La gloria sube por los caminos angostos (Ovidio)

Excursión realizada el día 23 de febrero de 1981.
Tal y como estaba previsto, decidido delante de una cerveza, a finales de enero teníamos que ir al Coma Lo Forno en un fin de semana que reunía todas las condiciones por una bofetada. Pero por motivos ajenos a nuestra voluntad se aplazó al domingo siguiente que era el último del mes de febrero.
Nos auguran resbalones a go-go. Dejamos las direcciones y teléfonos en nuestras casas por si no regresáramos, hacemos testamento y a las ocho del sábado salimos hacia Bohí. Somos tres (Josep S. Joan F. y Robert C.). La niebla nos hace malas pasadas hasta Balaguer pero después la pasta se despeja y podemos ver desde la carretera la panorámica del Monte Perdido hasta la Punta Alta. Enmarcada por robles centenarios nos introducimos por la Ribagorça que tiene el río totalmente helado. En Caldes no hay nadie. Hacemos las mochilas, nos preparamos y empezamos a andar. El camino sube con una pendiente constante y nos hace parar a menudo para tomar aliento.
Una cascada helada nos anuncia peligros próximos. Todo el valle del Gémenes se ve poco practicable. A cada paso nos vamos hundiendo más y más. Se oyen bastantes «¡va parir!» pues ya estamos de nieve hasta las … De rodillas salimos de este suplicio y procuramos acercarnos a unas piedras que parecían nuestra salvación y digo bien parecían por lo que pasó un tiempo después.
La pared es cada vez más vertical. Esto es un callejón sin salida. No sabíamos por dónde nos metíamos pero la cuestión era salir de esa sopa. Las presas son inseguras y pequeñas. Verticalidad. Cansancio, nervios y fundamentalmente tenemos un excesivo peso sobre nuestras espaldas. Suspensión de un pie, las manos se desprenden y sensación de vacío.
Fue cuando yo ya estaba al final de esta corta pared, en una posición inestable cuando oí dos claros: «¡NO!» que rompieron el silencio de la tarde. Vi con toda claridad la caída. Yo estaba a unos metros por encima de él. Entre el cuerpo y la mochila, que rebotan en la pared, se frena y hacen que no reciba ningún golpe en la cabeza. Después las plantas y los matorrales acaban de pararle provocándole sólo algunos rasguños. Silencio.
– «Joan! Contesta! Dí algo! …«.
Silencio.
– «Estoy bien«, contesta con una voz algo temblorosa.
Robert, que todavía está en una posición algo crítica, pregunta si tiene que bajar a ayudarle. No hace falta. Robert se pone a filosofar. Josep que está rezando por el alma de Joan baja a socorrerle. Seca los labios sangrantes y las rozaduras. Son todas las heridas superficiales y fundamentalmente morales (psicosomáticas, ¡ole!). Una de las conclusiones que tuve es que esto de las invernales es puro masoquismo pero que a pesar de todo no me desagradaría repetir el intento.
Intenta levantarse, está mareado, las piernas le sostienen a pesar de los fuertes dolores. Josep se encarga de llevarle la mochila. El valle queda tranquilo dajo los últimos rayos solares.
Estamos a 2100 metros en un llano que forman las estribaciones de La Lequeutre y hacemos un agujero en la nieve. Plantamos la isotérmica que, fundamentalmente, hasta ahora sólo ha hecho que estorbar. Una cena rápida, el Sol que se esconde y el frío pasa a protagonizar la escena. El cuerpo empieza a temblar y se introduce en el saco. Se avecina una larga noche. Doce horas de humedad, frío, hielo arrugado a nuestras espaldas, poco espacio al ser nosotros demasiado largos para una tienda tan corta, … se está gestando una elegía acerca de la isotérmica.
Joan insiste y nos da moral hasta las cinco de la mañana que suena el despertador. Cuesta levantarse y engrasar los cuerpos arrugados. Las botas están heladas. La temperatura mínima prevista era -10 grados centígrados, es inaudito, se han vuelto a equivocar en las predicciones. Finalmente sacamos la cabeza y todo lo demás. Hace frío, está todo el cielo cubierto de estrellas e iniciamos la marcha. La nieve está helada y la pendiente es acusada. Se divisa ya la Punta Alta y la Punta Passet parece como si nos estuviese desafiando.
Josep resbala y se frena con el piolet. A 2400 metros la pendiente disminuye hasta hacerse casi llano el trayecto. Ya vemos nuestro objetivo. El Sol acaba por salir y descansamos un rato para desayunar. Decidimos no ir al Coma Lo Forno iremos a la Punta Lequeutre. Los mapas de la Alpina engañan al personal.

Joan sobreponiéndose a los dolores sigue lentamente hasta donde nos encontramos.

Ya sólo Robert y Josep comienzan la arista que tiene un poco de nieve y hielo. Los pasos se complican mucho. El día es espléndido y soleado. La vista va ampliándose. El Bessiberri Sud y el Coma Lo Forno nos acompañan toda la ascensión.
A 200 metros de la cima tengo que abandonar todo gracias a un empacho de galletas. Durante más de una hora gozo de la soledad de la cresta. Mientras Josep, en solitario, corona la Punta Lequeutre y ve a la Punta Passet asequible pero decide regresar inmediatamente con los demás. Ya me he restablecido y regresamos con la moral de haber coronado un tresmil. En poco rato llegamos de nuevo a la isotérmica a eso de la una.
En la bajada tenemos que encontrar un camino, va directo al Balneario, nos volveremos a hundir y tenemos que desenterrar varias veces a Joan. Menos mal que parece tener siete vidas. Esta vez encontraremos el camino a la primera.
Abajo saboreamos el agua de Caldes y la cerveza de «Las Cumbres«.
En el coche me viene a la cabeza lo de las bienaventuranzas y pienso que se les olvidó una «… bienaventurados los caídos por causa de la montaña porque ellos llegarán a sus cimas …«. Después de inaugurar un restaurant y cenar nos dirigimos directos sin nieblas ni demás peligros atmosféricos hacia «Can Barça«. La cama ofrece a los cuerpos doloridos un buen acogimiento.
© Robert Caner. Año 2.002.

Pentecostés: la dificultad de unos nombres

6 de junio de 1.976.
El afán de subir montañas y disfrutar de la belleza y la paz que reinan en las alturas nunca se acaba por lo que los mismos de la excursión a los estanys de la Pera decidimos ir a Viadós. El fin: conocer la zona y desgranar posibilidades a la vez que realizamos trámites burocráticos para preparar el campamento de verano.
Salimos el sábado a las doce y media del mediodía. Pasamos por Sabadell y Terrassa y a las dos y veinte estamos en Alella. Comemos rodeados de camioneros, estos hombres que han de tener más paciencia y prudencia que el resto de los conductores, y a las tres y cuarto salimos. Pasamos por Tàrrega a las cuatro y media; el trigo ya va amarilleando y los recolectores ya estan preparados para empezar su trabajo. Por Balaguer pasamos a las cinco menos cinco y por Graus a las seis y cinco. Entre Alfarràs y Benabarre encontramos guardias civiles y policías que esperan a la «Vuelta ciclista de Aragón». A las seis menos diez estamos en Ainsa, capital del Sobrarbe. Hay gente francesa y chicos con los bolsillos rotos. Compramos algo y podemos admirar ya el maravilloso panorama que ofrecen las «Tres Sorores» manchadas de nieve. Salimos a las siete y cuarto y hemos de seguir un buen rato a un rebaño transhumante con dos pastores tostados por el Sol y dos perros que van muy a la idea. A nuestra derecha la Peña Montañesa corta el horizonte con sus paredes imponentes. La carretera, que primero sigue el Cinca por un amplio valle, bordea después el Cinqueta horneada entre acantilados muy pintorescos. Después de Saravillo hay unos cuantos túneles y el pueblo de Plan. Son las ocho. El día es bonito y no hace mucho frío.
Ascendemos por sus empinados y empedradas calles. Un bonito y escultural portal del siglo XVII recuerda que fue importante en otros tiempos. La iglesia, románica de tres naves, se conserva en su estado primitivo aunque se la ha emblanquinado. La gran pila baptismal es lo más destacable del conjunto. Encontramos al sacerdote que nos acompaña hasta el Ayuntamiento. El secretario nos dice que no tendremos problemas y poco a poco nos apercatamos del carácter amigable de estas gentes. Bajamos por una calle estrecha como lo son todas y que ésta lo es aún más al tener una bala de paja en el medio. Salimos de Plan a las nueve menos diez.
La pista de Viadós, que deja San Juan de Plan a la derecha y Gistaín a la izquierda, es notablemente estrecha. Encontramos un Dodge y dos hombres montados sobre sus mulas con una bonita piel como ensilladura. Bordas y prados por todos los lados. Nos equivocamos de pista y nos damos cuenta de ello cuando el coche se para debido a la gran pendiente. Grandes máquinas cortan los pinos de largos y grosores también considerables. Bajamos hasta encontrar la buena senda que llega al campamento de la Virgen Blanca. Un paraje maravilloso con un edificio que desentona un poco, algunas tiendas y un pastor que nos indica el camino a Tabernés. La carretera empeora por momentos. En el refugio hay un grupo de nueve excursionistas de Badalona que ya se disponían a dormir puesto que mañana quieren hacer faena al igual que nosotros. El fuego tira que es una alegría. Comemos un poco y nos ensobramos. Hay algunas nubes por la zona de los Eristes. Hace viento.
A las cuatro de la mañana ya hay quien madruga. No tardamos en hacerlo los demás puesto que todos queremos ir al Gran Bachimala (Bichomalo, Machimalo o Schrader): en realidad nadie sabe como se pronuncia. A las cinco salimos. Cruzamos el río y subimos por el lado izquierdo del bosque. Encontramos la cabaña de Culrueba y a las seis menos cuarto cruzamos un puente que se menea para ascender seguidamente por el valle de la Señal de Viadós. A las seis y media encontramos una cabaña. Aparecen detrás nuestro los Batoua con algunas pronunciadas canales de hielo. El ritmo es muy fuerte, y la subida también, y algunos expedicionarios se retrasan un poco. «¡Pedro!» exclama algien; «¡Sra. Rotenmeier!» otro; «¡que viene copito de nieve!» contestan … por lo que parece que estemos con Heidi en sus montañas. Mientras se reagrupan comemos un poco para reponer fuerzas y emprender la gran pala de nieve, en excelente estado, que se cierne ante nosotros. Después de un pequeño corte que me hice con unas piedras y un «picnic basket» son las ocho y cinco.
Ya se empieza a dominar un buen panorama hacia la cresta de las Espadas y al Monte Perdido y el Marboré. El cansancio ya pesa un poco sobre nuestras piernas pero el humor, los ánimos y el optimismo que el día facilita nos empujan a continuar. Nos ponemos los crampones y subimos por otra pala de nieve, está un poco más dura pero de mejor calidad, hasta la cresta del Sabre. El panorama es maravilloso: delante se levanta imponente y señorial el Posets, con la canal Jean Arlaud y la afilada cresta de las Espadas, hacia el sur el Llardana, Bagüeñola y Eristes. La Punta Suelza, los Batouas, las «Tres Sorores», el Vignemale y la Munia por aquí; el Gourgs Blancs, el Clarabide y el Perdiguero, aparte de numerosas montañas francesas, por allá.
Descansamos un poco. Nos quitamos los crampones y mientras llegan los más retrasados haciendo un último esfuerzo los otros los animan a hacer la cresta que si bien no muestra una dificultad aparente si que infunde un cierto respeto ya que en el lugar de las losas hay piedras sueltas, no muy seguras y la pendiente es considerable en el caso de resbalar. No faltan las siempre agradecidas recomendaciones de que «no falten los tres puntos de apoyo» y «rodillas no» que los que tienen experiencia no se han de cansar de repetir a los que no la tienen en demasía o, aclaparados, resulta que se olvidan. La seguridad es un todo y en las alturas no hay que apresurarse nunca ya que las consecuencias pueden ser negativas. El humor no falta y como el día es bueno no hay prisa.
Baja alguna que otra piedra y a veces hay que desviarse para no encontrársela. Pasamos por una canal marcadamente abierta al vacío. Algunas piedras heladas. Reposamos otro tanto. Alguien dice que ya estamos arriba pero, en realidad, están más las ganas que no quien lo dice aunque ya no tardaremos mucho en llegar.
Desde la Punta del Sabre (3136 m) se domina prácticamente el mismo panorama descrito desde el collado. También se distingue claramente el Pico de Alba, la Maladeta, el Aneto, los Bessiberris y con un poco de esfuerzo la Pica d’Estats. El día es maravilloso. No hace mucho viento. Sólo a unos pasos podemos encontrar la cresta que nos conducirá al Gran Bachimala (3177 m). La cresta es bastante afilada y en algunos lugares hay que tener cuidado con la nieve. Hay que franquear algunas rocas por su costado y en otras cogerse bien fuerte. Incluso hay que subirse a caballo de una y hacer un pequeño saltito. La prudencia nos hace ponernos otra vez los crampones con el objeto de cruzar un pequeño collado nevado que no tiene un peligro en sí sino porque la pala tiene una pendiente acentuada y si bajas no hay quien te recoja. Otros lo pasan sin crampones y siguiendo las pisadas porque el que conduce a los badaloninos parece querer desafiar el peligro y hacer así, evidente, su experiencia olvidándose que cuando uno se acerca demasiado al fuego se quema. Esta montaña se ha cobrado ya al menos tres víctimas y no querríamos ser nosotros las siguientes.
Gran Bachimala, Machimala, Schrader, Pétard o «Bichomalo» en la versión de Albert un nombre marcadamente aragonés y que realmente es difícil de pronunciar tanto o más que de subirlo. La satisfacción es grande: dos de los expedicionarios han hecho por primera vez un tres mil, y … ¡vaya 3000!, y … por ¡partida doble!! Unas fotografías, limonada, azúcar, almendras, queso. Alegría y cansancio juntos son una aparente antinomia pero real en la montaña y en la vida. Lo que vale cuesta y lo que cuesta da alegría porque eleva la vida y nos mueve a ser agradecidos. Ha sido una victoria de todos y lo celebramos más que nunca. Hemos llegado a las doce y media. Cuando salimos es la una. Dos de los expedicionarios más valientes que los demás siguen la cresta hasta la Punta Ledormeur y el Pequeño Bachimala mientras los demás emprendemos la bajada.
Primero seguimos la cresta nevada y afilada. Después bajamos por las piedras y por las largas palas de nieve que están en perfecto estado. Pasamos una de más dura y después superamos unas piedras con cuidado. Paramos al lado del río y nos refrescamos un poco a la vez que comemos alguna cosilla. Ahora ya por el mismo camino de la ida regresamos al refugio al que llegamos a eso de las cuatro. Hace Sol. Da gusto estirarse sobre la hierba después de una excursión de estas magnitudes. El objetivo ha sido cubierto ampliamente.
Cuando nos vamos llegan los que habían continuado por la cresta. El camino hoy parece que está en peores condiciones que ayer. En Plan encontramos al secretario y al cura. Comemos un poco y plantamos la tienda junto al campo de fútbol. La iglesia de San Juan de Plan está menos bien conservada pero la pila baptismal es más bonita que la de Plan. Los niños del pueblo tienen la cara muy roja por el Sol y hacen cara de gozar de buena salud. Incluso se pelean. Uno de ellos nos acompaña a la Fonda Sánchez para cenar. El médico explica a unos excursionistas de «sequé» itinerarios de unos «ibones» helados que no lo entienden. Al final opta por dirijirlos a nosotros que les acabamos diciendo que se maravillen de la visión del Posets. No tardamos en irnos a dormir pues el sueño empieza a pesar.
Antes de salir de Plan hemos de cambiar una rueda. Salimos a las siete y media por el mismo camino de la ida llegando a Girona a las tres y media de la tarde. Desayunamos en Graus. Encontramos dos motos que se estiran. Cuatro camiones cargados de gruesas vigas que nos hacen retrasar un poco. Y un camión volcado en la autopista. Ha sido una excursión completa. Se han elaborado los planes para el campamento de verano y próximas excursiones. El afán de subir nunca desciende. El club se va anotando victorias en su corto pero completo historial.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.001.