravilloso con un edificio que desentona un poco, algunas tiendas y un pastor que nos indica el camino a Tabernés. La carretera empeora por momentos. En el refugio hay un grupo de nueve excursionistas de Badalona que ya se disponían a dormir puesto que mañana quieren hacer faena al igual que nosotros. El fuego tira que es una alegría. Comemos un poco y nos ensobramos. Hay algunas nubes por la zona de los Eristes. Hace viento.
A las cuatro de la mañana ya hay quien madruga. No tardamos en hacerlo los demás puesto que todos queremos ir al Gran Bachimala (Bichomalo, Machimalo o Schrader): en realidad nadie sabe como se pronuncia. A las cinco salimos. Cruzamos el río y subimos por el lado izquierdo del bosque. Encontramos la cabaña de Culrueba y a las seis menos cuarto cruzamos un puente que se menea para ascender seguidamente por el valle de la Señal de Viadós. A las seis y media encontramos una cabaña. Aparecen detrás nuestro los Batoua con algunas pronunciadas canales de hielo. El ritmo es muy fuerte, y la subida también, y algunos expedicionarios se retrasan un poco. «¡Pedro!» exclama algien; «¡Sra. Rotenmeier!» otro; «¡que viene copito de nieve!» contestan … por lo que parece que estemos con Heidi en sus montañas. Mientras se reagrupan comemos un poco para reponer fuerzas y emprender la gran pala de nieve, en excelente estado, que se cierne ante nosotros. Después de un pequeño corte que me hice con unas piedras y un «picnic basket» son las ocho y cinco.
Ya se empieza a dominar un buen panorama hacia la cresta de las Espadas y al Monte Perdido y el Marboré. El cansancio ya pesa un poco sobre nuestras piernas pero el humor, los ánimos y el optimismo que el día facilita nos empujan a continuar. Nos ponemos los crampones y subimos por otra pala de nieve, está un poco más dura pero de mejor calidad, hasta la cresta del Sabre. El panorama es maravilloso: delante se levanta imponente y señorial el Posets, con la canal Jean Arlaud y la afilada cresta de las Espadas, hacia el sur el Llardana, Bagüeñola y Eristes. La Punta Suelza, los Batouas, las «Tres Sorores», el Vignemale y la Munia por aquí; el Gourgs Blancs, el Clarabide y el Perdiguero, aparte de numerosas montañas francesas, por allá.
Descansamos un poco. Nos quitamos los crampones y mientras llegan los más retrasados haciendo un último esfuerzo los otros los animan a hacer la cresta que si bien no muestra una dificultad aparente si que infunde un cierto respeto ya que en el lugar de las losas hay piedras sueltas, no muy seguras y la pendiente es considerable en el caso de resbalar. No faltan las siempre agradecidas recomendaciones de que «no falten los tres puntos de apoyo» y «rodillas no» que los que tienen experiencia no se han de cansar de repetir a los que no la tienen en demasía o, aclaparados, resulta que se olvidan. La seguridad es un todo y en las alturas no hay que apresurarse nunca ya que las consecuencias pueden ser negativas. El humor no falta y como el día es bueno no hay prisa.
Baja alguna que otra piedra y a veces hay que desviarse para no encontrársela. Pasamos por una canal marcadamente abierta al vacío. Algunas piedras heladas. Reposamos otro tanto. Alguien dice que ya estamos arriba pero, en realidad, están más las ganas que no quien lo dice aunque ya no tardaremos mucho en llegar.
Desde la Punta del Sabre (3136 m) se domina prácticamente el mismo panorama descrito desde el collado. También se distingue claramente el Pico de Alba, la Maladeta, el Aneto, los Bessiberris y con un poco de esfuerzo la Pica d’Estats. El día es maravilloso. No hace mucho viento. Sólo a unos pasos podemos encontrar la cresta que nos conducirá al Gran Bachimala (3177 m). La cresta es bastante afilada y en algunos lugares hay que tener cuidado con la nieve. Hay que franquear algunas rocas por su costado y en otras cogerse bien fuerte. Incluso hay que subirse a caballo de una y hacer un pequeño saltito. La prudencia nos hace ponernos otra vez los crampones con el objeto de cruzar un pequeño collado nevado que no tiene un peligro en sí sino porque la pala tiene una pendiente acentuada y si bajas no hay quien te recoja. Otros lo pasan sin crampones y siguiendo las pisadas porque el que conduce a los badaloninos parece querer desafiar el peligro y hacer así, evidente, su experiencia olvidándose que cuando uno se acerca demasiado al fuego se quema. Esta montaña se ha cobrado ya al menos tres víctimas y no querríamos ser nosotros las siguientes.
Gran Bachimala, Machimala, Schrader, Pétard o «Bichomalo» en la versión de Albert un nombre marcadamente aragonés y que realmente es difícil de pronunciar tanto o más que de subirlo. La satisfacción es grande: dos de los expedicionarios han hecho por primera vez un tres mil, y … ¡vaya 3000!, y … por ¡partida doble!! Unas fotografías, limonada, azúcar, almendras, queso. Alegría y cansancio juntos son una aparente antinomia pero real en la montaña y en la vida. Lo que vale cuesta y lo que cuesta da alegría porque eleva la vida y nos mueve a ser agradecidos. Ha sido una victoria de todos y lo celebramos más que nunca. Hemos llegado a las doce y media. Cuando salimos es la una. Dos de los expedicionarios más valientes que los demás siguen la cresta hasta la Punta Ledormeur y el Pequeño Bachimala mientras los demás emprendemos la bajada.
Primero seguimos la cresta nevada y afilada. Después bajamos por las piedras y por las largas palas de nieve que están en perfecto estado. Pasamos una de más dura y después superamos unas piedras con cuidado. Paramos al lado del río y nos refrescamos un poco a la vez que comemos alguna cosilla. Ahora ya por el mismo camino de la ida regresamos al refugio al que llegamos a eso de las cuatro. Hace Sol. Da gusto estirarse sobre la hierba después de una excursión de estas magnitudes. El objetivo ha sido cubierto ampliamente.
Cuando nos vamos llegan los que habían continuado por la cresta. El camino hoy parece que está en peores condiciones que ayer. En Plan encontramos al secretario y al cura. Comemos un poco y plantamos la tienda junto al campo de fútbol. La iglesia de San Juan de Plan está menos bien conservada pero la pila baptismal es más bonita que la de Plan. Los niños del pueblo tienen la cara muy roja por el Sol y hacen cara de gozar de buena salud. Incluso se pelean. Uno de ellos nos acompaña a la Fonda Sánchez para cenar. El médico explica a unos excursionistas de «sequé» itinerarios de unos «ibones» helados que no lo entienden. Al final opta por dirijirlos a nosotros que les acabamos diciendo que se maravillen de la visión del Posets. No tardamos en irnos a dormir pues el sueño empieza a pesar.
Antes de salir de Plan hemos de cambiar una rueda. Salimos a las siete y media por el mismo camino de la ida llegando a Girona a las tres y media de la tarde. Desayunamos en Graus. Encontramos dos motos que se estiran. Cuatro camiones cargados de gruesas vigas que nos hacen retrasar un poco. Y un camión volcado en la autopista. Ha sido una excursión completa. Se han elaborado los planes para el campamento de verano y próximas excursiones. El afán de subir nunca desciende. El club se va anotando victorias en su corto pero completo historial.