Es cierto que ahora me falta un saco de dormir para protegerme adecuadamente del frío y una cuerda para precaverme ante una caída, pero a pesar de ello, pensar en la noche que tengo por delante no despierta en mi ningún temor. Me encuentro en un estado de una rara placidez. Todo resulta tan evidente …. Tiene que ser así, es algo que va con ello. Casi me siento indiferente ante esta noche a 8000 metros de altura. Más arriba naturalmente hubiera tenido unas posibilidades mucho mejores, incluso hubiera podido tumbarme, pero ahora ya estoy aquí.
(…)
Súbitamente me despierto y alzo la cabeza. ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy? Constato asustado que me encuentro en una abrupta pared de roca del Nanga Parbat, sin protección, con un enorme vacío por debajo de mí, un abismo negro. Pero a continuación ya no tengo ningún tipo de dificultades para respirar, ya no me parece encontrarme a una altitud de 8000 metros. Intento mantenerme despierto con todas mis energías, pero el sueño se empeña en vencerme una y otra vez. Doy nuevas cabezadas continuamente y es un verdadero milagro que no pierda el equilibrio ….
Todavía hay estrellas en el cielo. ¿Es que nunca se va a hacer de día?
Miro añorante, casi con la mirada fija, en dirección a la franja detrás de la que ha de aparecer el Sol. Finalmente palidece también la última estrella. – ¡Se hace de día! Me recuesto contra la roca, la mano derecha todavía se sujeta a la presa, la izquierda aferra los bastones de esquí. Tengo los pies como si fueran tarugos de madera, las botas heladas, las suelas de goma llenas de escarcha. Me alcanzan los primeros rayos de Sol. ¡Cuánto bien me hacen! Acaban con mi estupor. Comienzo a escalar de nuevo y regreso a la fisura. ¡Pero ahora hay que prestar mucha atención! Es el doble de peligroso, todo está espantosamente resbaladizo. Desciendo un poco más por el interminable corredor; todavía con un solo crampón, el otro se encuentra en el bolsillo frontal de mi anorak.
(…)
En estas horas de enorme tensión me embarga una sensación única. ¡Ya no estoy solo! Ahí hay un compañero que me guarda, me vigila, me asegura. Yo sé que esto es una tontería, pero la sensación permanece …. Una escarpada pared interrumpe el corredor. La roca es muy quebradiza y se astilla con facilidad. Tengo que quitarme los guantes, los guardo en los bolsillos de los pantalones e intento alcanzar el corredor. Pero todo se parte y me parece demasiado arriesgado. ¡Un resbalón, una pequeña caída, serían mi fin! Y seguro que arrastraría al compañero, al amigo – que en realidad no está allí ….. tengo que destrepar cuidadosamente cada metro.
¡En casa, en nuestras montañas, simplemente saltaría al interior de la canal! Vuelvo a subir y al querer ponerme los guantes de nuevo, descubro que ya no están. Le pregunto asustado a mi misterioso acompañante: «¿Has visto mis guantes?».
Oigo la respuesta claramente: «Pero si los has perdido ….» Me doy la vuelta – pero no veo a nadie. ¿Me habré vuelto loco ya?
¿Es un espectro el que está jugando conmigo? Pero yo había oído claramente la voz y esta me resultaba conocida. ¿A cuál de mis amigos pertenecerá? No lo sé.
Sólo sé que la conozco …. Busco los guantes pero no los encuentro por ninguna parte. Tienen que estar por aquí por algún sitio. ¿O es que se me han caído arriba en la pared? Registro mis bolsillos una vez más mientras recuerdo asustado la tragedia del Annapurna, – pero ya he descubierto mis guantes de reserva. Parece que he salvado de nuevo la situación.
Sigo descendiendo, vuelvo a introducirme en el corredor de nieve, lo atravieso y salgo hacia las rocas. A la derecha, casi a la misma altura, aparece el collado de Bazhin. Pero yo tengo que seguir descendiendo hasta el final de las rocas, y mi compañero, que tan conocido me resulta a pesar de que no lo veo nunca, me acompaña durante toda la travesía. Esta sensación es más intensa especialmente en los pasajes más difíciles. Me tranquiliza, me arrulla. Seguro que si me resbalo o me caigo, el otro me sujetará con la cuerda. Pero no hay ninguna cuerda. No hay ningún «otro». Al instante siguiente me doy de nuevo perfecta cuenta de que estoy solo, y también se que aquí no puedo permitirme ni el menor descuido …..
(…)
Riño a mi acompañante por haberme pasado aquellos hierros tan malos. ¡Sigo notando que viene siempre detrás de mí!.
(…)
Mis pensamientos se extinguen repentinamente. ¡Qué placentero resulta! Abro los ojos y miro alrededor. ¿Acaso me he dormido? Echo un vistazo al reloj y veo que ya ha pasado una hora. ¿Dónde estoy en realidad? ¡Veo huellas por todas partes, y hombres de piedra! ¿Estaré en una excursión con esquíes? La consciencia regresa paulatinamente: ¡Estoy solo en el Nanga Parbat aproximadamente a unos 8000 metros de altitud! Las huellas son únicamente obra del viento y los hombres de piedra son torres de roca. Oigo voces allí enfrente, entre las rocas situadas debajo de la cumbre. ¿Me estará llamando alguien? ¿O es solo el viento? ¿Es posible que mis amigos estén esperándome allí arriba?
(…)
Ahora veo puntos. ¿Será una ilusión? No, tienen que ser mis amigos. Quiero gritar, aullar, pero no consigo emitir ningún sonido. Los otros se acercan. ¿Debo esperarlos? La distancia es demasiado grande – salgo a su encuentro. Paso a paso, mecánicamente, cansado y a trompicones. Cuando miro de nuevo hacia la ondulada superficie de nieve los puntos han desaparecido. La decepción es infinita ….. Pero ….. Ya están los puntos otra vez ahí ….. ¡No el nevero vuelve a estar vacío! ¿Me estarán gastando una broma? Estoy aquí solo en esta ocasión casi infinita, en este desierto de hielo sin esperanzas.
(…)
«¡Hermann, Hermann!» ¡Incluso oigo a gente conversando! Pero no veo a nadie. ¿Será que mis sentidos me engañan? ¿Alucinaciones? ¿Es esto el comienzo del fin – el propio fin? ¿Dónde estará la mochila? No puedo encontrarla.
(…)
Yo ya no soy yo, sólo soy una sombra, una sombra detrás de otra sombra.
Extracto del relato del descenso del Nanga Parbat en solitario.
Estamos desayunando debajo de los arcos y seguimos esperando. El Sol todavía calienta mucho pero se nota el frescor del mes de septiembre: el mejor mes para hacer ascensiones ya que se juntan muchas condiciones favorables, los glaciares están escondidos a gran altura, el Sol calienta durante el día a pesar de que las noches ya son frías y hielan la nieve, hay bastantes horas de luz, …
Quedamos Miguel y yo que les esperaríamos aquí hacia las diez de la mañana. Pero cuando acabamos de desayunar Josep Mª y Jordi no han llegado aún con el coche. Miguel va a llamarlos pero no hay respuesta. Aparecen al cabo de dos horas. Han tenido dificultades con los papeles del coche. Después de horas de espera y de incógnita salimos de Girona con un vehículo que no es una joya. El viaje nos lo tomamos con filosofía (estoica ¡naturalmente!). Encontramos camiones en Los Brucs y comemos en La Panadella. Por la tarde hace mucho calor y nos tomamos una cerveza en Benabarre. Nuestro plan era subir hoy mismo al refugio. Al retraso inicial que llevamos hay que añadirle el que se produce al encontrar la carretera cortada antes de El Pont de Suert. Este tramo lo están arreglando. La subida al refugio es muy larga. Hay que dejarla para mañana. En El Pont de Suert compramos algunas cosas. Visitamos a los parientes de Jordi que viven en Taüll y nos reciben afectuosamente como la otra vez. El día empieza a irse.
Decidimos ir a dormir cerca de Caldas y montar la tienda a la luz del día. Cuando tenemos el lugar decidido vemos que la tienda no tiene clavos y que le falta un trozo de mástil. Hasta ahora parece que no hemos tenido mucha suerte. Un día de retraso, el coche tiene algún problema, nos faltan los clavos de la tienda (que los sustituimos por trozos de «boix») y, ahora, para completar los males el fuego no se enciende ni a tiros. Menos mal que el hornillo sí que funciona. Después de cenar Josep Mª saca la guitarra y alrededor del fuego, perdón, del humo hacemos un rato de tertulia. Hace frío y nos vamos a dormir, con mucho cuidado, no se vaya a caer la tienda. Todo lo arreglamos con sentido del humor.
Día 19 de septiembre de 1979.
Nos levantamos a una hora razonable y hacemos un poco de orden y limpieza. Desayunamos y recogemos todas las cosas con tal de ir a hacer una comida puntual y buena a Taüll para salir bien equipados. Comemos caliente, sentados, un buen plato de judías con butifarra y postre. En la casa dejamos todo lo que no nos sirve para la excursión. El tiempo no está muy claro pero regresaremos a Cavallers. Es una inmensa pared con contrafuertes destacando su majestuosa quietud en medio de una naturaleza salvaje. La presa de Cavallers ha significado para mí el límite entre la civilización y la alta montaña pirenaica de este valle tan agreste. A partir de allí incertidumbre y aventura. En el aparcamiento encontramos unos motoristas de Puigcerdà que parece que están un poco molestos pues se lo han pasado muy mal intentando hacer una travesía. Después de intercambiar unas palabras con ellos bajan por la carretera y nosotros iniciamos con mucha calma la ascensión al refugio. Está calculado entre cuatro y cinco horas de marcha. Bordeamos el pantano hablando entre nosotros hasta la Pleta del riu Malo. Hay unas vacas sentadas que nos miran casi despectivamente sin dejar de rumiar. Por un instante vemos la imponente pirámide del Besiberri Nord que nos deja impresionados hasta que la niebla nos tapa toda la panorámica. Al atravesar una cascada, que nos refresca un poco, comienza una fuerte ascensión por un caminillo tortuoso y poco marcado hasta que desaparece antes de llegar al estanque. Queda bastante colgado y ya desde allí se ve claramente el refugio metálico de la brecha Peyta. Unos grandes neveros quedan cortados encima del agua y la niebla nos deja ver de vez en cuando la cresta imponente de los Besiberris e incluso alguna grieta que hay debajo. El tiempo está muy inseguro y después de coger nieve para fundirla continuamos por un pedregal muy empinado. Josep Mª y yo vamos delante y a mitad de la subida hace patinar sin querer una piedra. No me aparto ya que parece que pasará lejos pero justo el último bote hace que vaya directamente hacia mí y me toca en un puño y en la pierna. Tengo una mancha de sangre pero no deja de ser una rascada algo fuerte. Miguel que acompaña a Jordi, que no se encuentra muy bien, se interesa por lo que pasa y con un grito le digo que no ha sido nada y no se preocupe.
En cabeza ya estamos casi en el refugio. El tiempo está muy inseguro y empieza a refrescar. Estamos a 2805 metros. Josep Mª hace señas y nos comunica que ya ha llegado y que no hay nadie. Acabo de llegar y me quedo impresionado de la situación de este refugio. Se domina todo el valle de la pleta por un lado y por el otro la sierra de Tumeneia y el Estany de Mar. A nuestro alrededor grandes neveros, lagos, crestas … en fin, ¡es sensacional! Sin perder tiempo quiero ver este refugio del que tantas veces había leído unos textos del francés Bellefon. Por fuera es de metal inoxidable, forrado de corcho y después madera. Hay seis literas desplegables con mantas, un botiquín y un armario con provisiones para emergencias.
Acaban de llegar Miguel y Jordi. Hacemos fotos y filmamos. El frío se ha hecho muy intenso y se ha desencadenado una tempestad. Una gruesa puerta que hace ruido a nevera nos aísla perfectamente del exterior. Por una ventanilla entra la poca luz que queda del día y vemos como la noche va imponiéndose.
Abrigados con las mantas estamos sentados en las literas, la nieve se va fundiendo mientras vamos leyendo el libro de registro del refugio y anotamos nuestras observaciones. comentamos que un buen lema para la salida podría ser la famosa frase de Churchill con un añadido personal: «sangre, sudor, lágrimas, rayos y truenos, …». Las inclemencias de la naturaleza se han desencadenado y me parece que nunca las habíamos vivido tan de cerca. Estamos en silencio, sólo se oye el hornillo, el ambiente es sensacional. Un rayo ilumina de repente el refugio oscuro y, a continuación, el rayo menea toda la construcción. Sabemos que el refugio es bueno pero no podemos dejar de impresionarnos y de inquietarnos un poco. Gauss tiene razón: la corriente eléctrica no ha entrado en el interior del refugio y se ha quedado en el exterior. Pero … ¿seguirá teniendo razón las próximas veces? La nieve ya se ha fundido y se puede hacer ya la sopa. Dejamos una reserva de nieve que se irá fundiendo por la noche. Después de cenar Jordi todavía no se encuentra muy bien y se va a dormir. A alguien se le ocurre la idea de hacer un «cremat» y con su calor fundimos la nieve que queda, nos calentaremos nosotros y el barracón para luego beberlo junto con un té con limón. Aceptamos la idea ya que lo de jugar a las cartas no tiene muy buena acogida. El té lo guardamos para mañana ya que va a ser el único líquido que vamos a tener en todo el día. Esto será un gran problema ya que nuestro plan es hacer la integral de los Besiberris y en todo el recorrido es bastante probable que no encontremos agua. De todas formas, ya veremos si hacemos algo de la forma como está el tiempo. Nos hacemos a la idea del drama que debería ser el de aquellos compañeros que se quedaron prisioneros en estas crestas durante días y que los tuvieron que rescatar. Realmente tiene que ser una experiencia penosa. Nosotros llevamos aquí unas horas y ya empezamos a notar la falta de espacio.
El tiempo va pasando y ya deben ser hacia las diez. El «cremat» es sensacional. Hemos conseguido subir poco peso y a cambio hemos hecho una cena caliente, un «cremat», un té y no sé cuantos lujos más. Parece que las inclemencias meteorológicas han cesado, me abrigo mucho y salgo. El frío es intensísimo. No se ve ni una sola estrella. El viento no se sabe de dónde sopla aunque lo hace muy fuerte. La panorámica es esta: hace mucho frío, niebla en general, está el cielo cubierto y la roca está húmeda.
Decidimos ir a dormir. En las literas se está muy bien ya que sólo estamos los cuatro y podremos dormir anchos. Con la luz de la frontal todavía escribo unas notas en el libro de registro que es muy divertido. Cuando acabo me arreglo el cojín con ropa. Apago la frontal e intento dormir que, como siempre, lo consigo. La temperatura es muy agradable aquí dentro. Fuera los elementos naturales luchan ruidosamente y el viento choca contra la estructura metálica confiriendo a esta noche un gran ambiente de alta montaña en esta brecha a casi tres mil metros.
Día 20 de septiembre de 1979.
A lo mejor son las cinco. Nos tenemos que levantar pronto para hacer la integral. Miguel se levanta y lo que ve es desesperante. Hace frío y la niebla lo tapa todo. Estamos inmersos en una nube. Regresa a la litera y dormimos una hora más aproximadamente. El tiempo no ha cambiado pero tomamos una decisión: nos pondremos de camino al Besiberri Nord y ya veremos. Desayunamos un poco, al parecer hoy necesitaremos las fuerzas, aunque de todas formas me repulsa un poco comer a estas horas y sólo tomo un sorbo de té. Guardamos las cosas, barremos el refugio y nos ponemos en marcha. Lo que todos pensamos es que aquí no volveremos más o que tardaremos muy poco en regresar. De todas formas no dejamos nada.
Rápidamente perdemos el refugio de vista, hemos bajado un poco para perder un trozo de cresta que tiene pasos de IV grado aunque no tardamos mucho en regresar a ella. Comienza a llover o a nevar. El silencio da un extraño ambiente a esta caravana que evoluciona con marcha calmada. Las fitas son abundantes y las vamos siguiendo. Nos llevan al filo de una cresta y su orientación hace que la sigamos ya que sube directa al Besiberri Nord. Al principio parece fácil, a lo mejor con algún paso de II grado, pero al darnos cuenta vemos que estamos en una cresta muy vertical de grandes bloques de granito. Al moverse la niebla vemos todo el esplendor de la cresta NE que se levanta puntiaguda enfrente nuestro. También vemos por unos instantes la Punta Alta. La niebla vuelve a cubrirlo todo. El avance es lento, constante, con tramos de ascensión verticales y progresando al escalar repisas. Comienza a notarse la sensación de vacío bajo nuestros pies. Menos mal de la niebla que tapa la vista de la caída. Los pasos delicados se van haciendo constantes y muy abundantes. Todos son muy gimnásticos. Esta cresta es cada vez más difícil. Encontramos una plataforma y decidimos reunirnos allí. La vía se pone muy interesante, ya lo dice la guía, pues ahora encontraremos «los pasos de III grado que se superan acrobáticamente«. En esta reunión aprovechamos para hacer un trago y comentar la situación. Aquí abandonaremos el filo de la cresta para avanzar por la vertiente sur. Una serie de canales verticales conducen a la cima. Para pasar de la plataforma a la primera canal hay que hacer un paso muy grande sobre el vacío con extrañas presas. Subimos el canal con pasos de II grado hasta otra plataforma muy pequeña y la cosa se pone negra. Las piedras están muy frías y húmedas. En cada parada aprovecho para ponerme las manos en los bolsillos y calentarlas un poco ya que no me gusta escalar con los guantes puestos. Falta el paso más difícil. Menos mal que no debemos estar muy lejos de la cima. Ha llegado el momento de sacar la cuerda. Miguel se la ata, se quita la mochila y empieza a subir. Unos instantes después desaparece entre la niebla y las piedras. Estamos en silencio en la plataforma. La cuerda va resbalando por la roca hasta que se para. Se oye un grito de Miguel que nos dice que es factible. Con la cuerda subimos su mochila y después Jordi y Josep Mª superan este paso asegurados por Miguel. Finalmente me ato la cuerda con el mosquetón de la baga y subo. El primer paso es lo más complicado que había hecho hasta el momento. Te encuentras tú y mochila empotrado debajo de un saliente de roca con presas de mano muy bajas. Se supera este paso por la izquierda. Con una mano hay que buscar una presa encima de la cabeza y ahora es con presas pequeñas con la que hay que recuperar una posición estable y salir de la posición inicial. Es un paso claramente de III grado aunque alguien comenta que incluso de IV aunque yo no lo creo. Eso sí el largo de cuerda no baja en ningún momento del III. Miguel va recogiendo la cuerda y asegurando desde un saliente de roca. Vuelvo a calentarme las manos y hablamos del rappel que habrá que hacer al bajar en el caso de no encontrar ningún otro sitio por el que sea mejor. Unos pasos más y ya coronamos la cumbre.
Lo sabemos porque hay un libro y una placa. Estamos a 3014 metros rodeados de un paisaje impresionante pero que no lo podemos contemplar. El frío no cesa debido a la nula acción solar. Nos sentamos en la cumbre. Nuestro pelo está lleno de gotitas de agua congelada. Hacemos fotos y filmamos. Ya tengo ganas de comer algo. Aquí se decide que la integral no deja de ser un proyecto. Hemos hecho un tresmil y ha sido espectacular por lo que estamos ya satisfechos. De todas formas la bajada nos espera con no pocos problemas. Debido al poco atractivo que presenta la permanencia en la cima decidimos regresar.
No bajamos exactamente por el mismo sitio. El primer paso sigue siendo más complicado de lo que esperábamos. Una chimenea de roca está obstruida por una piedra que sobresale. Este abultamiento tiene una presa en la pared superior. Hay que sentarse a caballo encima de una roca con las manos en la presa y los pies colgando en el vacío. Este paso se hace en diagonal, entrando por la derecha y saliendo por la izquierda. La pierna izquierda se va estirando intentando encontrar una presa extraplomada. El tanteo es agobiante. No veo mi pierna que en el aire intenta conseguir un punto de sostén. Estoy colgado de la punta de los dedos y por nada del mundo me puedo dejar vencer por el cansancio … caería pared abajo. Sí, por fin he encontrado una rugosidad aprovechable. Me sostengo en ella. Aunque la pierna empieza a temblar de cansancio. Rápidamente tengo que encontrar una presa de mano segura. Completamente inclinado hacia el precipicio la mano izquierda encuentra una presa. Traslado el peso del cuerpo al lado que tengo seguro y por fin consigo ver la parte inferior de esta especie de nariz que sobresale de la pared. Por fin he pasado. Descanso un momento. Estoy soplando. Otro paso que supera en dificultad a los que he hecho hasta la fecha. Dudamos si hacemos rappel o no. Como no sabemos hacerlo lo intentaremos sin. Avanzamos lentamente. No se puede hacer ningún paso en falso. Nos intercambiamos consejos mientras bajamos. Todo el rato de cara a la pared. La vía que seguimos coincide en algunos tramos con los de la ascensión. La concentración es total. La niebla sigue corriendo a nuestro alrededor impasible. Los pasos difíciles se suceden con constancia y por eso no recuerdo más detalles hasta el último que fue singular. Probablemente un destrepe de III grado. Es un diedro recorrido por una fisura interior. Había dos cosas difíciles en él. Una era entrar en la fisura y otra, evidentemente, era bajarla. En un primer intento no encuentro las presas adecuadas y es que en primer lugar hay que recorrerla con la vista. Una vez dentro empotro un pie en la fisura y con las manos por opresión me aguanto contra las paredes laterales. Bajada lenta. Por suerte a mitad de la fisura hay una piedra del tamaño de un puño que ofrece una presa magnífica. Faltaba sólo un par de pasos más y se acaba la fisura y la bajada fuerte. Después de un descenso tan lento nos desahogamos saltando a la desenfrenada por el pedregal. La niebla todavía tapa el panorama y perdemos altura a todo correr. Dejamos el refugio metálico atrás y no dejamos de hacerle una mirada a este símbolo de audacia de los conquistadores de la montaña. Un nevero nos lleva directamente al estanque. ¡¡Agua!! al fin agua. Hacemos las curiosas mezclas con olés, bebemos, descansamos un poco y por primera vez podemos gozar de la vista. La niebla va desapareciendo definitivamente. Este estanque está colgado por encima del precipicio y refleja tímidamente la Punta Alta que tenemos, majestuosa, delante nuestro. Y tiene, además, la misma altura que el pico que acabamos de conquistar. Guardamos la cuerda. Sacamos las capalinas y bajamos a la pleta. El descenso se hace muy largo. Comienzan a aparecer las primeras hierbas y más adelante las flores como muestra que vamos entrando en el reino de la vida y dejamos atrás el del mineral y hielo eterno. Las huellas son definidas y se reconoce ya el caminillo que baja en picado al lado del río. Contra todo pronóstico sale el Sol que nos calentará las manos y los cuerpos que empiezan ya a estar agotados. El paso de la cascada refrescadora nos lleva a la pleta del riu Malo donde las mismas vacas que nos encontramos a la ida pastan tranquilamente con su eterna impasibilidad. Nos ven pasar. Ignoran nuestras aventuras.
Los horarios de los autocares hacen que vayamos aceleradísimos. En todo el descenso hemos parado dos veces para beber a pesar de que el Sol empieza a darle fuerte. El pantano de Cavallers se nos hace muy largo. Al fin llegamos al coche. Nos tenemos que despedir de nuestra amada naturaleza.
El coche baja rápidamente por la estrecha carretera a recoger los trastos a Taüll y poder, así, cojer el coche de línea en El Pont de Suert. Allí nos despedimos de Josep Mª y de Jordi. Ellos irán a Andorra. Nosotros volvemos a casa con los medios que ofrecen el transporte público y con un tresmil más en el bolsillo.
Unas veinticuatro horas más tarde llegamos a casa, haciendo noche en Barcelona, mientras que en coche se suelen tardar unas cinco horas. Que cada uno saque las conclusiones que quiera.
P.D. El texto está pasado a máquina dos años después de escribirlo en el momento de inspiración debido a la gran aventura. Tenía 16 años. Por lo que puede parecer que le doy un tono de epopeya a lo que no pasa de ser una experiencia muy buena de montaña. En fin. Esto es un recuerdo personal como puede ser una fotografía.
ESTA CRÓNICA HACE REFERENCIA A UNA DE LAS EXCURSIONES MÁS DELICADAS DEL CAMPAMENTO TAGA XVI SITUADO EN BENASQUE. EL GUÍA ES PK CON ÍNTIMA COLABORACIÓN DE JAUME C. Y DE JOAN C.
Domingo día 26, penúltimo día de campamento.
Son las 9.30 cuando PK y Esteva D. toman café con leche en el bar «La Renclusa» de Benasque después de un merecido descanso de nueve horas en el «xalet» del hotel del Sr. Valero. El día es magnífico y se prevee buen tiempo. Pero PK oye una notícia que conmueve la vida del alpinista: allí arriba, en el collado Maldito, hay un alemán accidentado. Lleva allí un día y no se sabe bien si tiene una pierna rota o un golpe en el cráneo. Su mujer está con él y parece que el helicóptero no puede rescatarlo porque la niebla se ha quedado aislada en esa zona. No supimos nada más al respecto.
Para hacer un poco de ejercicio y ganar tiempo PK y Esteva D. van andando a Anciles cuando son las 10.30. De Benasque a Anciles hay unos dos kilómetros. Cuando llegan los campamentarios a Benasque son casi las 12.00. Ahora ya podemos empezar a hacer los preparativos de la próxima excursión. «Esta excursión, dice el guía, ya que el tiempo será favorable y permanecerá casi seguro de nuestra parte tiene que desarrollarse con una perfecta organización».
A pesar de que intentamos agilizar la salida, después de muchas idas y vueltas al campamento, salimos de la presa de Estós a las 3.15 de la tarde y de una cota de unos 1300 metros.
Hay tanta alegría como apetito. El guía dice que es mejor no comer nada, de momento, ya que más tarde agradeceremos esa medida y así fue. Se filma una película con ilusión y oportunidad. Por el refugio de Santa Ana pasamos a las 4.00 y hacia las 5.15 aterrizamos en Turmo (1750 m). La cabaña está limpia de personal pero hay en ella mochilas. Esto quiere decir que todavía hay gente que la utiliza para pernoctar. Ahora sí que comemos nosotros y lo hacemos con un «xai a la llosa», pan con tomate, un vino fresco y un zumo de pera que no te lo puedes imaginar lo rico que está. Salimos de Turmo a las 7.00. El camino es muy bonito y sentimos mucho que no haya mucha gente que pueda contemplar este valle, tan fascinante, en unos momentos de tanta camadería, alegría y bienestar. Si alguno de nosotros fuera poeta se quedaría solo al describir la preciosidad de este atardecer.
A las 7.30 estamos entrando en la bonita altiplanicie del refugio. En él vive el «valencià» y su familia. PK tiene una larga conversación con él. Podemos rebajar los precios aunque salimos poco contentos del trato que se nos ofrece en este refugio de la FEM. Para no ser negativos, siempre positivos, pasaremos por alto comentar algunos detalles. A las 8.15 vamos todos al «camerí» que nos han asignado para que durmamos en él. Mientras tanto esperaremos la poca sopa que nos hace el «valencià». Después de la simbólica sopa Joan C. sin cortarse un pelo corta el riquísimo jamón con mucha destreza. Cenaremos, pues, muy bien. Hacia las 10.00 y después de jugar a indios, dartañans y otros juegos tan o más arriesgados con el hijo del «valencià» y Ferran F. como principales protagonistas optamos por lanzarnos a las colchonetas y «mira-aviam» quién es el primero en despertarse y despertar a los demás.
Lunes día 27, último día del campamento.
¿Quién podría sospechar lo que nos acontecería ese día?
Es, como siempre, PK el que nos hace levantar a las 4.15. No nos podemos quejar pues nos ha dejado ni más ni menos que seis horas enteras para descansar. Está todo oscuro. Da miedo. Y, lo que es peor, la puerta está cerrada con llave y no hay ni rastro del «valencià» por ninguna parte. No se ve a nadie que nos pueda abrir la puerta. Pero, para estos casos tenemos a Joan C. que resuelve lo que no se puede resolver y sin magia. Sencillamente sale del refugio por la ventana y lo abre desde fuera. Ahora no conviene detallarlo simplemente diremos que a las 4.55 empezamos a andar a 1835 metros de altura. «Compañeros de aventuras, dice PK, un gran hombre no se queja de la falta de oportunidades, tal y como dice un refrán, pero hoy es al revés: sin grandes hombres hoy tenemos la gran oportunidad». Tenemos ante nosotros que superar casi 1500 metros de desnivel. Hay un desnivel absoluto de unos 1300 metros y luego en el Port D’Ôo habrá que bajar para luego volver a subir. En base a esto PK nos propone: «Seguid el compás que os marque, ¿vale?». Es ejemplar como en tan pocos días de montaña estemos unidos en las ideas básicas. Todo el mundo está pendiente de los demás y, aunque sólo sea por esto, tiene sentido el que estemos dónde estamos.
El guía dirije el grupo con tanta armonía como silencio y seguridad. La negrura del ambiente parece que sea un aliciente para superar las primeras dificultades. Con la débil luz de las linternas vamos descubriendo las «montjoies» como si fuesen ellas quienes se acercaran a encontrarnos. El camino no es regular y así en algunos tramos planea y en otros se mete entre las piedras de tal forma que te obliga a pasar por el mismo torrente del Gías cosa que habrá que hacerlo muy amenudo.
La suerte nos acompaña y a las 6.15 cuando el día lucha para dar sus primeros rayos de luz nos paramos. Estamos a unos 2300 metros y empezamos a desayunar y a estudiar el primer punto conflictivo de la excursión. Cerca de aquí nos despistamos en el año 1976 y acabamos coronando el Pico Gías. De esta excursión todavía nos debe Pep G. una crónica como las que él sabe hacer. Desayunamos café con leche, queso del valle de Benasque (que se acordó por mayoría que era más bueno que caro a pesar de que es muy caro), galletas, mermelada y no sé que más. A las 6.50 reemprendimos la marcha e hicimos bien. Muy pronto después de avanzar en línea y formando tres grupos alcanzamos el segundo ibón de Gías a eso de las 8.00 de la mañana y ya estamos a unos 2650 metros. Conviene decir que de vez en cuando subía la niebla que se formaba «in situ» y se dispersaba muy deprisa. A PK, esto, lo tiene muy sorprendido aunque no le preocupa de momento.
Por fin, a las nueve en punto franqueamos el tan conocido, en el ambiente montañero, Port d’Ôo. Majestuoso lugar donde se divisan los soberanos de la escalada del Pirineo: Maupás, Crabioules, Lézat y el Royo, más al SE, con la espalda del Perdiguero que le hace compañía. Es impresionante, parece inasequible, la arista del Seil dera Baquo que prolongándose hacia el Perdiguero empieza en el lugar donde nos encontramos.
Pero … ¿nosotros hacia dónde vamos? PK extiende el mapa, lo orienta bien y no le sale por ningún lado el Gourgs Blancs. La Pica Arlaud está a nuestro lado, a nuestra izquierda, a menos de 150 metros de desnivel y como no parece fácil la arista Joan C., Josep Mª F. y Josep R. faldean la pica para adquirir visibilidad y poder identificar los picos que tenemos delante mientras PK hace lo mismo bajando por el glaciar. Había que conseguir ver con claridad cuáles eran los picos que estaban al norte.
Hacia el NW había dos pirineístas de la Francia patria que, por supuesto, no han subido nunca a estas cimas pero a veces se saben sus nombres. PK, procura sin desconectarse de Jaume C. y de los otros ocho, gritando y con un francés muy elemental advertir a la pareja su presencia. «Ce picó que est que celá?» preguntaba PK. «Le Bourdon» le contestan pero no lo entiende. Como no ve todavía al Gougues, que lo tiene ahora al SW, se dispone a subir al Bourdon que al menos tiene 3050 metros. Llama a Jaume C. y a Joan C. para que le sigan pero Joan C. y los otros dos están ya muy arriba y aunque ven al Gourgues no están muy seguros de que lo sea. PK sube al W hacia donde están la pareja de franceses y ve subiendo, al fin, el Gourgues y se encuentra, como le suele pasar, andando por el camino más adecuado para vencer al gigante francés.
Hacia el norte, detrás del Bourdon, está el Belloc que tiene más de tresmil. Nosotros tenemos que ir hacia el SW. rápidamente PK conecta con Joan C., Josep Mª F. y Josep R. El glaciar es cada vez más empinado, PK no lleva todavía los crampones, la nieve ya es casi hielo, la pendiente aumenta y no hay huellas por ningún lado. Son las 10.00 queda por hacer la chimenea y parte del glaciar. ¿Cómo acabará esto? A medida que va pasando el tiempo la cosa se pone más difícil. Jaime C., Joan S., David R., … van subiendo detrás, encordados y encramponados. Un misterioso ambiente de perplejidad aborda a Jaime C. y a los demás que conocen bien a PK. No tienen motivos pero es así. ¿PK no se decide a abandonar ya? No se entiende, piensan. PK cree que con el equipo que llevamos podemos llegar a la base de la chimenea y una vez allí estudiar sus características de cerca.
El glaciar se pone casi a 45 grados y nos vemos obligados a cruzar. Un patinazo aquí parece que no tenga fatales consecuencias. A pesar de todo empiezan las sugerencias, consejos y, al final, órdenes. PK con agilidad se pone en el nudo de la chimenea. Ve que se puede subir. Lo que no está tan claro es que se pueda subir tal como vamos, en caravana, al haber un inminente peligro de desprendimiento de piedras. Los peligros son pues, en primer lugar, el tránsito hielo-piedra que es fundamentalmente incomodísimo y la única solución y salvación viable es situarse literalmente en el lomo de la rimaya, con equilibrio, quitarse un crampón, agarrarse a la piedra, quitarse el otro crampón y grimpar rápidamente para no estorbar a los demás. Caso aparte es la cordada que PK no sabe bien cómo deshacerse de ella con éxito. Y el segundo peligro es realmente el desprendimiento de piedras que empieza justo en el momento que hay integrantes del grupo subiendo por la chimenea puesto que la roca está muy, pero que muy, descompuesta.
PK va viendo como el riesgo más relevante es el desprendimiento de piedras puesto que alguna puede ocasionar un accidente grave. Josep Mª oye el monólogo del guía: «Yo no quería, pero tengo que bailar un compás que desconozco y para ello voy a intentar poner mis cinco sentidos …». Se consiguió gracias a Jaume C. y Joan C. artícipes del éxito. » Pero nunca más aquí puede subir tanta gente junta … ¿por qué?».
No cabemos. Nos encontramos todos en la chimenea. A más de 3000 metros. Esperando que pase algo. De un momento a otro. La paciencia de Jaume C. con su estilo perfeccionista infunde ánimo en el ánimo de los doce y ello hace posible que lleguemos a la cresta. Amenudo PK preguntaba a Josep Mª F. «¿Todavía estamos todos? ¿Y vivos?». «Sí, vamos bien», le contestaba Josep Mª F.
A las 11.15 llegamos a la cumbre del Gourgues Blancs después de una cresta fácil. Ya estamos arriba y es difícil apreciar si el ánimo refleja más la extraordinaria belleza del paisaje o el trozo de chimenea que nos queda, ahora de bajada, que es peor. Joan C. trae todos los piolets creyéndose que nos tenemos que bajar por otro lado y junto con Jaime C. se entabla un rápido y acalorado diálogo con PK. PK dice a éstos: «bajar por dónde decís es un ridículo suicidio, mientras me encuentre bien, procuraré evitarlo y no quiero oír hablar más acerca de esto.».
Se hace un gran silencio mientras observamos la lápida de Jean Arlaud que murió en la cresta dónde nos encontramos.
A las 11.45 después de un desayuno muy calórico PK amenaza que tenemos que regresar. A la gente le cuesta moverse y las órdenes y los consejos se empiezan a oír con frecuencia. PK, Josep Mª F. y algún otro llegan a la brecha a las 12.00. Aparece, como siempre la niebla y da a la desgrimpada un ambiente algo tétrico. Describir la bajada por la chimenea puede ser algo largo. Me limito a decir que Joan C. quiere instalar una cuerda fija y el guía dice que sería inútil. Jaume C. está bajando a Joan S. y a David R. Ferran F. baja tranquilamente. Joan P. no dice nada. Isidre D. parece que esté temblando. PK está muy impaciente porque no ve nada claro y menos ahora que estamos inmersos en la niebla. Joan C. con la niebla y la cuerda todavía tiene humor de hacer payasadas.
Las dificultades son obvias. Y en esta situación hay quien tiembla y pasa lo que era más que probable: un desprendimiento de piedras. Con mucho ruido se oyen gritos al abismo. Más gritos. Órdenes.
Estremecimiento. Un desplome en toda regla. «¡Piedra! ¡Piedra! …» Y una gran losa cae sobre la cuerda. La corta en dos. Justo se desmenuza sobre nuestras cabezas. PK en ese momento ya se encontraba en la rimaya. Josep R. y Josep Mª estan en el glaciar en una situación algo comprometida. Pero la lluvia de pedruscos pasó entre los tres sin herir a nadie. Realmente es un milagro. Hasta las 13.15 sufriremos todavía un poco más. La cuerda rota es providencial porque así se pudo formar dos cordadas y obstaculizar menos el tránsito por la canal. Delante PK, Josep Mª F. y Josep R. y detrás otra cordada con Joan C. y los demás.
A las 13.25 se oye incluso cantar. Ya estamos fuera del peligro. Ahora sólo falta que incluso se vaya la niebla cosa que no tardará en suceder y a las 13.45 estamos de nuevo en el Port D’Ôo. Hace de nuevo un día espectacular y empezamos a celebrar y saborear las mieles de la victoria.
En una hora y media llegamos al refugio, de 13.45 a 15.15, es todo un récord. Hacemos 1050 metros de desnivel en seis cuartos de hora y eso que hay mal camino.
Jaime C. dice que ha perdido las llaves del coche. Saulo que se ha quedado en Benasque al dolerle el pie, y por culpa del fútbol, no llamará al Sr. Costa para que venga a buscarnos por un simple descuido … En fin, en pocas palabras, empezamos a saborear las miserias de la civilización. Un momento, … PK dice que esto tiene solución y, efectivamente …, por ejemplo Josep R. encuentra las dichosas llaves.
A las 4.00 salimos y a las 5.15 llegamos a la presa de Estós. Estamos muy contentos y, lógicamente, algo sorprendidos del pico al que hemos subido cuando vemos, de reojo ya, la majestuosidad del Gourgues.
Después de hacer compras y visitar enfermos vamos al campamento a celebrarlo con una fabulosa cena y cava para conmemorar el primer «tres mil» de algunos, la alegría de estar de nuevo todos bien de salud y con una animada tertulia recordamos estas horas que difícilmente se borrarán de nuestro recuerdo.
Componentes: PK, Jaume C., Joan C., Josep Mª F., Josep R., Ferrán F., Joan S., Rafa D., Joan P., Esteva D., David R. y Josep C.