El Taga o la intriga continuada del que no ve nada

El club Taga con sus tropocientos, si no recuerdo mal ya son quince, años ha seguido la tradición de subir a la montaña que le da nombre y que hoy figura, gracias a ello, en numerosas libretas, libros o aires de un gran número de montañeros de nuestro amado Pirineo. Gracias a muchas personas que, empujados por un afan de subir, de gozar de estas maravillas y de ayudar a los que, de una forma u otra, con ellos conviven para disfrutar y autosuperarse en todos los sentidos.
Por otra parte, una rama del club Taga el de Girona con sus cuatro años de fructífera existencia no ha menospreciado esta la tradición y le ha servido para reencontrarse con su tronco y compartir con él juntos penas, alegrías y agradecimientos cuando ya se acercan estos días fríos de diciembre.
Son las seis y cinco y PK llama a Miquipa aconsejándole que mire el termómetro si es que piensa venir. Llega a las seis y media justo a la misma hora que nosotros. Una parte del contingente humano se desplaza a Lloret para rescatar a un tal Robert Stack perdido en una fiesta familiar y una vez rescatado decide a tragarse las curvas de Sant Martí Sapresa con la máxima cordura y suavidad. Mientras, la otra parte hace las oportunas gestiones hacia Sant Pau de Seguries y emprende el hilo carretereológico para llegar con prontitud. La cuestión es que salimos a las ocho de Lloret y llegamos a las diez a Sant Pau de Seguries y nos encontramos una invasión de coches nunca vista que acaba resultando que son todos de la misma familia montañera.
Los de Barcelona estan cenando con mucho hambre, ya les vale, pero nos reciben con grandes abrazos y fiestas. Hace mucho tiempo que no nos vemos. Nos calentamos cerca de la estufa para hacerlo después en el fuego y regresamos de nuevo a la estufa. Miquipa centra la atención cuando cuenta su ascensión al Aneto por la arista Sur, Ruiz con su intento al Aneto por Coronas y PK explicando el proyecto del próximo campamento de verano (Alba, Gourgs Blancs, Arlaud y Aneto por la cresta Sur) la subida al Puigmal por Planolas y acaba haciendo elogios al nuevo sistema de descenso que lo denomina «Desplà tipical». A todo ello la pobre bota de vino va pasando y no para ni un momento. La ratafia se acaba muy pronto y Pep V. nos da una lección de claridad de ideas ilustrada con ejemplos gráficos y vividos por PK sólo que algo difuminados por un humo muy molesto.
Al día siguiente nos levantamos un poco más tarde de las siete. La leche nos revitaliza un poco a pesar de que el frío no nos ha dejado muy aturdidos. La carretera de Ogassa está asfaltada de hace poco hasta Surroca de Baix que tiene balcones adornados con «senyeres» y una pancarta de bienvenida. Hay que agradecérselo ya que a pesar de todo acabamos pasando tres veces por ella. Resulta que cojemos caminos perdedores y cuando nos damos cuenta de que nos hemos perdido aparecemos otra vez bajo la pancarta… Dejamos los coches en una casa de campo y empezamos a andar justo a las nueve. Tardamos 55 minutos hasta la iglesia de Ogassa y ya en este tramo la nieve hace acto de presencia en los márgenes del camino y el agua en la atmósfera que nos rodea.
Desayunamos haciendo extraños laberintos, donde tuvo que ser la rectoría, en compañía de unos chicos de los de Barcelona. Emprendemos de nuevo la subida con aguanieve, la niebla y la nieve que ya no nos dejaran en todo lo que nos queda de excursión. Primero la niebla decora la parte baja del valle y la parte alta para ir entrando poco a poco a la zona restante y, mientras, exclamamos «enrróscate la boina» con el objeto de tomarnos la cosa con buen humor. El camino sube haciendo eses anchas de forma tal que a la que nos damos cuenta ya estamos en el collado. Allí nos podemos imaginar que se ve todo lo que queramos porque en realidad no se ve absolutamente nada mas que niebla y podemos hacer todo tipo de conjeturas posibles. No hay nadie que las pueda ratificar o contradecir con una base visual. A las doce menos cuarto ya llegamos a un hito de piedra y a las doce y media a la cresta después de la habitual lucha con la nieve. A la una menos cuarto, o sea en dos horas y cuarto desde la iglesia, ya llegamos arriba de lo que sólo vemos la gran cruz ya que el resto del panorama es de una absoluta homogeneidad. No es que haga mucho frío. Incluso un momento deja de nevar. Nunca había visto tanta niebla o, mejor dicho, tan poco a los demás…
Datos GPS de los puntos clave de la ruta desde la ermita y Portella d’Ogassa
Ermita (aparcamiento) 31T 436939 4680473 1330
Portella d’Ogassa 31T 436271 4681446 1820
Taga 31T 434966 4681438 2057
El camino empieza a subir desde la misma ermita lugar en el que dejaremos el coche. Está marcado con señales redondas pintadas de blanco y un círculo en su interior de color verde. Este itinerario se puede realizar en poco más de dos horas para la subida y algo más de una hora para la bajada. Otra opción que hay para subir a esta montaña es continuar por la pista encementada hasta el coll de Jou y desde allí emprender la subida directamente.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

A la conquista de los más altos

Una excursión realizada el 24 y 25 de junio de 1977.
San Juan es fiesta para los catalanes. Por San Juan empieza el verano equinóctico -aunque en este año todavía no se ha notado mucho- y la gente lo celebra: unos bailando en la discoteca, otros comiendo una rica coca en casa, otros tirando petardos y haciendo ruido, otros cantando y bailando alrededor de un fuego ya sea arriba en una montaña o en la plaza de un pueblo. Algunos casos más afortunados lo pueden hacer, incluso, en la cumbre del Canigó y se unen así de esta forma dos tierras hermanas que estan oficialmente separadas por una agobiante frontera.
Nosotros lo queremos celebrar muy arriba, cuanto más arriba mejor, y queremos sentir sobre la nieve el calor de ese fuego que nunca se apaga y que cada día renace de nuevo de las cenizas de la noche. Pero para ir a nuestra discoteca sin paredes, con un suelo acolchado y luz solar conviene preparar esa maleta que se lleva a la espalda con el objeto de que no te la roben, esos zapatos rebientaperros con el objeto de preservarnos de los pisotones y comida con el objeto de resistir las calenturas. A las dos y media el autocargómetro de la estación de la «ciudad det Ter», dado que no tiene lago, tiene paradas previstas en Vidreres y en Los Chopos y su destino es «la chopera». Es imprevista hasta cierto punto la nueva B-29 y las que le siguen de Barcelona. En la Diagonal todo humea: un camión que tiene un tubo de escape que va directo a nuestra ventana, una moto que entela la fachada y un coche que se enciende y nos llena el techo de humo. Celebramos la entrada a la província de Lleida con un desatasco y la salida de la capital con los recuerdos de un camionero que nos cuenta sus noches célebres pasadas en Lloret. En Graus el agua llega hasta el cuello del puente romano y el Sol ya empieza a despedirse. En Benasque nos dicen que ayer llovió cuatro gotas -si fueran de coñac o de vino ya estarían ahogados-, que el otro día llovió un poco más -un vasito-, que la carretera de Vallhiverna estaba bien la semana pasada -no se acordó de los canales rompeaguas- y que la del Hospital está peor. También nos dicen que unos subieron al Aneto pero que hay nieve y que está muy blanda. Todo junto un conjunto de notícias bomba.
A las nueve llegamos a la estación la chopera-término y ponemos el pisito «adhoc». Comemos en una sala con parquet de hierba, muebles de madera maciza del país -incluso con hojas- y poltronas con asientos impermeables y respaldos de aire acondicionado con una luz indirecta. Nos «enpiltramos» a eso de las doce de la noche por eso de que te traigan el día en una bandeja, la Luna sonrie y el viento canta para recibir a San Juan.
Para aprovechar la fiesta nos levantamos a las cuatro. Nos ponemos el traje de gala y salimos. Los rompeaguas de la autopista a Vallhiverna nos permiten andar para que no nos durmamos. Incluso dos grandes setas de piedra se han situado ordenadamente a la derecha para auyentar a los perezosos. A pesar de todo el valle de Coronas parece limpio y lo empezamos a andar a eso de las seis y seis. A medio tarteral oigo que me felicitan y pienso que es una gran cosa tener a unos amigos a estas alturas que se acuerden de los demás cuando lo normal es más bien desearse a sí mismo y que seguramente nunca me habían felicitado a tan temprana hora. Al cabo de una hora ya estamos por encima del primer lago. Desayunamos un poco antes de llegar al segundo lago que está helado. Lo pasamos por su lado izquierdo por un lomo de piedras (son las ocho). Los otros dos lagos estan llenos de nieve y a duras penas enseñan dos ojos de hielo que te miran adormecidos y compasivos.
El Aragüells, la cresta de Cregüeña, el Maldito, la Punta Astorg, el Pico del Medio y el Coronas velan el valle por nuestra izquierda. Las brechas y agujas de Llosás y las afiladas agujas de Franqueville y Tchihatchef la protegen por la derecha con el padre Aneto que justo enfrente nuestro se muestra como un merecido hito rodeado de este bosque de gigantes. Mirando atrás van apareciendo el Gran Bachimala y el Posets jugeteando entre las nubes. A nosotros el Sol nos empieza a calentar cuando emprendemos las primeras rampas que nos conducirán al collado de Coronas. Nuestra sombra se va paseando por la nieve como un maldito perseguidor que está siempre pegado a la rueda. Un traguito de zumo de naranja Vida nos recuerda más a los melocotones del Empordà que a las naranjas de Valencia. La nieve también se porta bien con nosotros menos cuando se hunde y enfría nuestro espíritu.
El último tramo lo cruzamos horizontalmente procurando no caer boca abajo ya que la pendiente es fuerte. Una vez en el collado, que llegamos a él sin dificultades, cruzamos el lago Coronado y cuando llegamos a la zona del collado que da al glaciar de Barrancs nos alegramos que este año todavía no hayan abierto la autopista del glaciar y que, en cambio, haya pisadas hacia el Aneto. A medida que vamos subiendo nos damos cuenta que estamos rodeados de nubes por todos los lados y que hay mucha nieve: en Coronas hay una gran cornisa y lo mismo pasa en las otras crestas. La altura nos afecta un poco y hemos de parar a menudo. PK incluso tiene que tumbarse un momento en el suelo. A eso de las doce menos cuarto llegamos a la cumbre, mejor dicho, al rellano que hay antes de cruzar el paso de Mahoma que no lo pasaremos esta vez dado que consideramos que lo que hemos hecho es mucho y que la nieve ofrece muy poca seguridad. De todas formas podemos constatar que la gran cruz y la Pilarica todavía están en su sitio dando un aire casi sobrenatural al que ya de por sí es el punto mayor en altura de todo lo que nos rodea. 
Contemplando estas cumbres llenas de nieve, vacías de gente -sólo hay un grupito en el Portillón superior- y rodeados de nubes pienso que es una gran cosa celebrar mi santo en la cumbre más alta del Pirineo con tan agradable compañía y sin atascos ni ruidos ni humos cuando mucha gente todavía está durmiendo y por todo ello deseo tener salud para madrugar y poder subir a estas cumbres imponentes de nuestro amado Pirineo.
La bajada es muy cansada ya que la nieve se hunde y el Sol calienta nuestra espalda. La empezamos a las doce y cuarto y llegamos al coche a las tres. Por el camino encontramos excursionistas por encima del primer lago, empezando a contar por abajo, que estan subiendo. PK había encontrado aquí mismo unas gafas de sol. El agua mana de todos los lados del camino y lo purifica. Una cueva natural y muy estrecha recomienda que por estos lares sólo suba la gente delgada si no quiere dejar la piel. Al llegar al coche nos encontramos gente con esquís y gente que al oir que hay que caminar una hora y cuarto para bañarse en un lago piensan que para bañarse no es necesario cansarse tanto y, por lo tanto, retroceden y es que en realidad no estamos al nivel del mar sino más bien al nivel del hielo -un palmo más o menos-.
Nosotros también giramos el coche pero al menos hemos sudado la camiseta. Todavía tendremos que bajar del coche unas cuantas veces más y se nos estropea la primera. En los Llanos de Senarta percibimos que las monjas también tienen hambre. Como nosotros también la tenemos pero las costillas de cordero del Hostal -el de las buenas notícias- no nos llegan a ninguna parte. Después, entre sangre de turcos y lloros de atenienses nos enteramos que han abierto La Renclusa y que la carretera no está tan mal como decían.
A las siete llega Pep V. y los suyos en un Volkswagen y le desaconsejamos ir al Aneto pero les cae bien la propuesta de ir al Posets. Pep nos aconseja que no pongamos la primera al coche. Por el camino recojemos leña para hacer un fuego de San Juan pero otra cosa es lograr que se encienda por lo que nos será necesario la ayuda de los mayores. El sueño nos afecta a todos y pronto nos vamos a la cama aunque los vecinos cantan con mucha euforia aunque no afinan mucho que digamos.
Hoy el día no empieza con muy buena cara ya que unas nubes en la zona del Hospital le ensucian la cara. PK explica el aumento de la humedad por la variación de la temperatura y el punto de saturación del vapor. La cuestión es que las piernas pesan y no sé si es por el aumento de la humedad por la variación de la temperatura o del camino recorrido ayer. Vamos hasta Eriste y nada más porque el coche no sube más. Menos mal que Pep V. se acuerda de nosotros. De lo que no me acuerdo es del camino y resulta que hacemos un trozo en balde. Lo que me pasa es que no es un camino lo que hemos de coger sino la autopista y por esto resulta que me he confundido.
Entre pitos y flautas resulta que salimos que son las ocho menos cuarto. La carretera continua hasta un salto de agua de obra y entonces se convierte en un sendero que sigue entre avellanos. El valle es estrecho y frondoso y por todos los lados se ve hilillos de agua atolondrados. El de Espigantosa ya no se puede considerar un hilillo sino más bien una maravilla pasada por agua y convertida en un gran juguete por el paisaje que lo envuelve. Más arriba hay otros pero quedan escondidos enmedio del verdor y no se dejan ver bien la cara. Lo que sí se deja ver es algún que otro signo que augura lluvia. En cuanto el valle se ensancha nos muestra el Posets que se yergue tímido detrás de las crestas blancas por la nieve. Vamos cruzando prados y torrentes. En la segunda cabaña que queda al lado del camino hacemos parada y fonda. El embutido y el bacon de Girona se dejan acompañar por el queso y el membrillo junto con algún que otro traguito de vino. Saciados y bien satisfechos reemprendemos la subida a través del bosque y a la izquierda del torrente hasta la cabana del Forcau. En el prado de debajo hay unas mochilas y en la cabana unos fogones junto con otros utensilios. La Forqueta y el Pico de Eriste con sus palas de nieve dan un marco adecuado al paraje.
Los de Barcelona tienen ganas de ver la canal Fonda y aunque el tiempo no es muy seguro tampoco amenaza con un tormentón inminente y, por lo tanto, continuan y yo detrás suyo. Encontramos algunas palas de nieve no muy blanda y en una hora llegamos al lugar que empiezan las fuentes de Llardaneta (a unos 2500 metros). Tenemos delante una cuenca de nieve y en el medio de la canal pasa el río (que no se ve) y al fondo de la misma empieza la esperada canal Fonda. Al fondo, el Tucón Royo tiene una cornisa de armas tomar. Creemos que ya hemos hecho suficiente por hoy y regresamos. Invertimos tres cuartos de hora en llegar de nuevo a la cabana del Forcau y otro cuarto de hora a la de les Riberes habiéndolo calculado tan bien que justo al llegar empieza a llover. Nos ponemos todos dentro y en un cuarto de hora parece que ya ha sido suficiente. Después el bosque parece más limpio y el aire más puro como si ya no lo fuera de por sí. Llegamos a las tiendas a las cinco. La comida es variada y la sobremesa se convierte en una conversación sobre la familia y sus deberes principales. Tenemos una visita muy agradable de tipo vacuno. Después será otra de tipo ovejuno aunque ahora con un poco más de ruido pero siempre en son de paz. Alrededor del fuego celebramos muchas cosas con sopa, pan con tomate, embutido, vino y cava dado que nada hace daño a estas alturas.
Al día siguiente nos vamos a las siete y media y resulta que los gasolineros de Benasque y Castejón de Sos todavía duermen. En la Puebla de Castro cruza la carretera un conejito de lo más hermoso y se levantan los cuervos a cada curva. De Barbastro a Barcelona lo pasamos cantando y así auyentamos el humo y el tránsito. Llegamos a Vidreres que son poco más tarde de las dos. ¡Qué tengamos muchos San Juan como éste!
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

Pedraforca, victoria inesperada

Una excursión realizada el 30 de enero de 1977.
La cosa tiene su interés. Lo cierto es que no pensaba salir de excursión. Tengo que agradecer a mi buen amigo Miguel que llamara y que, aunque no estuviera en casa, tuviera la valentía de decir un nombre que por sí mismo ya eleva los ánimos y da ganas de desperezarse.
Sábado. El día es espléndido, el viento más bien frío, los ánimos elevados. A las cuatro cuarenta y cinco salen de Girona. En la subida de los Tres Pins el coche no pierde velocidad, preludio de seguridad. Serra Cavallera está blanca por la nieve y las nubes rojizas por el viento. Sant Pau de Seguries respira aires de fiesta aunque un hombre de piel morena y arrugada afirma con un pesar muy elocuente que sopla la tramontana de Núria mientras la gente pasa el frío y alegra el corazón bailando sardanas de finas notas. Los compases de este baile que llevamos tan adentro hacen estremecerse de gozo mis entrañas que se quieren calentar tanto del frío de los pies como del frío de patria. Pero tengo las manos ocupadas de un líquido que también calienta y la espera se me hace larga con tantos deseos y tantas llamas que queman.
Llega Cayetano con aires de superioridad: cuanto más altos más aires. Coches lentos que hacen aminorar la marcha y vómitos molestos la hacen parar: tantas curvas remueven cualquier estómago. Lo aprovechamos para hacer un tentenpié y un traguito de vino. Un corazón contento entona canciones de una voz universal y muy pronto el coche se convierte en un coro. Nos acompañan los estratos que van siguiendo la carretera, ahora casi verticales y agudos, ahora tumbados y bajos. En la Pobla de Lillet la benemérita se calienta en un «foc» (fuego) y el chofer celebra las curvas superadas con un buen «toc» (traguito de vino…). Guardiola guarda al lado de la carretera una obra de aquellas que no pasan. Nosotros sí que pasamos un autocar que va hacia Saldes y cuando alzamos los ojos al cielo vemos alzarse al Pedraforca: «la gloria sube por los caminos angostos» (Ovidio) que nos predice a los corazones temerosos y a aquella alma que sufre lo que ha predicho «la técnica del amor está en conservarlo» delante del adversario más cruel.
Todo el pueblo de Saldes está nevado y los campos parecen camas con la cabecera del Pedraforca sugeriendo un estilo de lo más puro y natural. Las calles de Saldes son una «penca» de hielo aunque la fuente sigue manando: el manantial no se ha perdido, la sangre aún corre…
Son las ocho y media. Mientras cenamos la vista se nos va hacia la tele (Nota del traductor: todavía me acuerdo de la película que vimos… «El Planeta de los Simios»). Finalmente encontramos posada para dormir pero parece aún más difícil el Pollegó que nos vaticina un hombre del pueblo que no lo subiremos. Suarez, este señor que parece muy amable con los catalanes y al que la oposición lo califica de «hombre de buena voluntad», también vaticina que las minorías terroristas no impedirán el paso hacia la democracia si nosotros la queremos de verdad. Pero recordemos que Carter ya patinó el primer día y nosotros llevamos crampones para preveerlo.
Antes de dormir nuestros cantos y sonidos vocales caldean la habitación. Con el objeto de que la música sea más armónica le damos un chupete a Cayetano para que recuerde que también ha sido niño.
Son las seis y media: ya suena el despertador. Cuando salimos a la calle no falta ni una estrella ni la Luna. Los cristales del coche están helados y la carretera también. Estamos más rato para hacer mover el coche tres metros que lo que hemos tardado en llegar hasta aquí. Mientras unos ponen las cadenas otros ya se ponen los crampones. Empezamos a andar a eso de las ocho y media. El Sol ya ilumina las paredes del Pollegó Inferior y va aclarando los horizontes. Dejamos la carretera y seguimos por el camino del bosque. El día va mejorando y tenemos que quitarnos ropa. Al abandonar los árboles el camino se hace más pesado la nieve se hunde y los ánimos desaparecen.
Desayunamos en unas rocas: el bacon hace su efecto y cambia de dirección. PK pide una naranja y Jaume se la da amablemente. En un vuelo más preciso la mermelada va a caer sobre la nieve.

Seguimos hacia arriba. El camino está marcado y se sube bien. De vez en cuando una ventada nos hace girar la cara. Un árbol seco y muy decorativo se levanta valiente por encima de unas peñas y un pino pequeño y robusto sale del medio de la nieve. Mirando hacia atrás aparte de la pendiente podemos admirar el Berguedà cubierto de nieblas y las cercanías de Saldes nevadas. El último trozo de la Enforcadura está helado y una naranja ayuda a remojar el estómago. Son las once y media.

Después nos encontramos unos que vienen por Gòsol ese pueblecito agrupado encima de un montículo y todo blanco. La última subida se ha de hacer por turnos y el último espolón con las manos y los pies procurando no acercarse mucho a la cornisa. Llegamos arriba a la una menos cuarto. Hace viento. Nos encordamos. Nos vamos. Ya estamos en Saldes. Encontramos conocidos montañeros de Badalona. En Ripoll hay caravana. Gracias por todo, Miguel, la montaña es nuestra.

© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.