¿Cómo afecta la altitud al cuerpo humano?

Los daños graves comienzan a la altura de 7000 metros: la «deterioration» como dicen los ingleses. Los dolores de garganta pasan de ser inflamaciones simples a unas úlceras muy dolorosas. Las congelaciones son tanto más de temer por cuanto el organismo está sometido a una oxigenación deficiente. El corazón, que se adapta con dificultad, experimenta hipertrofias. El insomnio pasa a ser insuperable. La falta de vitaminas vivas hace que nos abandone el apetito. Por último, la muerte blanca acecha a quien intente permanecer tiempo por encima de los límites fisiológicos impuestos por la frontera de la altitud.
Edouard WYSS-DUNANT

A la conquista de los más altos

Una excursión realizada el 24 y 25 de junio de 1977.
San Juan es fiesta para los catalanes. Por San Juan empieza el verano equinóctico -aunque en este año todavía no se ha notado mucho- y la gente lo celebra: unos bailando en la discoteca, otros comiendo una rica coca en casa, otros tirando petardos y haciendo ruido, otros cantando y bailando alrededor de un fuego ya sea arriba en una montaña o en la plaza de un pueblo. Algunos casos más afortunados lo pueden hacer, incluso, en la cumbre del Canigó y se unen así de esta forma dos tierras hermanas que estan oficialmente separadas por una agobiante frontera.
Nosotros lo queremos celebrar muy arriba, cuanto más arriba mejor, y queremos sentir sobre la nieve el calor de ese fuego que nunca se apaga y que cada día renace de nuevo de las cenizas de la noche. Pero para ir a nuestra discoteca sin paredes, con un suelo acolchado y luz solar conviene preparar esa maleta que se lleva a la espalda con el objeto de que no te la roben, esos zapatos rebientaperros con el objeto de preservarnos de los pisotones y comida con el objeto de resistir las calenturas. A las dos y media el autocargómetro de la estación de la «ciudad det Ter», dado que no tiene lago, tiene paradas previstas en Vidreres y en Los Chopos y su destino es «la chopera». Es imprevista hasta cierto punto la nueva B-29 y las que le siguen de Barcelona. En la Diagonal todo humea: un camión que tiene un tubo de escape que va directo a nuestra ventana, una moto que entela la fachada y un coche que se enciende y nos llena el techo de humo. Celebramos la entrada a la província de Lleida con un desatasco y la salida de la capital con los recuerdos de un camionero que nos cuenta sus noches célebres pasadas en Lloret. En Graus el agua llega hasta el cuello del puente romano y el Sol ya empieza a despedirse. En Benasque nos dicen que ayer llovió cuatro gotas -si fueran de coñac o de vino ya estarían ahogados-, que el otro día llovió un poco más -un vasito-, que la carretera de Vallhiverna estaba bien la semana pasada -no se acordó de los canales rompeaguas- y que la del Hospital está peor. También nos dicen que unos subieron al Aneto pero que hay nieve y que está muy blanda. Todo junto un conjunto de notícias bomba.
A las nueve llegamos a la estación la chopera-término y ponemos el pisito «adhoc». Comemos en una sala con parquet de hierba, muebles de madera maciza del país -incluso con hojas- y poltronas con asientos impermeables y respaldos de aire acondicionado con una luz indirecta. Nos «enpiltramos» a eso de las doce de la noche por eso de que te traigan el día en una bandeja, la Luna sonrie y el viento canta para recibir a San Juan.
Para aprovechar la fiesta nos levantamos a las cuatro. Nos ponemos el traje de gala y salimos. Los rompeaguas de la autopista a Vallhiverna nos permiten andar para que no nos durmamos. Incluso dos grandes setas de piedra se han situado ordenadamente a la derecha para auyentar a los perezosos. A pesar de todo el valle de Coronas parece limpio y lo empezamos a andar a eso de las seis y seis. A medio tarteral oigo que me felicitan y pienso que es una gran cosa tener a unos amigos a estas alturas que se acuerden de los demás cuando lo normal es más bien desearse a sí mismo y que seguramente nunca me habían felicitado a tan temprana hora. Al cabo de una hora ya estamos por encima del primer lago. Desayunamos un poco antes de llegar al segundo lago que está helado. Lo pasamos por su lado izquierdo por un lomo de piedras (son las ocho). Los otros dos lagos estan llenos de nieve y a duras penas enseñan dos ojos de hielo que te miran adormecidos y compasivos.
El Aragüells, la cresta de Cregüeña, el Maldito, la Punta Astorg, el Pico del Medio y el Coronas velan el valle por nuestra izquierda. Las brechas y agujas de Llosás y las afiladas agujas de Franqueville y Tchihatchef la protegen por la derecha con el padre Aneto que justo enfrente nuestro se muestra como un merecido hito rodeado de este bosque de gigantes. Mirando atrás van apareciendo el Gran Bachimala y el Posets jugeteando entre las nubes. A nosotros el Sol nos empieza a calentar cuando emprendemos las primeras rampas que nos conducirán al collado de Coronas. Nuestra sombra se va paseando por la nieve como un maldito perseguidor que está siempre pegado a la rueda. Un traguito de zumo de naranja Vida nos recuerda más a los melocotones del Empordà que a las naranjas de Valencia. La nieve también se porta bien con nosotros menos cuando se hunde y enfría nuestro espíritu.
El último tramo lo cruzamos horizontalmente procurando no caer boca abajo ya que la pendiente es fuerte. Una vez en el collado, que llegamos a él sin dificultades, cruzamos el lago Coronado y cuando llegamos a la zona del collado que da al glaciar de Barrancs nos alegramos que este año todavía no hayan abierto la autopista del glaciar y que, en cambio, haya pisadas hacia el Aneto. A medida que vamos subiendo nos damos cuenta que estamos rodeados de nubes por todos los lados y que hay mucha nieve: en Coronas hay una gran cornisa y lo mismo pasa en las otras crestas. La altura nos afecta un poco y hemos de parar a menudo. PK incluso tiene que tumbarse un momento en el suelo. A eso de las doce menos cuarto llegamos a la cumbre, mejor dicho, al rellano que hay antes de cruzar el paso de Mahoma que no lo pasaremos esta vez dado que consideramos que lo que hemos hecho es mucho y que la nieve ofrece muy poca seguridad. De todas formas podemos constatar que la gran cruz y la Pilarica todavía están en su sitio dando un aire casi sobrenatural al que ya de por sí es el punto mayor en altura de todo lo que nos rodea. 
Contemplando estas cumbres llenas de nieve, vacías de gente -sólo hay un grupito en el Portillón superior- y rodeados de nubes pienso que es una gran cosa celebrar mi santo en la cumbre más alta del Pirineo con tan agradable compañía y sin atascos ni ruidos ni humos cuando mucha gente todavía está durmiendo y por todo ello deseo tener salud para madrugar y poder subir a estas cumbres imponentes de nuestro amado Pirineo.
La bajada es muy cansada ya que la nieve se hunde y el Sol calienta nuestra espalda. La empezamos a las doce y cuarto y llegamos al coche a las tres. Por el camino encontramos excursionistas por encima del primer lago, empezando a contar por abajo, que estan subiendo. PK había encontrado aquí mismo unas gafas de sol. El agua mana de todos los lados del camino y lo purifica. Una cueva natural y muy estrecha recomienda que por estos lares sólo suba la gente delgada si no quiere dejar la piel. Al llegar al coche nos encontramos gente con esquís y gente que al oir que hay que caminar una hora y cuarto para bañarse en un lago piensan que para bañarse no es necesario cansarse tanto y, por lo tanto, retroceden y es que en realidad no estamos al nivel del mar sino más bien al nivel del hielo -un palmo más o menos-.
Nosotros también giramos el coche pero al menos hemos sudado la camiseta. Todavía tendremos que bajar del coche unas cuantas veces más y se nos estropea la primera. En los Llanos de Senarta percibimos que las monjas también tienen hambre. Como nosotros también la tenemos pero las costillas de cordero del Hostal -el de las buenas notícias- no nos llegan a ninguna parte. Después, entre sangre de turcos y lloros de atenienses nos enteramos que han abierto La Renclusa y que la carretera no está tan mal como decían.
A las siete llega Pep V. y los suyos en un Volkswagen y le desaconsejamos ir al Aneto pero les cae bien la propuesta de ir al Posets. Pep nos aconseja que no pongamos la primera al coche. Por el camino recojemos leña para hacer un fuego de San Juan pero otra cosa es lograr que se encienda por lo que nos será necesario la ayuda de los mayores. El sueño nos afecta a todos y pronto nos vamos a la cama aunque los vecinos cantan con mucha euforia aunque no afinan mucho que digamos.
Hoy el día no empieza con muy buena cara ya que unas nubes en la zona del Hospital le ensucian la cara. PK explica el aumento de la humedad por la variación de la temperatura y el punto de saturación del vapor. La cuestión es que las piernas pesan y no sé si es por el aumento de la humedad por la variación de la temperatura o del camino recorrido ayer. Vamos hasta Eriste y nada más porque el coche no sube más. Menos mal que Pep V. se acuerda de nosotros. De lo que no me acuerdo es del camino y resulta que hacemos un trozo en balde. Lo que me pasa es que no es un camino lo que hemos de coger sino la autopista y por esto resulta que me he confundido.
Entre pitos y flautas resulta que salimos que son las ocho menos cuarto. La carretera continua hasta un salto de agua de obra y entonces se convierte en un sendero que sigue entre avellanos. El valle es estrecho y frondoso y por todos los lados se ve hilillos de agua atolondrados. El de Espigantosa ya no se puede considerar un hilillo sino más bien una maravilla pasada por agua y convertida en un gran juguete por el paisaje que lo envuelve. Más arriba hay otros pero quedan escondidos enmedio del verdor y no se dejan ver bien la cara. Lo que sí se deja ver es algún que otro signo que augura lluvia. En cuanto el valle se ensancha nos muestra el Posets que se yergue tímido detrás de las crestas blancas por la nieve. Vamos cruzando prados y torrentes. En la segunda cabaña que queda al lado del camino hacemos parada y fonda. El embutido y el bacon de Girona se dejan acompañar por el queso y el membrillo junto con algún que otro traguito de vino. Saciados y bien satisfechos reemprendemos la subida a través del bosque y a la izquierda del torrente hasta la cabana del Forcau. En el prado de debajo hay unas mochilas y en la cabana unos fogones junto con otros utensilios. La Forqueta y el Pico de Eriste con sus palas de nieve dan un marco adecuado al paraje.
Los de Barcelona tienen ganas de ver la canal Fonda y aunque el tiempo no es muy seguro tampoco amenaza con un tormentón inminente y, por lo tanto, continuan y yo detrás suyo. Encontramos algunas palas de nieve no muy blanda y en una hora llegamos al lugar que empiezan las fuentes de Llardaneta (a unos 2500 metros). Tenemos delante una cuenca de nieve y en el medio de la canal pasa el río (que no se ve) y al fondo de la misma empieza la esperada canal Fonda. Al fondo, el Tucón Royo tiene una cornisa de armas tomar. Creemos que ya hemos hecho suficiente por hoy y regresamos. Invertimos tres cuartos de hora en llegar de nuevo a la cabana del Forcau y otro cuarto de hora a la de les Riberes habiéndolo calculado tan bien que justo al llegar empieza a llover. Nos ponemos todos dentro y en un cuarto de hora parece que ya ha sido suficiente. Después el bosque parece más limpio y el aire más puro como si ya no lo fuera de por sí. Llegamos a las tiendas a las cinco. La comida es variada y la sobremesa se convierte en una conversación sobre la familia y sus deberes principales. Tenemos una visita muy agradable de tipo vacuno. Después será otra de tipo ovejuno aunque ahora con un poco más de ruido pero siempre en son de paz. Alrededor del fuego celebramos muchas cosas con sopa, pan con tomate, embutido, vino y cava dado que nada hace daño a estas alturas.
Al día siguiente nos vamos a las siete y media y resulta que los gasolineros de Benasque y Castejón de Sos todavía duermen. En la Puebla de Castro cruza la carretera un conejito de lo más hermoso y se levantan los cuervos a cada curva. De Barbastro a Barcelona lo pasamos cantando y así auyentamos el humo y el tránsito. Llegamos a Vidreres que son poco más tarde de las dos. ¡Qué tengamos muchos San Juan como éste!
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.002.

Ferias ’76: Cordones y optimistas

Una excursión realizada el 31 de octubre de 1976.
Cuando vas por la calle pensando proyectos y te encuentras a tres personas conocidas que tienen la misma «locura» y te acribillan a preguntas sobre lo que estabas pensando te sobreviene una especie de trauma y acabas concluyendo que todos sufrimos el «mal de altura». Entonces, profundizas en la enfermedad, te sosiegas y pides explicaciones. Sigo mi camino pensando en lo que me han dicho y los otros continúan el suyo mientras escrutan el cielo van configurando mentalmente el mapa de la excursión.
Las notícias del hombre del tiempo oscurecen un poco la idea inicial pero el Sol del viernes por la mañana que luce al salir de la cama la iluminan de nuevo y contesto afirmativamente mi asistencia. Me ato los cordones con optimismo.
La salida se retrasa notablemente: soldados que tienen guardia, coches con ruedas desinchadas, pueblos que no están en el mapa … Jaime y Miquel tienen que acabar comiendo en las Ferias. Paco, Miquel, Joan y Ferran lo hacen en casa. Pere y Josep al lado del Estany de Banyoles lugar del que saldremos a eso de las cinco de la tarde bien pasadas.
Como nos acordamos de Cayetano vamos a Camprodon a buscarlo. Lo encontramos «in fragantis» apalancado en el sofá y al abrirnos la puerta se queda como helado. Pero resulta que el mal de altura también lo afecta y se decide venir con nosotros. Prepara la mochila y presentamos la víctima a su padre que no tiene ni tiempo de darnos una contestación.
En Sant Joan de les Abadesses el viejo puente vuelve a levantarse fuerte y altivo sobre el Ter y en Ripoll el monasterio iluminado parece que recobre la vida. La carretera de Pardines invita a remover el espíritu. Encontramos a muchos excursionistas en la carretera que levantan un dedo. Pero cuando llegamos a Pardinas resulta que está todo lleno. Jumic tiene a cuarenta personas en un pajar. Finalmente la insistencia de Pedro y su dolor de cuello logran que tengamos una habitación. La cena parece que entra mejor cuando todos los estómagos atacados por un subconsciente colectivo que exclaman enfurismados «… la gallina ha dit que no, visca la revolució …» y entonando «el darrer cant d’en Siset». El cuchillo de Jaume se abre y cierra mágicamente. Quim pide no hacer humo. Fuera en la plaza los hay que parecen cabras de importación. A la hora de preparar las mochilas encuentro a faltar los cordones y a la hora de dormir un poco más de espacio pero me consuelo pensando que hay alguno en peor situación que yo.
A cada hora hay falsas alarmas. A las siete, hora establecida por los dueños de la casa, suena la trompeta definitivamente. Nos levantamos. Alguien ya pide cordones mientras nos atamos las botas. Salimos hacia las ocho. Enfilamos la carretera del pueblo y hemos de saltar una valla. El camino va subiendo decorado con alguna que otra mierda de vaca. Más arriba las hierbas y los helechos parecen que esten pintados de blanco y los hay que incluso parece que lleven pendientes producidos por la helada. El Sol nos va tostando la espalda y nos hace girar para contemplar el Taga vestido con toga y sombrero blanco. Cuando se empieza a divisar el Puigmal éste ya está envuelto de nubes negruzcas que no me dan muy buena espina. En nuestra subida al Cerverís encontramos una vaca y un ternero que tienen el pelo un poco erizado (es su forma de protejerse ante el frío) y casi se dejan tocar. Desayunamos en unas rocas y paramos en un hito lugar en el que empieza la nieve. Pronto Pedro empieza a notar el cansancio y reduce notablemente su ritmo. Lo que no reduce son las nubes y la niebla que cuando llegamos al primer pico ya lo tapan todo. En el corto espacio que hay entre el Cerverís (2202 m) y el Prat (2166 m), y durante el tiempo que pasamos en este último, la niebla sube y baja sin cesar unas veces tapándolo todo y las otras dejando ver al Balandrau y al Torreneules. El viento va soplando y nos obliga a ponernos toda la ropa de abrigo. Son las diez y media y más por lo tarde que por el mal tiempo regresamos al igual que el resto de la gente que también ha subido hasta aquí.
Durante la bajada estamos muy optimistas. Incluso nos encontramos a unos que llevan la música encima de la mochila y nos preguntan si falta mucho para llegar al refugi del Serrat. Volvemos a ver más vacas y a un potro que nos quiere seguir. Llegando justo encima del pueblo nos encontramos a unos que van con las manos en los bolsillos. Ver tantos optimistas nos hace «rampellar» de no haber continuado la excursión hacia el Balandrau pero la decisión de regresar ya está tomada. El último trozo ya va otra vez de cordones … ¡Eh! que quiero decir que me tengo que abrochar otra vez los cordones de las botas. Llegamos a Pardinas a eso de las doce cuarenta y cinco.
© Joan Fort i Olivella y traducido al castellano por Miquel J. Pavón i Besalú. Año 2.001.